Aunque llegaron hasta el máximo de las penas, el Tribunal Penal de Cartago explicó, que la condena de 121 años que le recetaron al hombre responsable de asesinar de forma atroz a toda una familia en Santa María de Dota, se quedó muy corta.
Este viernes se cerró el último capítulo de esta triste historia que inició el 29 de marzo del 2015, cuando las autoridades encontraron los cuerpos de Ramón Suárez, de 50 años, su esposa Haydée Miranda, de 32 años y sus dos hijos: Abraham de 11 y Elena María de 9 años.
El hombre detrás de esta masacre es el nicaragüense Jairo Díaz Aragón, de 44 años, quien en nuestro país se hacía llamar Delvis José Bonilla y Róger García Borges.
El juez Alexánder Salazar fue quien leyó la sentencia, indicando que a Díaz le atribuían un delito de homicidio calificado (35 años), tres homicidios simples (18 años por cada uno), dos delitos de violación en perjuicio de la niña (16 años por cada uno) y un delito de hurto simple (un mes).
“El tribunal considera que las penas máximas por estos delitos más bien se quedan cortas, toda vez que consideramos que al encartado le hace falta realizar un proceso de rehabilitación para poder volver a la sociedad, que si acaso esperamos se pueda alcanzar en esos 50 años”, explicó el juez.
Como lo explicó Salazar, aunque el pinolero fue condenado a 121 años, solo pasará 50 en el tabo, pues este es el máximo tiempo de reclusión que permite el Código Penal de Costa Rica. Por lo que saldría a los 94 años.
De forma bestial
Durante la sentencia el juez Salazar le tiró durísimo a Díaz, diciéndole que él actuó sin motivo alguno de forma vil y bestial, especialmente en contra de la pequeña Elena María.
El juez dijo que la niña era la víctima más vulnerable de todas, pero aún así, el hombre la atacó sin ninguna misericordia al amarrarla a una cama, le tapó los ojos con un trapo y también la amordazó.
“Es una niña a la cual se le privó hasta la posibilidad de llorar cuando estaba siendo víctima de esto, se le privó hasta de la posibilidad de pedir misericordia con la mirada por lo que se le estaba haciendo”, dijo Salazar.
La Bestia se ciñó de la misma forma con Abraham y Haydée, a quienes apuñaló por la espalda, mientras que a don Ramón lo dejó prácticamente irreconocible, escena que reflejaba “el odio y el desprecio que hubo detrás de este asesinado”, señaló Salazar.
“A estas personas se les dejó botadas en la montaña como si fueran basura, en el caso de los dos padres y el niño se les dejó botados en la montaña para procurar que nunca fueran encontrados. En cuanto a la niña ni siquiera tuvo la misericordia de soltarla de sus amarras”.
Declaración clave
Además de las múltiples pruebas que ligaban al nicaragüense con el crimen, una de las claves de su condena fue la declaración dada por Hannia Muñoz, expareja del asesino.
El juez Edwin Reyes explicó que doña Hannia tuvo el valor para contar que ese trágico día Jairo llegó a la casa, cubierto de sangre, y le confesó que había matado a la familia y violado a la niña. Según el juez, la única forma de que la mujer supiera todos los detalles fue porque el mismo asesino se los había contado.
Durante toda la sentencia Díaz mantuvo su mirada fija en los jueces, mientras mantenía su manos entrelazadas delante de su cara, el hombre no tuvo mayor reacción al escuchar lo que le decían, únicamente parpadeaba mucho, como cuando alguien quiere llorar a la fuerza.