Sucesos

Escazú vivió un desgarrador caso que terminó en muerte para una joven de 19 años y su mamá

Yinnette Tatiana Salas Molina murió de un balazo en el pecho y el responsable fue su expareja sentimental

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Desmoronada quedó la familia Salas Molina, vecina de Escazú, San José luego de ser víctimas de un hecho de violencia, que terminó con el femicidio de Yinnette Tatiana Salas Molina, de 19 años, y la posterior muerte de su mamá, doña María Leticia Molina, de 49 años.

En este enero se cumplirá una década de la muerte de Yinnette, a quien le quitaron la vida de un disparo en el pecho, la madrugada del lunes 19 de enero del 2015.

Yinnette Tatiana Salas Molina murió en enero del 2015, de un balazo en el pecho y el responsable fue su expareja sentimental. Foto: Cortesía Cherry Salas para La Teja
Yinnette Tatiana Salas Molina murió en enero del 2015, de un balazo en el pecho y el responsable fue su expareja sentimental. Foto: Cortesía Cherry Salas para La Teja

La agresión ocurrió dentro de una casa en calle El Curio, en San Antonio de Escazú, propiedad en la que vivía el exnovio de la muchacha, un sujeto de apellido Meneses, conocido como Charlie El Guaco, quien descuenta cárcel por este hecho y otros delitos. Meneses, en la actualidad, tiene 32 años.

La muerte de Yinnette desencadenó un sufrimiento enorme en toda su familia; sin embargo, la más afectada fue doña María Leticia, a quien se le desarrolló un tumor cerebral astrocitoma naplácico, y al año y tres meses también falleció.

Cherry Salas, hermana mayor de Yinnette, conversó con La Teja y relató cómo la violencia les terminó quitando a dos personas importantes de la familia.

Yinnette Tatiana Salas Molina murió en enero del 2015, de un balazo en el pecho y el responsable fue su expareja sentimental. Foto: Cortesía Cherry Salas para La Teja
Yinnette Tatiana Salas Molina murió en enero del 2015, de un balazo en el pecho y el responsable fue su expareja sentimental. Foto: Cortesía Cherry Salas para La Teja

Yinnette era la menor de cuatro hermanos, la chineada de la casa y los ojos de su papá, don Fernando Salas.

Era alumna del colegio presbítero Yanuario Quesada Madriz en San Rafael de Escazú, y le encantaba jugar voleibol.

“Fuimos criados en un entorno familiar, de buenas costumbres, siempre bajo la ley de Dios. En la mesa teníamos una conversación del día a día, nunca hubo un tema tabú. Mi hermana iba de la casa al colegio y de vuelta; además, era deportista y estuvo en el equipo de voleibol de Escazú”.

Era una muchacha hogareña, no era de fiestas y tampoco tenía vicios mientras estuvo en la casa de la mamá.

“Para nosotros fue un shock cuando un día llegó y nos dijo: ‘me voy de la casa, me voy a juntar’”, recordó Cherry.

La joven estaba a punto de cumplir sus 18 años, el retenerla no la iba a cambiar la decisión que ya había tomado, y la familia quería tenerla cerca, y que comprendiera que siempre contaría con ellos.

El hombre con el que se juntó no era conocido; no fue un noviazgo en los que visitan la vivienda de los papás y conoce a los demás integrantes del hogar.

Yinnette salió de la casa de su mamá en Vista de Oro de Escazú y se fue a vivir a San Antonio de Escazú.

“Llegamos a pensar ¿en qué momento la perdimos?”, señaló la hermana.

La familia notó que ella adelgazó mucho y cuando llegaba a visitarlos, tenía moretes en los brazos, los cuales trataba de esconder diciendo que se había golpeado mientras jugaba o hacía oficios.

“Sabíamos que estando en esa relación comenzó a consumir drogas y por eso estaba delgada. Mi mamá siempre nos dijo que por más que le quisiéramos ayudar a Yinnette era ella la que debía decidir si quería hacer un cambio.

“Ella vivía una agresión silenciosa y por miedo no denuncian, les pasan cosas y justifican lo que pasa”, recordó la hermana.

Así fue, la propia muchacha buscó a su familia y les pidió ayuda. Contactaron psicólogos y la pareja recibió un programa de tres meses de tratamiento en el Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA).

Yinnette siguió al pie de la letra todo lo que le recomendaban, y ella quería quedarse en su hogar. Por su parte, el novio no continuó con la rehabilitación, por lo que le pidieron que se fuera de la vivienda.

“Mi hermana ya no quería estar con él, tenía miedo, era una mujer amenazada, pues él le decía que le haría daño a la familia. Entonces, ella nos pidió que la ayudáramos y por eso decidimos internarla en un centro. Estuvo dos meses y medio, y cuando le dieron de alta, se quedó con nosotros. Dentro de la propiedad en la que vivimos, mi mamá le hizo un apartamento estudio en el que ella era independiente y veía por sí misma.

