Doña Flor Jiménez y su familia no pudieron celebrar estas fiestas navideñas y de fin de año como siempre lo hacían porque en sus corazones aún está el dolor de haber perdido la casita en la que vivieron por casi 20 años.
Ellos forman parte de las 27 familias que tuvieron que abandonar sus viviendas en la urbanización Valladolid, en San Miguel de Desamparados, a consecuencias de un enorme deslizamiento que destruyó las casas del lugar y que sigue avanzando con mucha fuerza.
“Yo empecé a vivir ahí en el 2001, compré la casita con un bono de la vivienda. En ese momento mi hijo tenía 7 años, ya al tiempo formalicé con mi pareja y ahora tengo una muchacha que tiene 17 años”, contó.
Doña Flor dice que este 24 de diciembre fue muy difícil para su familia, sobre todo para su hija, pues los afectó mucho estar lejos de su hogar. Además, están pasando por un momento económico bastante complicado, por lo que no tienen cabeza para pensar en celebraciones.
“Desde ahí (desde la urbanización) se ve todo Higuito y parte de Aserrí, entonces para el 24 y 31 de diciembre la gente de esos lugares siempre tira fuegos artificiales, todos los vecinos nos tirábamos a las calles para verlos. Ahora el 24 mi hija rompió en llanto al recordar eso”, dijo.
Jiménez asegura que este 31 de diciembre tampoco podrán disfrutar de esos juegos de pólvora que tanto les gustaban, aunque ha escuchado que otros vecinos afectados tienen ganas de regresar un rato al barrio, esto pese a que ahí se construyó una tapia con latas para que nadie pueda entrar.
Difícil situación
Jiménez y su familia tuvieron que abandonar su hogar el pasado 22 de setiembre, y de momento están alquilando una casita en San Miguel de Desamparados, pero antes de llegar ahí pasaron momentos muy complicados.
“Luego de salir de nuestra casa, una amiga nos prestó un cuarto por unos días, y ahí estuve viviendo con mi hija, mientras que mi otro hijo se iba a dormir donde un amigo.
“Ese momento fue muy difícil, porque además de las cosas de mi casa, yo tengo cuatro perritos y dos gatos, entonces estaba con la desesperación de ver qué hacía con los animales y los muebles”, recordó.
Doña Flor contó que en ese momento de angustia apareció otra amiga, quien se convirtió en un ángel para ella y su familia.
“Ella ofreció alquilarme esa casa en San Miguel, me dijo que no importaba cuánto me diera el IMAS, que estaba dispuesta a ayudarme con la casita, hasta me dijo que me podía llevar a todos los animalitos”.
Según Jiménez, el IMAS los ayudó con el alquiler de los meses de octubre y noviembre, pero ahora están viendo cómo hacen para reunir la platita para pagar este mes.
“Nos han dicho que el Banhvi y el Ministerio de Vivienda nos van a ayudar, pero en todo lado nos dicen que el bono que nos van a dar es de ¢7 millones, y las casas más baratas que hemos visto no bajan de ¢30 millones.
“El mejor regalo es que nos den una solución de vivienda, no importa si es una casita con solo dos cuartos”, dijo la señora.