El rostro del abogado penalista Francisco Herrera se ha hecho muy conocido y odiado en los últimos tres años, ya que decidió defender a los sospechosos de crímenes muy sonados como los de Allison Bonilla, Luany Salazar y la masacre de Liberia.
Asumir este tipo de casos no es comida de trompudo, ya que la gente lo juzga por defender a semejantes fichitas, pero a él no le importa lo que la gente piense. Por su mente solo pasa comprometerse hasta la muerte con su trabajo y porque es un derecho de toda persona ser defendida como Dios manda.
Herrera accedió a contarnos sobre su vida y el brete poco después de visitar a sus clientes en la cárcel Jorge Arturo Montero (conocida como La Reforma), en Alajuela.
–¿Cuánto tiempo tiene de ser abogado?
–Me gradué de la UACA en 1990 de Periodismo y Derecho, pero nunca he trabajado como periodista.
–¿Qué lo hizo inclinarse por esa profesión?
Mi papá adoptivo era el abogado Francisco Amador Sibaja.
–¿Conoció a sus papás biológicos?
Claro que sí, el problema en mi hogar era de alcohol, por lo que a mis padres varias veces les quitaron a sus hijos. A los diez años yo nunca había ido a la escuela y a esa edad decidí irme de la casa.
–¿A dónde se fue?
Para la calle, lo que pasa es que antes era diferente y no había tantos peligros, dormía con otros dos muchachillos afuera de la soda Tapia (al este de La Sabana) y nos bañábamos en una pileta en el Gimnasio Nacional. Un día Francisco Amador y su esposa pasaron por donde dormíamos y como ellos querían adoptar nos preguntaron varias cosas. Mi mamá dijo: “llevémonos a este negrillo, es el menos malo”.
–¿Ellos no tenían hijos?
Sí tenían, pero ya eran grandes, desde el momento que llegué a la casa, en barrio Aranjuez, mi papá ordenó que todos tenían que tratarme bien y con respeto y siempre fue así. Lo único que me pidieron fue que estudiara. Yo estudiaba de noche y en el día ayudaba a mi papá en el bufete, tenía que hacer mandados, limpiar, ayudar. Yo quería ser abogado.
–¿Por qué se inclinó por lo penal?
Porque era, y es, algo que realmente me gusta mucho, tanto sufrimiento en mi infancia siempre me dejó la necesidad de ayudar a mucha gente que está indefensa, así como yo lo estuve en algún momento.
–¿Qué le dijo su papá sobre esa elección?
Me dijo que tenía que poner mi oficina en otro lado porque no quería que le metiera gente peligrosa y así fue. Esto del derecho penal es algo que yo traigo en la sangre y en donde la gente nunca se termina de conocer.
–En los últimos años usted ha estado en medio de casos mediáticos al defender a los sospechosos de matar Allison Bonilla, Luany Salazar y a los cinco estudiantes universitarios en Liberia, ¿le han dicho cosas o amenazado por llevar esos casos?
Hay dos cosas con las que tengo problemas, nunca quise aprender inglés y me arrepiento, y otra que no soy nada tecnológico, así que solo contesto llamadas y mensajes de texto o WhatstApp, pero nada más, por lo que no tengo redes sociales y si la gente me critica no me doy ni cuenta.
En la calle un día me gritaron: “el asesino que defiende asesinos”. Yo estaba en un restaurante con mis hijos por lo que me levanté tranquilo y me fui del lugar.
Un día comprando lotería también me pasó que me gritaron unas cosas.
Me han dicho que yo llevó esos casos porque soy un borracho y un fumador, pero por las situaciones que yo viví en la infancia nunca fue así, porque mi papá nunca permitió nada de eso, todo era estudiar.
–¿En la cárcel lo han amenazado?
No, en la cárcel más bien me tienen afecto y me respetan, muchos son mis clientes. A veces quisiera llevar más casos, pero no puedo, ahorita llevo entre 20 y 30 homicidios. A veces cuando voy a la cárcel algunos privados me gritan que los defienda.
–¿Por qué defender casos de homicidios?
Me encantan los casos de homicidios, eso sí los que son por droga no, ni tampoco los (culposos). A veces la gente tiene un doble discurso, pero mis clientes tienen derecho a ser defendidos, los cobija el principio de inocencia. La vida da muchas vueltas, así que puede ser que en algún momento me toque defender a algún familiar de alguien que me ha criticado.
–¿No lo incomoda defender casos de asesinatos de mujeres?
Para mí es muy duro lo que ha estado pasando con las mujeres y me duele mucho, pero esas situaciones se pueden evitar.
–¿Cuántos casos ha ganado?
Mis absolutorias han sido muchas, porque yo me caso con mis clientes y los casos que llevo los defiendo hasta la muerte. Tengo amplia experiencia y algunos abogados penales me consultan sobre sus casos.
Hace un tiempo me pasó que una muchacha tenía un año y ocho meses de estar presa y yo sabía que era inocente, así que decidí que lo iba a probar y en la audiencia para ir a juicio el fiscal se dio cuenta que yo tenía razón y ella fue puesta en libertad, eso a uno le da mucha satisfacción.
–¿Es cierto que usted visita a sus clientes constantemente en la cárcel?
Sí, lo hago como un acto humanitario, por lo que a la semana voy a ver entre cuatro o seis clientes y ellos lo agradecen mucho. Con más frecuencia visito a Sánchez sospechoso del caso de Allison Bonilla; a Mejía, sospechoso del caso de Luany Salazar y en máxima seguridad a Ríos Mairena.
–¿Por qué sigue visitando a Ríos Mairena?
Porque yo creo en su inocencia y en la Corte Interamericana estoy seguro de que nos va a ir bien.
–¿Estos son los casos más sonados que ha llevado?
No, he llevado varios. Recuerdo que cuando estaba empezando llevé el caso de un sospechoso de robo de carros al que ligaban con la muerte de un policía. Albin Picado Steller, que logró salir en libertad.
–¿Ha pensado en retirarse?
–No, esto es mi vida, es difícil pero yo soy terco como una mula.
–¿Y qué hace cuando no está en los tribunales o en la cárcel con sus clientes?
A mí me encanta estar con mis hijos, tengo seis hombres y dos mujeres, el mayor tiene 41 años y el menor 10, son muchachos estudiosos y deportistas que me llenan de orgullo, a todos los amo, pero el pequeño es autista y entonces me gusta mucho chinearlo, él me espera todos los días para que yo lo duerma. También me gusta escribir