Sucesos

El Sable: "Llevo 21 años pensando que voy en una nave espacial y que algún día volveré a la Tierra"

Preso dice que ha estado en pleitos bravos pero que 'la chusma' lo respeta

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Marín usa joyas de oro que, dice, se compró cuando era maripepino. Foto: Albert Marín. (Albert Marein)

Henry Marín, el exmaripepino y violador en serie conocido como el Sable, asegura que en los 21 años que lleva preso se ha enfrentado a la muerte y a rudos pleitos con cuchillo. A eso debemos sumar las tres fugas que intentó, dos de prisión y una de los tribunales.

En 1998 fue sentenciado a 156 años de cárcel, una pena que se ajusta a 50 años, por siete violaciones (aunque las autoridades sospechan que fueron quince, pero muchas mujeres nunca lo denunciaron).

El Sable tiene ahora 45 años y confía en que saldrá libre poco antes de cumplir la media pena.

–¿En cuántas cárceles ha estado?

En dos, en La Reforma estuve primero en Máxima Seguridad por cinco años; luego estuve en Mediana Cerrada, esos pabellones son para gente peligrosa y me tuvieron ahí porque me había fugado dos veces y también porque tome de rehén a un juez durante el juicio. El año carcelario es de ocho meses y ya llevo 21 años, los últimos dos los he pasado aquí, en la cárcel de Pérez Zeledón, porque no he tenido broncas de conducta, tenía varias opciones a elegir y preferí esta cárcel porque el ambiente es más tranquilo.

–¿Se ha desesperado por estar preso?

–Estoy aquí porque me lo busqué, por inmaduro, por vicioso, por las malas juntas; pero no, no me desespero, más bien me ha tocado consolar a compañeros que les meten uno o dos años y se deprimen mucho. Yo llevo veintiún años pensando en que voy en una nave espacial y que algún día volveré a la Tierra (ríe mientras lo dice); ese día va a aterrizar la nave y cuando la compuerta se abra es porque voy a ir saliendo por el portón principal, otra vez a la libertad.

-¿Cómo es un día aquí?

Al suave, yo hago mucho ejercicio, ya saqué el bachillerato y además me he metido en cursos de todo tipo, jugamos cartas, converso con los compañeros y así se van pasando los días. Ahora yo solo soy una carga para el Estado porque ellos son los que lo mantiene a uno aquí con comida, educación y atención médica.

Guarda la cédula de cuando consumía crack (derecha) porque asegura que así no volverá a tocar la droga. Foto: Albert Marín. (Albert Marein)

-¿Usted vende cosas aquí para "sobrevivir"?

–Aquí la gente vende de todo lo que puede, la pulsea para no tener que pedirle plata a la familia. Yo hago rifas pero la chusma (compañeros) dicen que son pura estafa, pero qué va, con eso me ayudo y no les tengo que pedir a mis papás. Mucha gente hace cosas para ayudar a sus esposas e hijos.

El Sable le pega a sus compañeros para que lo tatuen. Foto: Albert Marín. (Albert Marein)

-¿Ha intentado suicidarse?

Se queda callado. En el expediente indica que durante el juicio del 2000, los agentes lo encontraron colgado de los barrotes de la celda y apenas lograron bajarlo a tiempo. Ese día fue al juicio sin camisa, los exámenes psiquiátricos siempre descartan que tenga trastornos.

-¿Tiene pareja?

–No, ni pareja ni hijos, nadie más que mis papás y hermanos, aquí los compañeros que hay por muchos delitos se llenan de fuerzas porque tienen hijos esperándolos y que los vienen a visitar.

-¿Usted tiene alguien que lo venga a ver?

Sí, mi mamá y mi papá me vienen a ver una vez al mes, ellos viven en San Juan de Dios de Desamparados y esta cárcel está lejos pero el ambiente es mejor. Mi mamá se deprimía mucho cuando iba a verme a La Reforma, pasaba hasta cuatro días deprimida. Mis papás no son como yo, ellos son buenas personas y mis hermanos también.

-¿Tiene vicios?

-Ahorita fumar, pero estuve consumiendo crack mucho tiempo y me puse tan feo que parecía un enfermo terminal. Mi mamá me preguntaba qué me pasaba porque estaba demacrado y yo no le quise contar nada; un día decidí que no más y lo dejé, por la cárcel siempre pasa droga, en Máxima Seguridad, cuando empecé la condena, a veces me pedían que guardara hasta cien gramos de cocaína en el tele porque hacía requisas.

Marín anda sus cosas de valor en una bolsa plástica. En algunos pabellones deben dormir con los zapatos puestos para que no se los roben. Foto: Albert Marín. (Albert Marein)

-Se dice que a los violadores los golpean en prisión, ¿a usted le han pegado o lo han querido matar?

-Cuando entré a la cárcel habíamos 64 en el pabellón, algunos se murieron, a otros los mataron, otros salieron y solo yo quedé. Los compañeros me respetaban y varias veces he estado en pleitos con machetes, pero al final todo se calma. La chusma me respeta, ahora aquí (en Pérez Zeledón) todo es más tranquilo. Después de tantos año ya pasé lo peor.

Silvia Coto

Silvia Coto

Periodista de sucesos y judiciales. Bachiller en Ciencias de la Comunicación Colectiva con énfasis en Periodismo. Labora en Grupo Nación desde el 2010.

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