En su larga carrera como agente del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), de la Sección de Inspecciones Oculares, Egon Arroyo tuvo que atender muchísimas escenas de crímenes y accidentes; sin embargo, en su mente hay un caso que sigue muy presente, por el hecho de que se trató de un homicidio múltiple en el que él conocía a varias de las víctimas.
Ese caso, que aún se pasea entre los recuerdos de Arroyo, también es recordado por miles de personas, pues se trató de uno de los hechos más tristes en la historia del país: la masacre de la Cruz de Alajuelita, la cual habría sido cometida por el hombre conocido, mediáticamente, como el Psicópata.
Aunque para el momento de ese crimen, ocurrido el 6 de abril de 1986, Arroyo ya contaba con basta experiencia atendiendo escenas de crímenes muy sangrientos, ese caso fue muy diferente para él, pues no pudo evitar que se le hiciera un nudo en la garganta al enterarse de que, entre las fallecidas, estaban varias chiquitas que eran vecinas del mismo barrio en el que él vivía.
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“Eso fue lapidario, algo verdaderamente terrible, saber que eran esas chiquitas a las que habían matado de esa forma. Para mi mamá fue increíble, ella estaba muy impactada y afectada, realmente todos en el barrio estábamos así”, contó Arroyo.
Las víctimas de ese atroz crimen que marcó al país para siempre fueron Marta Eugenia Zamora Martínez, de 41 años; sus hijas María Gabriela, de 16, María Auxiliadora, de 11 y Carla Virginia Salas Zamora, de 9, así como sus sobrinas Alejandra, Carla María y María Eugenia Sandí Zamora, de 13, 11 y 4 años, respectivamente.
El exagente manifestó que las niñas más pequeñas eran las que más llegaban a la casa de su mamá para comprar los helados que vendían en aquel entonces.
”Mi mamá en ese tiempo vendía helados, ella ya falleció hace como dos años, y esas chiquitas estaban en la escuela de Hatillo 2, y mi mamá vivía a 50 metros de la escuela, entonces siempre que las chiquitas pasaban mi mamá y yo las atendíamos”, recordó Arroyo.
Por cosas del destino ese no fue el único caso relacionado con el Psicópata en el que Egon tuvo que trabajar, pues por su labor en el OIJ también le tocó tomar fotos y recolectar evidencias en tres crímenes que ese violento asesino habría cometido.
”El caso de Alajuelita fue muy complicado, porque se trataba de varios cuerpos, sobre todo de las chiquitas; lo que más impacto es que yo conocía a esas chiquitas, eso fue algo que me dejó marcado para toda la vida”.
— Egon Arroyo, exagente del OIJ.
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Escena que nunca olvidará
Ese macabro crimen, que fue el primero que se le atribuyó al llamado Psicópata, ocurrió hace 38 años, cuando decenas de personas asistieron a un acto litúrgico en el cerro San Miguel, en el cantón josefino de Alajuelita.
La participación de Arroyo se inició luego de que la Sección de Inspecciones Oculares fue alertada sobre el hallazgo de varios cuerpos encontrados en el mencionado cerro. Para ese momento Egon ni siquiera se imaginaba la clase de escena que se iba a encontrar.
“Cuando llegamos vimos que había como unos agujeros grandes, que seguro los hicieron para algún cultivo, o porque que se iban a llevar tierra a otro lugar, y ahí estaban los cuerpos tirados dentro en esos espacios”, recordó.
Según Arroyo, lo más impactante vino después, pues cuando le tocó tomar las fotografías para el caso descubrió que la mayoría de las víctimas eran niñas pequeñas.
“Cuando vimos que eran niñas tan pequeñas lo que uno se preguntaba era cómo era posible que hubiera gente capaz de hacer algo así. Fue horrible ver que eran niñas, que no tuvieron la oportunidad de crecer”, agregó.
No las reconoció en el momento
Pese a la amplia experiencia que tenía, Egon no ocultó que la atención de ese caso fue muy difícil para él, solo una persona sin sentimientos podría permanecer indiferente ante una escena tan desgarradora como la que encontraron.
“Imagínese que todavía a mí me tocó ayudar al médico a enderezar los cuerpitos y todo eso para trasladarlos; eso fue algo que uno jamás se iba a imaginar”. mencionó.
