Cartago, Heredia y San José son las únicas provincias con trajes documentados para la época colonial. En San José el traje que se usaba era más sencillo mientras que el de Cartago y Heredia se diferenciaba por su elegancia.
La mantilla o la chalina era un accesorio que no podía faltar en el día a día de las mujeres y mucho menos para ir a la iglesia. Usualmente eran bordadas a mano o elaboradas en seda. Otro elemento clave eran los delantales amarrados a la cintura, que protegía las largas enaguas. Estas últimas tenían un guardapolvo (un mecate de pelo de camello) para evitar que la enagua se llenara de suciedad y polvo; así como más de dos fustanes para dar volumen.
Las mujeres casadas usaban en sus cuellos un crucifijo y las solteras un relicario. En algunos archivos se nota las mujeres con camisolas amarradas; sin embargo, hay quienes utilizaban botones hechos de madera, de hueso o de marfil forrados en seda y algodón.