“Por traidores esto pasa, José”, decía el mensaje escrito en el rótulo que estaba pegado al cuerpo de Eduard Bedoya Llanos, quien murió decapitado, aparentemente, a manos de la banda de Erwin Guido Toruño, alias el Gringo.
La existencia de ese mensaje fue dada a conocer la mañana de este lunes durante el juicio contra 12 miemtbos de la banda de Toruño acusados por los homicidios de Bedoya y de Frank Steven Alfaro Murillo.
El crimen fue descubierto la madrugada del miércoles 13 de diciembre de 2017, cuando las autoridades encontraron los cuerpos de Bedoya y Murillo dentro de una microbús a la que detuvieron cerca del parque La Sabana.
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Por este caso el Ministerio Público acusó a doce hombres de apellidos Díaz, Valencia alias Cali; Ávalos, Alvarado, Quirós (alias Sobrino), Pérez (llamado Alex), Campos, Díaz (alias Mara), Salazar (alias Peluquero), Rodríguez (alias Maica), Martínez y a una mujer apellidada Jiménez y mejor conocida como “Techno Queen”.
La fiscala Gianina Gutiérrez Herrera explicó que en los homicidios también participaron tres menores de edad, a los que se les sigue una causa aparte, y al menos cinco sujetos que todavía no han sido identificados.
Plan macabro
Según la acusación leída por Gutiérrez, la banda del Gringo había planeado los homicidios de Bedoya y Alfaro entre la noche del 12 de diciembre y la madrugada del 13 de diciembre de 2017 como una venganza por una supuesta traición al grupo.
Para cumplir con su cometido la banda decidió alquilar una casa en San Rafael de Alajuela, la cual se convertiría en la sala de tortura de los dos hombres. Según la Fiscalía, los acusados se referían a la casa como el “veinte”.
La fiscala explicó que el primero en caer en manos de Toruño y de sus secuaces fue Bedoya, a quien cinco sujetos, aún no identificados, atacaron cuando viajaba en moto por Pavas.
“En ese instante los encartados conducían un vehículo el cual colisionaron contra la motocicleta de Bedoya, para luego, mediante la violencia, someterlo y subirlo a la microbús”, detalló Gutiérrez.
Engañado
En el caso de Alfaro Murillo la banda no tuvo que capturarlo de forma violenta, pues a punta de un engaño lograron que él llegara hasta la casa de seguridad en San Rafael de Alajuela.
“En común acuerdo con los miembros de la banda y bajo una promesa remunerada, Jiménez (Techno Queen) se aprovechó de la amistad que la vinculaba con Alfaro Murillo y lo engañó para llevarlo hasta la casa en Alajuela”, añadió la fiscala.
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Apenas puso un pie dentro de la casa, según Gutiérrez, Alfaro fue atacado por el Gringo y sus hombres, quienes lo amarraron de pies y manos para luego llevarlo hasta la habitación en la que tenían a Bedoya.
Sufrimiento desmedido
Según la fiscala, una vez con las dos víctimas reducidas a la impotencia la banda procedió a causarles un “sufrimiento desmedido” con armas filosas.
Al parecer, los hombres se ensañaron con Bedoya y usaron sus armas para decapitarlo, luego le pegaron el mensaje amenazante.
“Envolvieron su cuerpo en una bolsa plástica negra amarrada con cinta adhesiva plateada con varias vueltas a su alrededor, con un letrero en letra naranja que indicaba ‘por traidores esto pasa, José’; luego colocaron otra bolsa plástica negra que cubría la mitad superior del cuerpo y además en un maletín azul con negro metieron la cabeza”, detalló Gutiérrez.
En el caso de Alfaro, el Ministerio Público explicó que este también fue víctima de brutales ataques y que finalmente falleció como producto de una asfixia por estrangulación.
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“Posteriormente los acusados procedieron a envolverlo en una camiseta ensangrentada y sucia, así como en una sábana”, añadió la Fiscalía.
Luego subieron los cuerpos a la microbús, y según Gutiérrez, los que recibieron la orden de deshacerse de los cadáveres fueron Alvarado, Ávalos, Pérez y Campos. Fueron ellos a quienes detuvo la Policía cerca de La Sabana.
Mucha seguridad
La seguridad en la sala de juicio fue una de las cosas que más llamó la atención este lunes, pues en total había 24 agentes del OIJ vigilando a los acusados, es decir, dos por cada uno de los sospechosos.
Además, del lado de la fiscala había tres oficiales de la Unidad de Protección de Funcionarios Judiciales, quienes la custodiaron hasta para ir a almorzar.
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Como parte de ese protocolo de seguridad los jueces indicaron que los acusados pasarán durante todo el debate esposados con las manos hacia adelante.
La abogada de dos de los imputados les pidió a los jueces que les quitaran las esposas a sus representados para que estuvieran más cómodos, sin embargo, solo se llevó una buena regañada, pues el tribunal le explicó que ellos no iban a debatir sobre las medidas de seguridad establecidas.