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Zara Rutherford, piloto que pasó por Costa Rica, termina vuelta el mundo en solitario

“Fue más difícil de lo que imaginaba”, dijo la joven Zara Rutherford al bajar de su pequeño avión en Bélgica

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Zara Rutherford hizo una escala en el aeropuerto Tobías Bolaños, en Pavas, en setiembre del 2021. Albert Marín (Alber Marín)

La joven piloto belgo-británica Zara Rutherford aterrizó este jueves en territorio belga y completó una vuelta al mundo en solitario que tomó poco más de cinco meses, convitièndose en la mujer más joven en realizar esa hazaña.

“Fue más difícil de lo que imaginaba”, dijo la joven de 19 años al bajar de su diminuto monomotor Shark UL en las afueras de Courtrai, en la región flamenca de Bélgica.

El aterrizaje de Rutherford fue acompañado por una pequeña multitud de periodistas, admiradores y familiares de la joven, en el mismo aeródromo del cual despegó en agosto del año pasado.

En una conferencia de prensa, Rutherford dijo que le resultaba “muy extraño estar de vuelta aquí” y que después de escalas en casi treinta países deseaba descansar. “Me gustaría no hacer nada en la próxima semana”, comentó.

Terror en Siberia

Para Rutherford, la enorme extensión helada de Siberia fue la etapa “más aterradora” de su viaje, ya que se trató de un segmento del viaje con distancias abrumadoras entre centros poblados y con temperaturas por debajo de los 30 grados bajo cero.

“A veces hacía cientos y cientos de kilómetros sin ver nada humano. Quiero decir, sin cables de electricidad, sin carreteras, sin gente, y pensé: ‘si el motor se detuviera ahora, tendría un problema realmente grande’”, recordó.

Dar la vuelta al mundo en un pequeño avión monomotor --de apenas 325 kilos, obtenido mediante apoyo de patrocinio-- significó que debía bordear nubes y limitarse a volar durante el día.

También tuvo que frecuentes desvíos e incluso aterrizajes de emergencia, como a inicios de enero a poca distancia de Dubái, para evitar quedar atrapada en la primera tormenta eléctrica que la ciudad había visto en dos años.

En su viaje hubo una larga escala de tres semanas en noviembre pasado en una ciudad costera del este de Rusia, Ayan, de donde no pudo despegar debido al clima, y dependió de los lugareños, que estaban “muy dispuestos a ayudar con todo lo que pudiera necesitar”, recordó.

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