Un total de 19 víctimas fueron silenciadas por el famoso asesino serial costarricense conocido como el Psicópata y lamentablemente, no se hizo justicia para sus familias, ya que nunca pudieron detener al criminal.
Entre esos aterradores casos hubo uno en que el comportamiento del asesino fue atípico. Se trató del cuarto asesinato, el cual fue un desafío mayor para las autoridades, ya que el modo de operar del Psicópata fue muy distinto a los anteriores. Este fue el crimen de Ligia María Camacho Bermúdez, de 24 años.
El asesinato de la joven secretaria, quien laboraba en el Banco de Sangre de la Cruz Roja, estremeció a la comunidad de San Antonio de Desamparados el 15 de junio de 1987 en horas de la mañana, cuando sus padres encontraron el cuerpo. Sin embargo, el homicidio ocurrió la noche anterior, el 14 de junio.
Don Rogelio Ramírez, quien fue investigador en ese momento y ahora es abogado y escritor, tuvo que investigar el caso años después de ocurrido e incluso hablar con los familiares sobre lo sucedido cuando se le intentó poner nombre y apellidos al famoso criminal.
Ramírez contó que la noche previa al crimen, los padres de Ligia escucharon un estruendo, sin embargo, creyeron que se había tratado de un juego de pólvora, por lo que se acostaron a dormir sin sospechar nada malo.
En San Antonio, para esas fechas, había fiestas, lo cual benefició la acción del asesino.
“Luego del disparo escuchan los toques en la puerta y una voz masculina que decía: “la policía está en problemas”. Fue hasta la mañana siguiente asociaron el ruido de la supuesta bombeta con el disparo que mató a Ligia y la voz del sujeto en la puerta. No se animaron a abrir porque les pareció extraño que alguien hubiese entrado a la propiedad porque desde la acera hasta la puerta de la casa había un amplio jardín y un muro con verjas”, narró Ramírez.
Al día siguiente, cuando todos se estaban alistando, Ligia no salió de su habitación pese a que la llamaron varias veces, por lo que decidieron ir a buscarla y al abrir la puerta la encontraron en su cama con un balazo en la cabeza.
Ligia había recibido un disparo en la sien izquierda. Las autoridades llegaron al sitio, pero ya no había nada que hacer por ella y las sospechas sobre un posible asesino eran mínimas, ya que Ligia era una muchacha de buena familia, trabajaba y no se le conocía una pareja formal en ese momento.
Los agentes procedieron a levantar evidencias dentro de la casa y trasladaron el cuerpo a la morgue.
Según los relatos de los medios de comunicación, se dieron indicios de un posible crimen pasional, por lo que las luces apuntaron sobre algún exnovio. También se sospechó de un hombre que se presentó ante las autoridades judiciales a declarar, pero luego se descartó.
Con base en la escena del crimen, los investigadores se percataron de que Ligia estaba leyendo un libro sentada en su cama y que su silueta se marcaba a través de la cortina. El asesino, que estaba afuera de la casa, hizo un solo disparo.
Ramírez nos explicó que la autopsia reveló que Ligia fue asesinada con la misma arma que fueron asesinadas las otras 18 víctimas del Psicópata.
“Yo tuve un acercamiento tardío con el caso, se dio años después cuando empecé a investigar con otro compañero los casos para ver si podíamos establecer quién era el asesino. En el caso de Ligia al principio no se lograba establecer el móvil hasta que se supo el tipo de munición”, dijo Ramírez.
El experto aseguró que el sospechoso usó un arma automática que realiza un disparo y expulsa el casquillo, por lo que a partir de la bala en el cuerpo y lo encontrado en la escena se compara en los laboratorios forenses con las otras muertes y se dieron cuenta de que eso ligaba al Psicópata con esa muerte.
“Él disparó por la ventana, nunca hubo contacto físico. Con un solo y certero disparo acabó con la víctima, por lo que era alguien que tenía dominio y adiestramiento para hacer un disparo letal a través de una cortina a dos o tres metros de distancia, eso no es nada fácil y no lo hace cualquiera”, dijo Ramírez.
Esa arma en el extremo del cañón tiene forma de un embudo, como la vista por la única sobreviviente del Psicópata, cuya relato permitió hacer un retrato hablado. Ramírez asegura que las municiones encontradas en todos los casos no eran nuevas, eran de los años 53 o 54.
Ramírez asegura que la muchacha era de clase media baja, sin antecedentes, normal. El exinvestigador asegura que ellos creen que el sospechoso había vigilado a la joven en varias ocasiones desde el exterior de la vivienda, desde un árbol que estaba cerca de la ventana hasta el día que decidió matarla.
Posiblemente, esa vigilancia la realizó durante muchas noches y Ligia nunca sospechó que un hombre la miraba desde afuera.
En los casos anteriores, las víctimas estaban en lugares solitarios y despoblados, solo en el caso de Ligia ella estaba en su vivienda.
Como prueba para este caso, el OIJ dio con una huella palmar encontrada en la ventana de un carro estacionado frente a la casa de Ligia, pero esta no sirvió de nada pues no contaban con otra de algún sospechoso de los crímenes para hacer la comparación.
