Carlo Humberto Goretti tenía el poder de convocar a decenas de personas para que vieran su espectáculo que venía del cielo. Él era un “showman” de los años cincuentas, pero esa misma pasión acabó con su vida cuando se arriesgó de más por una gran causa.
Goretti tenía 38 años cuando falleció, llegó a Tiquicia con las primeras colonias de italianos en 1952 en busca de una oportunidad, era conocido por sus atrevidas acrobacias con paracaídas, profesión que aprendió durante la II Guerra Mundial cuando fue instructor de paracaidismo y recibió gran cantidad de méritos.
LEA MÁS: El novelón: Ilusión de ver a paracaidista terminó en pesadilla
“De esa valentía se había aprovechado para en su país y en otros lugares, tirarse del avión, abrir el paracaídas y poner a la gente a aplaudirle y ganarse un dinero. En aquellos años eso era algo increíble, su sueño era darle la vuelta al mundo haciendo ese show.
"Lo conocí poco, yo tenía 20 años y mi papá tenía una finca, así fue como se nos acercó, nos parecía una locura lo que hacía, pero la gente lo admiraba, era un señor con clase, con actitud militar”, dijo Francisco Bonilla, vecino de El Guarco en Cartago.
Goretti había escuchado que los cartagos andaban buscando cómo juntar plata para construir el edificio de la Cruz Roja en el centro de la provincia, por lo que se ofreció, a presentarse y que todo el dinero que se recogiera fuera para la noble causa.
El espectáculo se programó para el 24 de mayo de 1953, en el Campo Ayala, que para aquellos años estaba ubicado en Taras de San Nicolás de Cartago, (después de la avalancha del río Reventado, en 1963, fue reconstruido en Paraíso de Cartago.
“Aquello era tan impresionante que toda la gente quería ir, mi papá me había dado unos cincos para que comprara un fresco y me fuera a ver, todos los amiguillos míos estaban muy emocionados, todos queríamos aprender a hacer lo mismo”, recordó Bonilla.
Según detallan los periódicos de aquella época: La Nación, Diario de Costa Rica y La Prensa Libre, el italiano fue llevado en un carro de la Policía de Tránsito hasta la Basílica de Los Ángeles, donde rezó por casi media hora.
De ahí salió para el Campo Ayala, donde hizo una inspección y fue trasladado a La Sabana, en San José para que se subiera en la avioneta de la empresa tica AVE que era piloteada por Fernando Cruz, así inició la hazaña que terminó en tragedia.
Minutos antes fue fotografiado como toda una estrella de la época, la gente euforica esperaba en el campo, cerca de un sembradío de frijoles, el aterrizaje del italiano.
La aeronave estaba a cinco mil metros de altura y empezó a descender un poco, la puerta de la avioneta se abrió y Goretti, ante la mirada de su público, se hizo mandado.
“Empezó a dar vueltas, como piruetas, y cargaba un gran bulto verde en su espalda, era pesado, era una gran emoción, nos habíamos puesto de acuerdo antes de que cayera para acercanos a él a saludarlo”, recordó Bonilla.
La tensión empezó cuando al hombre le faltaban 500 metros, sus piernas estaban rigidas y las manos bien pegadas a su cuerpo, los gritos no se hicieron esperar, Bonilla asegura que esperaban que fuera parte del show, pero a los 200 metros empezó a tratar de abrir el paracaídas y no lo logró, lo jaló un par de veces.
A 20 metros del suelo, abrió el paracaídas pequeño que llevaba para una posible emergencia, pero este no se desplegó y la caída dejó frío al público.
Los socorristas que participaron en la actividad, con la que iban a tener una mejor sede, corrieron para auxiliar a Goretti y a varias señoras que por la impresión de lo ocurrido se desmayaron, el famoso paracaidista había muerto.
El cuerpo quedó tapado por el paracaídas, con este mismo lo terminaron de envolver y lo llevaron hasta la morgue del Hospital Max Peralta.
Se había recaudado bastante dinero para la Benémerita y de inmediato empezaron a pedir plata para los funerales del extranjero.
Los expertos en aeronáutica de esa época se pusieron a hacer cálculos matemáticos y lograron estimar que Goretti bajó a una velocidad de 500 kilometros por hora.
El italiano fue sepultado ese mismo día en el mausoledo del cementerio General de Cartago, donde también mucha gente lo acompañó.
El paracaídas de Goretti había sido llevado a Panamá antes de la presentación para una reparación, al parecer, una falla que quedó en ese arreglo fue lo que provocó el triste desenlace.
La familia de Carlo se quedó esperando su regresó a Italia, dejó un hijo de 7 años.
Un año después de la muerte del hombre se logró construir el edificio de la Cruz Roja.