Trompitas, un mono araña de unos 15 años de edad tiene su propio chofer de uber.
El primate vive en un espacio de tres mil metros cuadrados en el Zoo Ave, en La Garita de Alajuela y su chofer es un tortugo de unos 22 años llamado Roco.
El reptil carga al monito en su caparazón y hasta lo espera cuando se baja a hacer monadas, para llevarlo de vuelta. Parece una linda amistad.
El mono casi no anda en los árboles porque no socializó muy bien con los otros primates que hay en el recinto, entonces se moviliza más en el suelo, donde hay cuatro tortugas más con las que comparte la jaula.
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El mono y la tortuga se exhiben en el zoológico y cuando hay humanos, el mamífero muchas veces grita como queriendo llama la atención.
Rónald Sibaja, encargado de vida silvestre del lugar, dijo que la relación de los animales lleva tres años y que es de las situaciones más curiosas que ha visto en su vida porque los animalitos se conocieron en la etapa adulta y porque son especies totalmente diferentes.
“Cuando son pequeños puede darse algo que se conoce como improntación (como la historia de Tarzán, adoptado por monos y que tenía costumbres de mono) pero en esas etapas adultos no se da. No sé como se llama. El mono no fue capaz de socializar con la tropa, se quedaba en el suelo, que no es normal y se hizo amigo de la tortuga”, dijo don Rónald.
Maltrato
Trompitas llegó en el 2011 luego de ser rescatado de una región de Limón (en el zoológico desconocen en qué cantón), donde sufrió maltrato y estuvo amarrado a un árbol con una cadena durante cuatro años, como si fuera un perro.
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“Desde que llegó traía ese nombre. A ese mono le mataron a la mamá cuando era pequeño y lo capturaron para ser mascota. Pasó cuatro años amarrado y los vecinos decían que sufría maltrato”, comentó Sibaja.
Estaba tan maltratado que debía pesar entre siete y ocho kilos y cuando llegó apenas pesaba 3 kilos.
“Estaba débil, no tenía ni pelo por la mala alimentación, y parte del cuello lastimado por tanto tiempo que tuvo la cadena. No se había desarrollado bien físicamente. No se sostenía, se iba de lado, creíamos que iba a morir”.
Sibaja añadió que el monito era tan vulnerable que no tenía instintos de agresividad ni de escapar de la gente, se dejaba hacer de todo.
“Una vez que se recuperó, que pasó la parte médica y se esterilizó se colocó en ese recinto de exhibición con la tropa, para que socializara y compartiera con los de su especie”.
Pero Trompitas no se vinculó del todo a sus otros compañeros de especie, pues pasaba más en el suelo, apartado y con un comportamiento impropio de un mono araña, que pasan encaramados en los árboles. “Mantiene, digamos así, cierta amistad con los otros monos, pero se adaptó al tortugo, algo rarísimo”, dijo.
Juntos pero aparte
Sibaja explica que Roco es una tortuga africana y que no hay problema con que esté en el mismo espacio de los monos porque no invaden sus espacios y así en el zoológico aprovechan mejor los campitos.
“No contábamos con que Trompitas se haría amigo de Roco. Uno sabe que los monos son sociables y juguetones y que así serán con otras especies, pero con una tortuga es extraño. Pero empezó a juguetear con él y ahora andan juntos para arriba y para abajo.
"Incluso, Trompitas se mete en la cueva de Roco y se pone a dormir o cuando se asolea, el monito está allí. Le acaricia la cabeza”, añadió Sibaja.
Zona segura
El conductista animal, David Peiró dijo que cuando el monito fue separado de su madre y pasó a vivir en cautiverio en su período de socialización más importante, no tuvo la oportunidad de tener un comportamiento natural ni de compartir con otros de su especie.
“No tengo los datos de qué fue lo que pasó, pero probablemente el monito no encontró un lugar dentro de la tropa del zoo a nivel social y buscó una zona segura, que pudo ser el suelo y la tortuga”, dijo.
Es decir, el mono no se sentía seguro andando por las ramas y con los otros monos, prefirió quedarse en el suelo, donde se siente seguro y confortable y buscó la forma de interactuar. La especie que estaba en el suelo era la tortuga.
“Los monos arañas nunca bajan al suelo, están hechos para bracear por los árboles y dentro de esa zona del suelo encontró un elemento con el que interactuar y puede que fuera reforzado por los humanos, porque les daba risa o como una forma de llamar la atención”, comentó.
Dijo que el reptil lo pudo aceptar más como un proceso de resignación, pero no puede explicar por qué solo con una tortuga se dio el proceso y no con las otras cuatro.
“Quizás porque es más grande y aceptó mejor el peso, o porque es más dinámica y camina más. Debemos recordar que son animales y no tienen comportamientos humanos, como la amistad, que es una característica propia de nosotros. Lo de ellos son comportamientos aprendidos, es biología pura. No está bien decir que son amigos”.