Ricardo Prado pasó de ser el papá esforzado y trabajador que sacaba adelante a su familia a ser llamado por sus hijos “el milagro de la cama 15″.
La frase tiene mucho sentido después de la durísima prueba de salud que él enfrentó a finales del 2020, cuando lo atacó el covid-19, y cuyas secuelas aún no se van.
“El milagro de la cama 15″ se lo pusieron los hijos porque tanto en la UCI como en el salón de recuperación del San Juan de Dios ocupaba la cama con ese número y mientras estuvo allí, los médicos les decían a sus familiares que algunos veinteañeros en la condición de don Ricardo, no contaban la historia.
“Nos daban tan pocas esperanzas que ahora, tenerlo de vuelta en la casa, ha sido para nosotros un milagro”, cuenta Manghell, una hija (en total los hijos son seis).
Ricardo, quien vive en barrio Cuba, San José, estuvo en una UCI desde el 16 de noviembre del 2020 hasta el 6 de diciembre, luego lo pasaron a sala, pero dejó el hospital apenas el 8 de enero.
“La gente normalmente dura quince días en la UCI, yo duré una semana más. Viera la llorada que se pegaron mis hijos (cuando salió) y aún lo hacen cuando me ven”, recordó Ricardo.
Es que todo se complicó. Además del virus, a Ricardo se le metieron dos bacterias y se le hizo una úlcera en el estómago. Perdió muchísimo músculo y dos úlceras más aparecieron en las rodillas por estar acostado tanto tiempo boca abajo.
“A papi se le metió una bacteria en la sangre y era más delicada que el mismo covid y eso lo afectó bastante, pero él tiene muchas ganas de estar bien y nos motiva ver el coraje y la fuerza con los que se empuncha para recuperarse pronto”, contó Manghel.
Aunque ya va para mes y medio de estar en su casa, Ricardo aún no ha podido recuperar la habilidad para caminar. Debe hacer una hora de terapia lunes, miércoles y viernes con una especialista para lograr moverse sin ayuda de sus hijos. Ahora necesita un tanque de oxígeno para respirar.
Sin pago
Ricardo es trabajador independiente (ha instalado puertas y ventanas) y cuando cayó hospitalizado se atrasó en el pago del seguro. Ya está al día, pero por unas fechas en las que estuvo moroso no le reconocen el pago de la incapacidad de los meses en los que no hecho plata.
En la casa solo trabaja una de sus hijas, Stephanie, y gana poquito, de manera que la han visto ruda. Bajaron los ingresos y aumentaron los gastos (el recibo de la luz subió 70% por la conexión del tanque de oxígeno) y hay que hacer frente a las terapias.
Ricardo tiene 63 años y es asmático, por eso también se le complicó su salud. A una hija y a otros miembros de la familia también les dio covid, pero ellos no tuvieron mayores problemas.
A pesar de las dificultades, este breteador no pierde el sentido del humor. Cuando conversamos con él aprovechó para echarse unas risillas y contar que tenía todo el tiempo del mundo para atendernos y nos contó cómo empezó su camino cuesta arriba.
“Sentí los síntomas el viernes trece de noviembre y ya el domingo me llevaron en ambulancia al hospital. Siempre me he cuidado y he usado la mascarilla, no sé cómo se me pegó la enfermedad”.
Dice que no recuerda lo vivido durante todo un mes, desde el 16 de noviembre --cuando entró a la UCI-- hasta el 15 de diciembre, el día en que ya medio despertó.
Lenta recuperación
Poco a poco ha ido dando pasitos, pero el camino ha sido largo y duro.
“Todo el día tengo dolores en las articulaciones y en los huesos. El teléfono no puedo agarrarlo, debo tenerlo apoyado a algo porque no lo aguanto, se me cae”, explicó.
Ya consigue sostener un vaso, pero al inicio su familia tenía que darle de comer.
Desde que salió del hospital no se ha pesado, por lo cual no sabe cuántos kilos perdió, pero describe que “estaba bien panzón y gordo” y que ahora está --dice riendo-- “como a la mitad de lo que era”.
Nos dijo que durante la hora de terapia hace ejercicios de calentamiento en la cama, estira los pies, se toca las rodillas, alza los pies y en los veinte minutos finales se debe sentar en la cama, agarrar la andadera, ponerse en pie, estirar las manos, dar pasos y sentarse de nuevo.
Va bien en el proceso y lo han felicitado por ser tan buen paciente.
“Gracias a Dios de lo demás estoy bien, puedo ver y hablar y mis hijas vienen todos los días a verme y no me dejan solo, me tienen bien cuidado”, dijo.
“Me gustaría estar con toda la pata y salir a trabajar como antes, ahora me estoy recuperando, pero todo esto duele”, dijo.
La parte positiva de su historia es que, como descubrieron sus hijos tiempo atrás, “el milagro de la cama 15″ es un gran luchador.