Para los migrantes venezolanos que llegan a Costa Rica, cruzar el Darién (selva fronteriza entre Colombia y Panamá) es todo un calvario en el que se enfrentan a la muerte. Ellos aseguran que a su paso por otros países son ignorados, pero al llegar a Costa Rica los que logran llegar a la iglesia de las Obras del Espíritu Santo en Cristo Rey aseguran estar pisando la tierra prometida.
El padre Sergio Valverde nos contó que la situación de los migrantes les toca el corazón.
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“Hay que verlos en las condiciones en las que llegan; enfermos, sucios, con hambre, desesperados y bueno aquí les abrazamos y los tratamos de ayudar para que puedan seguir y cumplir con el sueño de llegar a los Estados Unidos”, dijo el sacerdote.
Los últimos meses esta asociación es una locura las 24 horas del día, pues pasaron de preparar 1850 platos de comida diarios (cuando no había llegada de extranjeros) a 2850.
“Aquí les damos comida, ropa, colchonetas, tiendas de acampar, tenemos tres albergues pero no damos abasto. Reciben también atención médica y compartimos con los niños que han tenido que enfrentar una travesía por la montaña, todos traen distintas historias que tocan el corazón de este servidor y de todos los que nos colaboran en la iglesia”, dijo el padre.
Las afueras de la iglesia se llenan de migrantes durante las noches; ellos duermen en las aceras, algunos en colchonetas y otros en tiendas. Así pasan el día a día, esperando que amanezca para salir a buscar ayuda económica y seguir su travesía. Ahí han colocado también baños.
Una de estas familias es la de Marjorie Carolina López Salazar, su esposo Carlos Correa Valiente y sus cuatro hijos Samuel de 10 años, Joshua de 6, Isabella de 4 años y Salomé de 11 meses.
Ella nos contó que fue muy duro cruzar la selva con sus hijos pero entre todos lograron ayudarse, porque las más pequeñas viajaban en brazos.
“Salimos de Venezuela a finales de julio, tenemos dos semanas de estar en el albergue (Obras del Espíritu Santo), lo que pasa es que nosotros estuvimos dos semanas en la selva del Darién, lo normal son siete días, pero nos estafaron y nos vendieron la travesía de selva completa, entonces tuvimos que ir despacio y guindarnos de los grupos que venían para no quedarnos solos, es pura sobrevivencia, sálvese quién pueda”, dijo.
Ella contó que uno de los niños se deshidrató porque en la crecida de un río se llevó el bolso donde llevaba alimentos.
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“Perdimos el dinero y durante cuatro días no pudimos comprar comida en la selva, pasamos cuatro días en un campamento llamado Arminia porque no podíamos seguir, la gente me ayudó con comida y medicamento y pudimos seguir”, contó.
Ella es estilista y su esposo barbero, pero por más que trabajaban ya no les alcanzaba.
“Un cartón de huevos costaba $30 dólares y el salario era de $130, y a veces se podía comer otras no, por eso decidimos salir del país y todos juntos porque yo como mamá no los podía dejar allá con otros familiares, gracias a Dios logramos pasar”, dijo.
Ella nos contó que al llegar les contaron del padre Sergio y decidieron irse al albergue. Fue el mismo sacerdote quien los atendió.
“Llegué al albergue hinchada, nos ayudaron a recuperarnos con comida y medicina, hemos estado aquí para que los niños puedan olvidar un poco lo del Darién. Les gusta ver al padre, duermen bien, meriendan y hay acceso a juguetes. Nos falta camino, han olvidado bastante el trauma de Venezuela”, dijo.
El padre asegura que en los albergues han dormido 3000 personas por mes.
“Esta es la tierra prometida, después de todo lo que hemos vivido en Venezuela y en la Selva, nos han brindado toda la ayuda que hemos necesitado, nos han tratado con mucho amor y empatía, nosotros no queremos quedarnos en Costa Rica pero la falta de dinero y un problema en las rodillas de mi padrastro nos han impedido salir. El padre y sus muchachos nos dan de comer los tres turnos y hasta nos dan merienda, en Venezuela a veces no había ni qué comer, agradecemos tanto amor”, dijo el joven.
El padre nos contó que ahorita está tratando de comprar 50 camarotes, ya logró comprar 50 sobre todo para que los adultos mayores, embarazadas y bebitos no duerman en el suelo, además están necesitando cajas de leche y aceite.
“Toda ayuda es bienvenida”, dijo Valverde.
Si usted quiere ayudar puede llevar alimentos o ropa a la iglesia o por medio del Sinpe 8367 7000
Migración confirmó a La Teja que 2000 migrantes ingresan diario al país, y se espera que esas oleadas se mantengan hasta diciembre.