Hace cinco años que Verónica Villanueva vivió, como madre, uno de los golpes más dolorosos que puede haber: perdió a su hija menor en un atropello.
La chiquita tenía un año y tres meses. La tragedia ocurrió el viernes 6 de diciembre del 2013.
Verónica limpiaba aquel día una habitación del hotel Quality, en Santa Ana, donde trabajaba entonces, cuando una compañera se acercó a decirle que mejor se fuera para la casa porque había ocurrido una emergencia.
En aquel momento todavía no le habían contado que su bebé, Tayra Torres, estaba muerta; sin embargo, su corazón como que se lo anunciaba.
Lo que había ocurrido fue que un taxista “pirata” había llegado a recoger a un primo de Verónica a eso de las 7:30 a.m., a calle Torre del Lobo, por la antigua Paco, carretera a Guachipelín de Escazú, y cuando iba marcha atrás no vio a la chiquita y la atropelló.
La bebé se había salido de la guardería donde la cuidaban, a la par de su casa. Nadie lo notó hasta que ocurrió la tragedia. La joven que se encargaba de cuidarla junto a Amanda, hermana mayor de Tayra, se estaba bañando y dejó a la niña de 7 años a cargo de la bebita.
Mientras en el barrio ya todos sabían lo que había ocurrido, Verónica lo desconocía pero mientras limpiaba el cuarto de hotel algo la hizo pensar en su bebita.
Recuerda: “Nosotras teníamos prohibido pasar con el celular cuando estábamos trabajando, aun así a veces lo pasábamos, pero ese día yo decidí dejarlo en el locker. La supervisora me dijo: ‘nos llamaron de su casa’, y yo le dije: ¿y?, ¿es mi bebé, verdad?, y ella se me quedó viendo y me dijo: 'sí, pero usted tiene tres”, y yo le dije que yo sabía que algo le había pasado a la bebé".
La jefa solo le ordenó entregar el carrito de la limpieza, le dijo que tomara sus cosas y que saliera para que la llevaran hasta su casa a ver a su hija.
La escena más dura
Cuando sacó su celular y se comunicó a la casa de su mamá le contestó su hermana mayor. Recuerda solo escuchar que le decía: “Verónica, fue a Tayra” y la llamada se cortó.
Los minutos pasaban y su corazón más se estrujaba al no saber qué había pasado. Y fue peor cuando la llamó su expareja (el padre de las niñas) y solo le decía “el mae se dio a la fuga”.
Aunque sabía que algo grave le había pasado a su tercera hija, por su mente no cruzaba la palabra muerte. Pensaba en violación porque dice que en su familia hay antecedentes de ese delito.
“Jamás pensé llegar y encontrar a mi hija muerta. Uno lo ve en la tele, lo ve en las noticias y uno solo piensa en el corazón de esa madre que lo sufre, pero cuando le llega a pasar uno dice ‘estoy soñando’, ‘no es real lo que me está pasando’”, dijo llorando.
Verónica dice que cuando llegó a su casa el primero en abrazarla fue uno de sus hermanos, pero lo que ella más deseaba era que la dejaran ir hasta donde estaba su chiquita, pero los agentes judiciales no la dejaban.
“Llegó un muchacho del OIJ y me abrazó fuerte y me dijo ´quédese con el recuerdo que tiene de su hija por última vez. ¿Usted se despidió de ella en la mañana?', y yo le dije: ‘sí, claro, le dije te amo y le di un beso en la boca y me fui´. Y me dijo: ‘quédese con ese recuerdo, no se haga daño, ella ahorita no está para que usted la vea porque va a ser un trauma muy grande como mamá’”.
Verónica dice hoy que aquel fue el mejor consejo que le dieron en un momento tan duro porque hoy por su mente solo pasan recuerdos lindos de su hija.
Un día muy duro
Aun sabiendo que ya no podía recuperar la vida de su hija, esta vecina de Santa Ana tuvo que enfrentarse a dos fuertes episodios más: ver a su hija mayor, Amanda (entonces de 7 años), pedirle de rodillas que la matara porque, en su inocencia, se sentía culpable por no haber cuidado bien a su hermanita pequeña.
También le tocó enfrentarse de nuevo al padre de sus hijas, de quien se había separado y a quien había denunciado por violencia doméstica meses atrás.
“Yo me quité la rabia que sentía con él, lo agarré a golpes y le decía ‘es culpa suya, todo esto es culpa suya, de nadie más’ y desde ahí no lo volví a ver porque la Policía me había dicho que tenía que llevárselo preso porque tenía una orden de captura”, señala.
Debido a los productos que le dieron para calmarla, Verónica no recuerda nada del funeral de su hija. Por su cabeza solo pasaba la idea de morirse porque pensaba que su vida ya no tenía sentido.
Al tiempo Verónica logró ver con más claridad y pensó en sus otras hijas –Amanda y Bianca– como otras grandes razones para vivir.
Los perdonó de corazón
Dos meses después del trágico accidente a Verónica le tocó encontrarse con el conductor del taxi “pirata” que atropelló a Tayra.
Aunque al principio los dueños de la compañía para la que laboraba el hombre le habían prometido pagarle una póliza por lo ocurrido, al final el sospechoso no quiso firmar y Verónica prefirió no demandar porque pensó que aunque lo hiciera, nada le iba a devolver a su bebé.
Si quiere ayudarla |
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Verónica actualmente se encuentra sin trabajo pero le encantaría que más gente pruebe su cuchara así que si anda en busca de alguien que le haga la comidita de su fiesta familiar o bien tiene una plaza vacante en su soda no dude en llamarla al 8638-1751 porque cocina riquísimo. |
Verónica dice haber perdonado de corazón al conductor y lo mismo a la joven de la guardería que no se percató que había dejado el portón abierto.
Ahora Verónica se dedica a criar a sus hijas junto con su actual pareja, Miguel Vásquez, quien ha sido un gran apoyo para ella después de la difícil experiencia que vivió. Dice que Miguel la hace reaccionar cuando siente que ya no puede más.
Aunque muchas veces llora al recordar a su pequeña Tayra, ya en su corazón no hay tanto dolor como antes. Confía en que la bebita está junto a Dios “muy sonriente y con sus ojos bien chispeantes”, igual a como ella la dejó aquella mañana de viernes de hace cinco años cuando le dijo que la amaba y se fue a trabajar.