Sucesos

El Sable ofrecía cigarros a sus víctimas y andaba siempre un salveque con una sábana

Les conversaba, presumía con ellas sus dotes de bailarín y a una incluso le ofreció un suéter porque hacía frío.

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Henry Marín Quesada, conocido como el Sable, lleva 21 años preso por violar a siete mujeres. Fue sentenciado a 156 años de prisión y desde hace dos los descuenta en Pérez Zeledón.

Reconoce que a todas "les hizo la maldad" pero no se autocalifica como un violador en serie y casi nunca utiliza las palabras violar o violación.

La primera vez que cayó en la cárcel tenía 18 años recién cumplidos. Lo acusaron de robo agravado, secuestro y abusos deshonestos; le metieron nueve años, cumplió ocho y al salir se fue para Canadá, donde trabajó cinco meses como maripepino. Al regresar a Costa Rica empezó una serie de violaciones en un charral cercano a una parada de bus frente al residencial Los Arcos, en Belén, sobre la pista General Cañas.

"Sé que les marque la vida para mal a siete mujeres, por eso estoy aquí en la cárcel y por eso me metieron una pena tan alta, por hacerles el daño, por asaltarlas", dice.

Pero a continuación cuenta algo por lo cual parece pedir reconocimiento, como si lo que hizo no fuera un delito grave.

"Deben reconocer que nunca las golpeé ni fui agresivo con ellas, a mí manera las traté bien", afirma.

El Sable cuando habla del daño que les hizo a las mujeres e insiste en que las trataba bien. Foto: Albert Marín. (Albert Marein)

Asegura que las mujeres a las que atacó estuvieron en el lugar equivocado, pero las autoridades dijeron otra cosa: él estudiaba a la víctima que elegía durante algunos minutos, incluso en un registro de "casos célebres" del OIJ, los agentes investigadores de aquella época hacen referencia a que solamente violaba mujeres de pelo negro.

"Yo no me acuerdo si eran solo de pelo negro, era la que estuviera en la parada de buses", sostiene.

En el expediente del caso se indica que Marín atacaba a mujeres entre 18 y 25 años.

"Siempre primero trataba de meterles conversación y como duraba tanto el bus para pasar me daba tiempo. Yo era guapo, siempre he tenido buen cuerpo y ellas creían que era amable de primera mano", cuenta.

Cuando ya se había ganado la confianza de las mujeres, les sacaba un puñal o una pistola, las encañonaba y las obligaba a ir al charral.

Entre las víctimas estaban trabajadoras de maquiladoras, secretarias y recepcionistas.

Durante el resto de la entrevista el exbailarín no hace más referencia a lo que ocurría antes de los ataques; incluso suele evade el tema o hable de otras cosas.

Sin embargo, durante el juicio en su contra, en el año 2000, la fiscal Yadira Godínez explicó que el Sable era un violador poco común que hasta les hablaba suave a las víctimas para que no huyeran.

Marín insiste en que los esteroides y su sed de venganza por los primeros 9 años de cárcel que le metieron por un abuso que, según él, no cometió lo hicieron seguir atacando. Foto: Albert Marín. (Albert Marein)

En el expediente consta que Marín siempre usaba zapatos de plataforma y lentes de contacto de colores, andaba el pelo largo, con gel, peinado hacia atrás y amarrado con una cola.

Algo de lo más inusual en la conducta de el Sable está que andaba siempre un bulto en el que llevaba una sábana y un plástico. Lo que hacía era extenderlos en el suelo del charral para acostar a las mujeres antes de abusar de ellas.

Y si eso le parece raro, esto lo es más. A una de sus víctimas le regaló un suéter porque hacía frío y a otra le dio un cigarrillo, pero como a la mujer le dio un ataque de tos que casi lo delata no les volvió ofrecer.

"Siempre las acompañaba después a la parada de buses, incluso a una la llevé hasta la parada en San José", confiesa el Sable.

A algunas les quitó relojes, cadenas y anillos de oro y guardaba esos objetos como "trofeos".

En el juicio se supo que a Marín le habían hecho varias pruebas psiquiátricas y se descartó que tuviera problemas mentales. Además en un dictamen médico forense se había señalado que tenía características de asesino en serie.

-¿Usted trató alguna vez de pedir ayuda para dejar de atacar a las mujeres?

–Sí, yo tenía una novia, una mujer preciosa, éramos pareja cuando yo andaba haciendo daño (violaciones), un día me emborraché y no llegué a la casa y después le conté todo lo que les había hecho a las mujeres.

–¿Y ella que le dijo? ¿Lo dejó?

–Ella me apoyó, no me dejó, más bien me dijo que ella me iba ayudar para que ya no volviera por ese lugar. Pero qué va, yo me subía en el bus y cuando me daba cuenta ya estaba sentado en la parada de Cariari.

–¿Después de lo que les hizo a esas mujeres tuvo más contacto con alguna de ellas?

–(Ríe antes de responder)...No debería decirle esto, pero fíjese que en dos casos las muchachas iban más bien contentas. En uno me dijo que no me quería denunciar, pero que las autoridades la estaban presionando, pero la verdad yo no las agredía. Todas me vieron cuando me llevaron al Complejo de Ciencias Forenses porque me acababan de detener y de una en una me reconocieron físicamente.

-¿Cuando lo detuvieron estaba en su casa?

No, estaba en la parada (de Cariari) y esa detención es un relato como de película.

*LEA MAÑANA: LA CAPTURA Y LAS TRES FUGAS DE EL SABLE.

Silvia Coto

Silvia Coto

Periodista de sucesos y judiciales. Bachiller en Ciencias de la Comunicación Colectiva con énfasis en Periodismo. Labora en Grupo Nación desde el 2010.

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