La familia de don Rigoberto Hernández Vargas, de 68 años, lleva 11 años esperando tener una respuesta sobre su desaparición y que hasta este año será declarado fallecido.
Los familiares, de este profesor pensionado, no han dejado de pensar en él y su caso es una incertidumbre. Son demasiadas las preguntas sin respuestas, como nos contó su hijo, Federico Hernández, quien dijo que ahora tratan de mantener en sus corazones los buenos recuerdos que les dejó su papá, por lo que cada 26 de enero, fecha en que desapareció, realizan misas de recuerdo en su honor.
Por muchos años, los familiares lo buscaron y esperaron recibir alguna pista sobre su paradero, pero la investigación por el caso quedó archivada en un expediente.
Los bienes del señor y sus cuentas bancarias quedaron sin movimientos por años, congelados, pero como él veía por su esposa, la familia inició un proceso largo, doloroso y tedioso para el que tuvieron que contratar un abogado que iniciara un trámite legal en el Juzgado Civil con el fin de que le diera la orden al Registro Civil de declarar fallecido a Hernández, con el fin de que sus bienes puedan ser dispuestos por su esposa e hijos.
“El proceso ha durado años a nivel de juzgado, pero justo la sentencia salió hace poco”, comentó Federico.
Lo que más le duele a la familia es que ellos saben que a su papá algo malo le pasó, porque él jamás hubiera dejado a su familia, ya que era un esposo y papá amoroso que se desvelaba por su familia, por siempre estar para ellos. Además, los hechos se dieron de manera muy extraña.
¿Pero qué pasó ese 26 de enero?
Don Rigo, como le decían de cariño, vivía en San Pablo de Heredia y estaba pensionado, pero se dedicó a dar clases de artes industriales, así que estaba en un momento de su vida en el que aprovechaba y disfrutaba de la compañía de su esposa, María Gamboa, y de sus tres hijos y de sus nietos.
Los esposos compraron una finca en El Cairo de Siquirres donde querían ir a disfrutar de la tranquilidad que tenía ese lugar.
Según Federico, su papá desde el momento en que se pensionó iba con su mamá a la finca cada 22 días. La pareja quería sembrar y tenerla bien bonita. La gente de la comunidad se conocía y ellos ya se habían convertido en parte de ellos.
Aquel 26 de enero don Rigo estaba solo en la finca, cuando algo que a la fecha es un misterio ocurrió y provocó que el señor dejará el plato de la comida que estaba disfrutando para subirse a su carro y regresar a su casa en San Pablo de Heredia.
El profe nunca llegó a su casa, viajó por la ruta 32 y ese día, horas más tarde, su carro, un Hyundai Galloper apareció abandonado en el cerro Zurquí.
La puerta del conductor estaba abierta y el asiento tirado hacia adelante, las llaves en la trompa y una caja con herramientas regadas.
La alerta se dio y no solo la Cruz Roja y los agentes del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) llegaron al sitio para buscar en la inmensidad de aquellas montañas, pero pese a que los socorristas peinaron la zona, una semana después la búsqueda fue cancelada porque no encontraron ni una sola pista que los hiciera pensar que él estaba ahí.
“Eso lo deja a uno marcado, no había ningún motivo para que mi papá desapareciera, era un señor que no tenía problemas legales con nadie, disfrutaba de su pensión y no tenía deudas”, dijo Federico.
La familia incluso no se quedó con solo el trabajo de la Policía Judicial, ellos contrataron a investigadores privados.
Al principio pensaron que don Rigoberto fue secuestrado, pero nunca hubo ningún contacto, por mucho tiempo hasta tuvieron una línea para recibir pistas sobre el caso, pero nadie llamó.
Según los familiares, el carro fue llevado a Medicatura Forense, pero no recolectaron huellas y hay un video del señor donde se ve preocupado mientras echa gasolina en una bomba y hay dos carros cerca que no cargan combustible. Algunos testigos vieron que dos carros iban detrás del señor, durante su trayecto por el Zurquí.
“Todo quedó exactamente igual, el caso prácticamente lo archivaron como todos los casos similares”, dijo el hijo.
Don Federico asegura que para su mamá tantos trámites han sido agotadores, ella sigue viviendo en la misma casa, y para ella fue muy duro ceder la ropa de don Rigo, varios años después.
Luego de tanta espera, los hijos han asumido que su papá falleció y que a ellos los seguirán acompañando el sentimiento de muchas otras familias que también sufren por la desaparición de un ser querido.