En San Antonio de Desamparados hay quienes todavía recuerdan lo que ocurrió y el miedo que provocó ese caso en aquellos tiempos.
“Estaba chiquilla y claro, aquí la gente recuerda el caso. Dicen que la mató el Psicópata, aunque uno siempre se quedó con la duda de quién era ese hombre tan malo y todo lo que estaba alrededor del caso era un misterio y eso fue un asunto de años. Los papás de la muchacha sufrieron mucho, ella era una muchachita buena y asistía a un grupo religioso, nadie podía creer que fuera asesinada, era una muchacha casera.
“Los papás se refugiaron en la religión y en la fe, mi abuela los conocía, sobre todo al papá, fue un gran dolor para ellos porque pasaron esperando que se hiciera justicia, pero creo que en algún momento le pusieron a Dios todo en sus manos, eran personas de mucha fe. Hay un sinsabor de qué fue lo que pasó, por qué la mató si ella no le hizo nunca daño a nadie, por qué tanta maldad, aunque en lo que uno lee de ese caso esa persona era salvaje y despiadada”, dijo Ruth Fallas, vecina de San Antonio.
Don Rogelio asegura que el sospechoso frecuentaba un bar en San Antonio de Desamparados y una gasolinera donde había trabajado. Además, había estado en la Policía y conocía la zona como la palma de su mano.
“Recuerdo que en algún momento hablé con una hermana y una prima de Ligia, ellas aseguraban tener un destello de esperanza en que las autoridades en algún momento hicieran justicia, pero no pasó”, dijo.
Libro
Don Rogelio asegura que los 19 casos todavía le roban el sueño, al punto que escribió el libro La Voz de los Muertos.
“Esto me quita el sueño porque los crímenes se dan en condiciones dantescas, la gente tenía la percepción de que se iba a resolver, fueron 19 víctimas, que eran torturadas, violadas, despedazadas, heridas no solo con arma, sino con puñal, once mujeres y el resto hombres que fueron asesinados solo por estar con sus parejas. Solamente Ligia y Marjorie (Padilla) fueron atacadas cuando estaban solas”, recordó.
Detalles del Psicópata
La hipótesis de Ramírez y otro compañero que investigaron unos restos hallados en el Zurquí, es que estos correspondían a un hombre de apellido Urbina, el mayor sospechoso de ser el Psicópata.
Según el perfil, Urbina era nicaragüense y llegó al país en 1979, se casó con una costarricense con la que se fue a vivir a Río Azul, Desamparados. Además, trabajó como pistero y en la Policía Metropolitana.
Ramírez también reveló que Urbina trabajó en la delegación de la policía en Curridabat, la cual cubría una parte de Tres Ríos, zona que formó parte del llamado “Triángulo de la Muerte”, en la que actuó el Psicópata.
Un oficial le contó a los investigadores que a Urbina le dieron una subametralladora M3 y antes de renunciar a la policía reportó esa arma como desaparecida. El calibre era el mismo usado por el Psicópata.
“La esposa de Urbina confesó a un periodista que ella sabía que él estaba ligado a esos homicidios”, dijo Ramírez.
Además, la mujer comentó que el hombre se iba con frecuencia de “cacería”.
Crímenes
Aunque ya han pasado 37 años del primer asesinato, los tristes recuerdos siguen intactos, así como la esperanza de tener la certeza de quién fue el criminal. La Corte Interamericana de los Derechos Humanos está a la espera de que Costa Rica les contesté una petitoria en la que explique por qué las familias de las víctimas no tuvieron justicia.
Los ataques del Psicópata empezaron el 6 de abril de 1986 y el último ocurrió el 25 de octubre de 1996.
Cuando la gente piensa en el Psicópata su mente se traslada a las montañas de Alajuelita, a la cruz donde fueron asesinadas siete mujeres.
Las víctimas fueron Marta Eugenia Zamora Martínez, de 41 años, y sus hijas María Gabriela, de 16 años; María Auxiliadora, de 11, y Carla Virginia, de 9; además de sus sobrinas Alejandra, de 13 años; Carla María, de 11, y María Eugenia de 4.
Según explicó Ramírez, Urbina estuvo en la guerrilla nicaragüense y en octubre de 1985 entró con tres guerrilleros más a los campamentos de ARDE (Alianza Revolucionaria Democrática) ubicados en las montañas de Alajuelita, precisamente en abril de 1986.
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Esa información Ramírez la supo porque entrevistó a Edén Pastora, el famoso Comandante Cero, para corroborar que Urbina fue parte de la guerrilla.
Pastora le dijo recordar perfectamente que a finales del 85 esas personas eran del Frente Democrático Nicaragüense y fueron infiltrados en su grupo guerrillero para entrar a Costa Rica.
“Pastora asegura que ese grupo vino a Costa Rica con la misión de ejecutar un ataque, para afectar la ayuda humanitaria que Costa Rica le daba a ARDE (Alianza Revolucionaria Democrática), el golpe tenía que ser importante para generar resultado (causar efecto entre los ticos), y así fue, después de la masacre, ARDE desapareció”, recordó.