La familia de Lilliam Montoya Madrigal, la enfermera que murió en el trágico vuelco de una ambulancia, cumplió el deseo que ella tenía cuando partiera de este mundo, el cual era ser enterrada junto a su amado padre, Teodorico Montoya.
“A Lilliam la enterraron en el cementerio en el que está el papá, a ellos los enterraron juntitos”, dijo Ana Yancy Fallas, familias de Lilliam.
Montoya, quien tenía 12 años de ser enfermera en el hospital de San Vito, falleció la noche del lunes cuando la ambulancia en la que viajaba se salió de la calle y se volcó.
El fatal accidente, ocurrido en El Empalme, en San Isidro de El Guarco, Cartago, también cobró la vida de Lizet Sandí Solano, quien tenía 30 años de ser asistente de pacientes en ese centro médico.
Ellas iban en la parte trasera de una ambulancia privada junto a una paciente de 74 años contagiada de covid-19, a quien llevaban al CEACO, en La Uruca. Al incidente sobrevivieron la paciente, el conductor de la ambulancia y una doctora que iba en el asiento del acompañante.
“El trabajo que hace el personal de salud es increíble, ellas perdieron la vida entregándolo todo, dando lo mejor en su trabajo”,
— dijo Steven Barrantes, alcalde de Coto Brus.
La mañana de este miércoles 13 de octubre decenas de familiares, amigos y compañeros de las funcionarias fallecidas se reunieron en la iglesia Nuestra Señora de Lourdes, en el centro de San Vito, para darles el último adiós.
“El golpe fue muy duro para todos los compañeros, más que una muerte así nunca se espera. Somos una familia porque pasamos más tiempo entre nosotros que con nuestros seres queridos, entonces es un golpe que nos duele a todos”, dijo Francisco Rojas, del departamento de Enfermería del hospital de San Vito.
Rojas recordó a sus compañeras como dos mujeres muy valientes, que además eran madres e hijas ejemplares, pues siempre se preocuparon por cuidar y apoyar a sus seres queridos.
“Pese al dolor que sentimos estamos contentos porque sabemos que ellas murieron haciendo lo que amaban”, añadió.
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La despidieron con alegría
Los ataúdes de Lilliam y Lizet fueron llevados hasta el cementerio de San Vito y ahí fue donde las compañeras finalmente se separaron, pues el cuerpo de Montoya fue transportado hasta el camposanto de Jabillo de Potrero Grande, en Buenos Aires, para ser sepultada junto a su papá.
Aydé Madrigal, tía de Lilliam, contó que en ese cementerio la familia realizó una pequeña ceremonia, un poco más privada, para darle el último adiós a su sobrina tal y como ella se lo merecía.
“En acción de gracias a ella por los hechos que hizo cuando pudo hacerlos quisimos despedirla alegremente, no con tristeza, porque la verdad ella se merecía que se le despidiera así, con felicidad, como ella siempre vivió.
“En el cementerio hicimos una oración por ella y luego yo canté alabanzas, porque yo trabajo en la iglesia y me gusta mucho la alabanza alegre, en ese momento sentí que necesitaba hacer eso para despedirme de ella”, contó Madrigal.
La señora recordó a Lilliam como una mujer luchadora y con un corazón muy grande, que amaba sobre todas las cosas a su mamá y a su hijo de 27 años, ellos eran su motivación para seguir adelante.
— “Ella porque fue una muchacha muy amorosa, cariñosa y sobre todo muy respetuosa, entregada totalmente a su trabajo y a su familia", dijo Aydé Madrigal. tía de Lilliam Montoya.
La familia de la enfermera contó que una de las cosas que más les duele es que Lilliam estaba a punto de cumplir su sueño de tener una casita propia, pues la construcción estaba cerca de finalizar y ella ya estaba haciendo planes para mudarse al nuevo hogar que levantó con tanto esfuerzo.
Unas heroínas
Jorge Granados, director del Hospital de San Vito, también estuvo presente en la misa para despedir a las funcionarias, a quienes describió como unas verdaderas heroínas.
“Es un día muy duro y difícil para todos, estamos muy sentidos por la partida de estas grandes heroínas, Lilliam y Lizet, a quien cariñosamente le decíamos Tita.
“Esto es parte de la vida, de servir y de saber que ellas se fueron en el cumplimiento de su labor dando el amor, la protección y el cuido al prójimo, así como siempre lo hicieron con personas enfermas, desvalidas”, dijo.
Granados dijo que tanto Lilliam como Lizet son el mejor ejemplo de cómo debería ser todo funcionario de la Caja, pues ellas siempre estaban dispuestas a ayudar a los demás con una gran sonrisa.
“Dentro de todo lo catastrófico que es esto siento una paz interna, porque ellas están bien, ellas cumplieron y murieron en su función y en su deber, dos señoras dignas de admirar que lograron salir adelante con sus familias”, añadió.