“Ella se iba a limpiar una casa en donde por muchos años trabajó mi mamá, y también salía a vender jocotes. Recuerdo que le gustaba alistar las bolsitas y rápido las vendía, no le daba vergüenza, regresaba a la casa y buscaba qué hacer”, narró Cherry.

La joven ya tenía un año de estar viviendo con su familia, y cualquier día del año la mamá se la llevaba hacer pruebas de dopaje y en todas salió limpia. Por esa época tenía amigas y seguía haciendo deporte; incluso, hasta conoció a otro muchacho que la visitaba en la casa. No obstante, en ella ya había temor y esto no le permitía ser feliz completamente.

Yinnette les habría confesado a sus allegados que ya no quería nada con Meneses, pero este la llamaba, la buscaba, la controlaba.

“Ella estaba haciendo las cosas bien, sus exámenes salían limpios (se refiere a que no consumía drogas estando con ellos)”, manifestó.

Yinnette Tatiana Salas Molina murió en enero del 2015, de un balazo en el pecho y el responsable fue su expareja sentimental. Foto: Cortesía Cherry Salas para La Teja
Yinnette Tatiana Salas Molina le gustaban los deportes y compartir con sus amigas. Foto: Cortesía Cherry Salas para La Teja

El viernes 16 de enero del 2015, Yinnette le dijo a su familia que se quedaría en casa de una amiga de nombre María Torres. Los papás de ambas muchachas conversaron y se pusieron de acuerdo.

El domingo por la tarde, la amiga y el papá de María, dejaron a Yinnette en la parada de buses, pero ella no llegó a la casa. A partir de ahí perdieron el contacto. Fue hasta la mañana del lunes que la mamá de la muchacha recibió la peor llamada de su vida, por parte del OIJ, en la que le informaban de la tragedia.

“Llamaron del OIJ a mi mamá, como a las siete de la mañana, para decirle que mi hermana estaba fallecida. Yo estaba llegando a mi trabajo y mi mamá daba gritos de manera incontrolable”, recordó Cherry.

Yinnette Salas Molina, fue asesinada de un balazo en el pecho en San Antonio de Escazú donde vivía su exnovio. Foto: Jorge Navarro (JDNT)

La familia nunca supo cómo fue que ella se encontró de nuevo con su expareja.

“No sabemos si él la abordó en el camino, o si ella accedió a verlo, siempre nos quedó la duda”, dijo la hermana.

En medio del dolor, Cherry quisiera que las mujeres vean lo que sufrió Yinnette y salgan vivas de una situación de agresión.

“Estos hechos de violencia pasan tanto con mujeres adultas o jovencitas, y muchas veces temen salir de estas relaciones de abuso. Uno como familia siempre debe ayudar aunque ellas estén en relaciones tóxicas en las que terminan y vuelven, uno solo debe ayudar, si eso las va a mantener vivas”, señaló.

El responsable del femicidio de Yinnette Salas descuenta la pena en la cárcel San Rafael, Alajuela. Foto:Jorge Castillo/Archivo (Jorge Castillo)

“Mi mamá enfermó el 6 de diciembre del 2015, el mismo año que murió mi hermana. Cuando la internamos en el hospital la operaron, pero solo le extirparon un 40% del tumor. Había órganos comprometidos y parece que los pacientes que tienen ese tipo de cáncer, generalmente, se desarrolla por accidentes fuertes. Es un tumor silencioso y no da muchos años de vida.

“De la mano de la historia de Yinnette, también está el caso de mi mamá, porque esa persona no nos vino a quitar una vida, sino dos”, expresó Cherry.

Doña Leticia era una mujer muy sana, le gustaba hacer ejercicios, era muy activa y es recordada como muy alegre. La enfermedad se la llevó luego del atroz ataque de su hija. La señora murió un día antes de cumplir 50 años.

Yinnette hubiese cumplido el próximo 14 de agosto sus 30 años, quizás se hubiera convertido en veterinaria o hasta sería una fotógrafa, porque amaba esas profesiones.

Cherry y ella siempre comían una porción de queque de chocolate para los cumpleaños de Yinnette. Todavía Cherry lo sigue haciendo, pese a no tener físicamente a la persona con la que compartía ese pastel.

Cherry tampoco acostumbra pasar por esta zona de El Curio, en San Antonio de Escazú, porque le duele recordar donde murió su hermana menor.

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Alejandra Morales

Alejandra Morales

Bachillerato en Periodismo en la Universidad Internacional de las Américas y licenciada en Comunicación de Mercadeo en la UAM. Con experiencia en temas de sucesos y judiciales.

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