El sacerdote Marcos Morales, de 41 años, y quien está a cargo de la parroquia de Sardinal de Carrillo, en Guanacaste, debió hacer uso de su arma de fuego este miércoles 13 de enero frente a una situación de emergencia.
Fue para enfrentar a un hombre que había atacado a una mujer con un cuchillo en esa localidad guanacasteca.
El cura tiene el arma desde el 2008 (año de su ordenación) y desde el 2012 cuenta con el permiso de portación, pero fue hasta el miércoles por la noche la disparó por primera vez en tres ocasiones.
El sospechoso del ataque es un hombre de apellidos Canales Gallo, al que la Fiscalía Adjunta de Santa Cruz investiga por tentativa de homicidio, incumplimiento de medida de protección, privación de libertad agravada y restricción a la autodeterminación.
El juzgado de la zona le impuso 15 días de prisión preventiva, ya que este caso se lleva por flagrancia. La audiencia quedó para el 20 de enero.
Hablamos con el cura Morales para conocer qué ocurrió.
“Me di cuenta después de que (Canales) es una persona muy violenta, me dijeron que tiene antecedentes graves”, aseguró. Efectivamente, ya era un conocido de las autoridades.
Además del arma, el cura tiene perros de seguridad que cuidan la parroquia y 16 cámaras alrededor. Una de estas grabó el ataque de Canales a la mujer.
Como todas las noches, ese miércoles el sacerdote había sacado a sus perros a pasear para desestresarlos y cuando estaba de regreso oyó gritos en la calle. Ya estaba entrando a la casa y, por seguridad, llevaba el arma.
“No sabía que era una mujer (a quien estaban agrediendo), vi que era una agresión fuerte y llamé a las autoridades. Como vi que era bastante serio salí para ver si podía ver qué era lo que estaba sucediendo. En eso escuché que las personas en la calle le dijeron a la Policía que el hombre se había metido a la casa (cural)”.
“Me lo topé de frente y mi acción fue decirle ‘¡deténgase!’, porque la iglesia está en un terreno de una cuadra y fácilmente podía escapar o esconderse. Él no hizo caso, fue donde tuve que hacer dos detonaciones al suelo y lo que hizo fue subirse a una malla y anduvo corriendo por todo el techo de la casa”, explica el sacerdote.
Canales se escondió detrás de unas matas del jardín, un perro lo vio y entonces trató de escapar. El sacerdote lo siguió y lo vio cuando pretendía brincar un muro.
“Le dije nuevamente ‘¡deténgase, si no se detiene hago uso del arma!’, disparé hacia la tierra y ahí se detiene. Suena feo, pero lo tenía encañonado, en eso llegó la Policía y lo lograron capturar”, recordó el cura.
Por aquello...
El cura explica que entre las razones por las que decidió tener un arma de fuego es que muchas veces debe recorrer distancias largas.
Cuenta que, por ejemplo, un fin de semana puede llegar a recorrer hasta 200 kilómetros, ya que los pueblos que debe visitar están muy distanciados unos de otros.
El 16 de diciembre del 2020 el sacerdote tuvo una reunión con autoridades de la Fuerza Pública para pedir más apoyo policial en esa zona.
“A veces uno tiene que ir en medio de potreros y la gente ya sabe el horario que tiene el padre y por cuáles zonas pasa, se dan asaltos; por ejemplo, cuando estaba en Nicoya por el puente La Amistad siempre había asaltos”, menciona.
El cura recordó el caso del sacerdote Límaco Rodríguez, quien --también en Sardinal-- fue vapuleado por un drogadicto que se metió por el techo y por poco lo degüella.
Respecto a su preparación con el arma, dice: “He hecho todos los cursos, voy al polígono de Liberia, llevo todo el entrenamiento porque uno no sabe en qué momento alguien vaya a hacer una mala acción”, argumenta.
Explica que no es el único que anda armado y que los capellanes de la Fuerza Pública también lo están.
“Esto no es que cualquiera que ande un arma de fuego la ande enseñando, uno no debería hacer uso de ella, pero en algunos casos es necesario, como el miércoles”, explicó.
Sabe bien que tener un arma de fuego significa también riesgos y responsabilidades.
El cura tiene el permiso de portación al día, la renovación más reciente fue en el 2020 luego de pasar los exámenes psicológicos y demás pruebas.
Regularmente va al polígono y no es por una cuestión de gustos, sino de responsabilidad para afinar la puntería y para mantener el arma ajustada y limpia.