Un doble milagro tiene viva y bien a doña Xindy Spence Hibbert, la mamá de Keysher Fuller, lateral del Municipal Grecia que en marzo confirmó que jugará con el Herediano la temporada siguiente.
Keysher es afortunado porque tiene con él a su madre, una limonense esforzada que sobrevivió a una bala perdida que le reventó el cráneo al ingresarle por la sien izquierda y salir por la parte superior de la cabeza.
Esto ocurrió el 30 de marzo del 2000 en el barrio de Corales II, Limón, cuando Xindy tenía 22 años y solo habían nacido tres de sus cuatro hijos: Kieerie, Keysher y Arphenye, de seis, cinco y cuatro años, respectivamente. Aún no había nacido Keybrand.
Balacera al atardecer
Xindy se topó con la muerte de frente y solo porque resultó favorecida con un doble milagro –como se lo dijeron médicos del hospital Tony Facio cuando salió del coma– es que hoy puede contar el cuento.
“Ese día, como a las cinco de la tarde, quedé atrapada en medio de un fuego cruzado protagonizado por muchachos de dos bandas enemigas”, recuerda.
Fue alcanzada por un plomo mientra iba entrando a la casa después de haber ido a hacer un mandado a la pulpería.
En aquel momento trabajaba duro para consolidar su venta casera de repostería y comida caribeña. Hoy trabaja en lo mismo, una actividad que le ha permitido sacar a sus hijos adelante.
Después caer herida no supo nada más hasta que despertó en Cuidados Intensivos del Tony Facio. Había estado dos días en coma.
Los médicos le habían adelantado a doña Sandra Hibbert, la mamá, que, de sobrevivir, Xindy probablemente quedaría como un vegetal. Pero nadie esperaba lo que iba a pasar.
“Un día mi madre estaba mi lado. Estábamos rodeadas de médicos. Uno se acercó y me dijo que yo era un milagro porque había sobrevivido a un balazo que había ingresado por un costado de la cabeza y había explotado en el cráneo antes de salir”.
“Ese día, uno de ellos me preguntó: 'Xindy, ¿es capaz de moverse y de ver si puede sentarse? Yo hice caso y el asombro de sus caras fue indescriptible. Entonces me consultaron si podía mover las piernas y también lo hice”, detalle.
Fue cuando le manifestaron que había sido favorecida con un segundo milagro: que no hubiera efectos secundarios del disparo.
La única consecuencia perceptible fue un dolor de cabeza de relativa intensidad.
Un ángel desconocido
Luego de un par de días la pasaron de Cuidados Intensivos a un salón regular. Su recuperación tenía a todos con la boca abierta.
“Una tarde, con mamá al lado, me percaté de que había un muchacho a la par. Nunca supe en qué momento apareció y cuánto tiempo tenía de estar ahí", recuerda.
De varias preguntas que le pudo haber hecho al joven, le consultó si era de Limón porque le parecía haberlo visto antes.
El muchacho la volvió a ver, sonrió y le contestó: “Sí, porque yo soy de aquí, de allá y de todas partes”.
La forma cómo había aparecido, sin que ninguna se hubiera percatado y la manera de responder le causó un inesperado desasosiego a su mamá, pero Xindy sintió que se llenaba de paz.
Entonces le volvió a preguntar: "¿a usted lo he visto en Limón?" y el hombre contestó "puede ser, pero también pudo haber sido en Siquirres o en San José...”.
Esto sucedía mientras ella y su mamá estaban solas porque no era hora de visita.
“Observé a mamá y la vi nerviosa. Yo no lo estaba”, señala.
El muchacho, según recuerda, le comentó que ella estaba “rodeada de ángeles”.
“Dios la tomó en sus dos brazos y la volvió a poner aquí por tres razones: sus tres hijos. Ellos jamás estarán desprotegidos. Usted regresó a este mundo por un objetivo concreto, Dios se lo hará saber en un futuro”, le dijo el desconocido.
De inmediato aquel misterioso joven informó que se iba y salió del salón.
Xindy quiso preguntarle el nombre y le pidió a su mamá que lo llamara. La señora caminó unos tres metros y al llegar a la salida ya no estaba. Había desaparecido.
“Al frente estaba la pequeña oficina del servicio de Enfermería de ese piso. Mamá les preguntó a dos enfermeras por dónde había tomado el muchacho y la respuesta fue que por esa puerta no había salido nadie”.
Unos meses más tarde, ya recuperada, Xindy fue a ver un juego de Limón en el estadio Juan Gobán y en la planilla del cuadro verdiblanco vio al muchacho.
Inmediatamente fue hacia él, le recordó la experiencia y cuando le preguntó el nombre, el joven le respondió que él no era.
“Lo que me dijo fue que tal vez se había tratado de un hermano suyo muy parecido a él que había sido misionero, pero que había muerto años atrás”, confesó.
Luego de un mes y medio de obligada incapacidad, Xindy retomó su negocio familiar con mucho más empeño.
“No podía estar sin hacer nada. Era una mujer bendecida por un milagro, me sentía muy feliz y llena de fuerzas para luchar por mis hijos que, gracias a Dios, todos son buenos muchachos”, dijo.