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Arroyo confesó que para ese momento aún no se había dado cuenta de que esas niñas eran sus vecinas. El exagente dijo que por las circunstancias el hecho él estaba tan centrado en sus labores que no logró reconocerlas a simple vista.
“Al principio yo no sabía que se trataba de ellas, yo las vi y me parecían conocidas, pero como no estaban con uniforme de escuela no pude reconocerlas en el momento. El impacto fue después cuando hicieron el reporte y dijeron que eran de Hatillo, luego me di cuenta que eran las mismas chiquitas que llegaban a la casa a comprarnos helados”, destacó Arroyo.
“Como eran personas cercanas por el hecho de que uno las veía muy seguido es que en la mente de uno se empieza a pensar que cómo habrá pasado eso, que por qué lo hicieron”.
— Egon Arroyo, exagente del OIJ.
Poco después Arroyo también se dio cuenta que doña Rosario Zamora, la mamá de Alejandra, Carla María y María Eugenia Sandí Zamora, había sobrevivido a ese hecho, pues no subió al cerro con sus demás familiares. Para él fue muy doloroso enterarse de la tragedia que estaba viviendo esa mujer, a la que muchas veces le vendió helados para sus tres hijitas.
Detrás del Psicópata
Ese triste hecho ocurrido en la Cruz de Alajuelita no fue el único contacto que Egon tuvo con el caso del Psicópata, pues de los 19 crímenes que se le atribuyen a ese criminal, Arroyo tuvo que recolectar evidencias y tomar fotografías en otros dos casos.
El primero de esos se dio en agosto de 1988, cuando se produjo el homicidio de los novios Víctor Julio Hernández y Aracelly Astúa, de 18 y 15 años, respectivamente, hecho que ocurrió en San Vicente de La Unión. La pareja regresaba de una fiesta y en un camino solitario de dicha localidad fue interceptada y ejecutada.
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El siguiente hecho en el que Arroyo tuvo que tomar fotos y recolectar indicios ocurrió el 26 de octubre de 1996; en esa ocasión, se trató del homicidio de los novios Mauricio Cordero López e Ileana Álvarez Blandón. La pareja fue asesinada en un solitaria calle, cerca de un tajo en Patarrá de Desamparados.
“La escena que encontramos en Patarrá fue que los cuerpos los habían puesto encima del otro y los habían enterrado. Recuerdo que llegó muchísima gente, porque ya para eso se presumía que se trataba de otro crimen del Psicópata, porque los primeros se dieron ahí en el parque de La Amistad en Curridabat”, explicó Arroyo.
Muchas versiones y dudas
Aunque estuvo cerca de las escenas de varios de los crímenes cometidos por el psicópata, Arroyo indicó que por lo menos él nunca estableció una versión propia sobre la identidad de esa persona, pues para ese momento existían muchas versiones, pero ninguna se llegó a confirmar.
“Viendo las escenas uno sabía que se trataba de alguien que conocía la zona y que podía estar cerca; es decir, el trabajador de una construcción o una persona que se hacia pasar por policía y que ponía a las víctimas en un estado de indefensión. Se presumía que era una persona, pero otros hablaban de que tenían que ser varios, porque mantener a raya a dos personas no era tan sencillo”, mencionó.
Entre las distintas versiones que se escuchaban en aquel entonces, Egon recordó una que le llegó por medio de una llamada telefónica, en la que le dijeron que el psicópata era un zapatero de Tres Ríos, al que le decían Ojos Bellos, pero eso nunca se logró comprobar.
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“También recibí una llamada que decían que ellos (Arnoldinillo, Viruta, Galleta y Tres Pelos) se habían reunido en la 15 de setiembre y que se habían ido a Pico Blanco para asaltar una mansión y que luego se toparon a las chiquitas a medio camino y como que ellas los reconocieron, entonces decidieron matarlas a todas. Esa fue una de las tantas versiones que habían”, señaló.
Arroyo dijo que con este caso le quedó un sinsabor, pues nunca se pudo llevar ante la justicia al llamado Psicópata, ya que por más esfuerzos que se hicieron en aquel entonces el OIJ estaba muy limitado en cuanto a las herramientas con las que contaban.
Al día de hoy no se sabe con certeza quién fue el Psicópata; sin embargo, muchas de las personas e investigadores que estuvieron sumidos en el caso creen que se habría tratado de un nicaragüense con formación militar, quien murió asesinado en julio de 1998, a manos de otro asesino conocido policialmente como el “Matanicas”.