La diputada liberacionista Katherine Moreira Brown tiene una historia de vida como pocas.
Al contrario de muchos políticos ella no nació en cuna de oro, pero a base de esfuerzo y sacrificio ha logrado cumplir sus metas. Su mamá, Roena Brown, ha sido un gran ejemplo de valentía y es su mayor inspiración.
En los últimos meses la legisladora ha recibido críticas y hasta le han puesto sobrenombres en redes sociales, pero eso no la doblega, al contrario, ahora más que nunca está enfocada en ayudar a su amada provincia: Limón.
Katherine contó a La Teja su historia y lo que significa para ella ser representante de su tierra en el Congreso.
— ¿En cuál escuela y colegio estudió?
Estuve en la Caribbean College, está a la par del hospital de Limón. Empecé ahí en el maternal y estuve hasta noveno, luego me pasaron al colegio María Inmaculada porque ya éramos tres hijos y mi mamá no podía sostener la mensualidad de todos.
Cuando estaba en la escuela y también me pasó en el colegio, tuve unas compañeras que eran terribles, yo siempre dije que quería estudiar Relaciones Internacionales y que quería llegar a ser embajadora y ellas me decían que con una mamá cocinera nunca iba a poder estudiar.
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— ¿Su mamá siempre se dedicó a la cocina?
No, cuando yo nací trabajaba en el aeropuerto de Limón, después de ocho años se acogió a la movilidad laboral y empezó en lo propio. Primero puso un restaurante que también era casa de huéspedes y después puso un restaurante que se llamaba Restaurante Brown, eso fue hace 34 años.
— ¿Qué carrera estudió usted?
Siempre quise estudiar Relaciones Internacionales, intenté entrar a la Universidad Nacional, pero no pude, las notas no me daban. Me fui a vivir a Desamparados a los 17 años y empecé a estudiar Relaciones Internacionales en la UIA.
Luego de dos años abrimos un depósito de cervezas en Limón, entonces regresé a mi casa y dejé de estudiar porque había que trabajar, yo tenía que ayudarle a mi mamá con mis dos hermanos.
Apenas pude matriculé en la Universidad Latina y a brincos y saltos me gradué en Administración de Negocios, tengo una licenciatura; después saqué la especialidad en Comercio Internacional.
Mi mamá cerró el restaurante Brown cuando nació mi hermana hace 27 años, dijo que ya no quería tener esa vida tan esclavizada con un negocio que cerrara a las 11 o 12 de la noche.
— ¿Cuál ha sido la época más dura de su vida?
Cuando mi mamá se separó de mi padrastro (hace 22 años) empezó una época muy dura, un mes antes de la separación se murió mi abuelita y quedamos solas.
Tuvo que hacer pan, frescos en bolsitas, bocadillos. Se llevaba a mi hermano Lincoln, él llevaba una hielera y ella la canasta con el pan para vender cerca de la casa y recoger plata para comprar la comida.
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Tuve un papá irresponsable, era alcohólico y cuando murió mi abuelita las cosas cambiaron, ahora mi papá está muy cerca de mí, pero en aquel momento no nos ayudó en nada.
Para ese momento yo estaba trabajando todavía en el depósito de cerveza y me asaltaron tres veces. La última vez fue la más traumática, aquí tengo la marca en la frente todavía, porque me pusieron una AK47, me decían: ‘¡la plata!’, ‘¡la plata!’,‘ ¡la plata!’. Luego de eso mi mamá decidió cerrar ese negocio.
— ¿Cuando nació el nuevo restaurante y cómo ayudaba usted?
Mi mamá abrió Caribbean Kalisi hace 17 años, me dediqué a ayudarle en lo que hiciera falta. También le daba tutorías de inglés a los compañeros de mi hermana de lunes a viernes en las tardes y los sábados iba a estudiar a la universidad.
Yo sé cocinar, hacer repostería, en el restaurante hacía queques para vender, bocadillos, siempre lo he dicho, las Brown tenemos las manos benditas.
Pequeñita aprendí a limpiar jaibas, langostas, a hacer patacones, rice and beans y un montón de cosas más, lo único que no aprendí a hacer es plátano maduro porque no me gusta, el olor me da náuseas.
Hace tres años tomé la decisión de irme trabajar con un amigo chino a un centro de distribución, pero aún así me levantaba temprano para ir a ayudar la restaurante, dejé de ir cuando empezó este último proceso interno de Liberación, tenía que acomodarme con el trabajo, las giras y no me daba el tiempo.
— ¿Desde cuándo le gusta la política?
Desde que estoy en la escuela, recuerdo que le decía a la teacher Elsa que quería ser la presidenta de la escuela, no lo logré pero de la clase sí, siempre.
Además, mi amigo, José Mario, y yo siempre andábamos peloteando en las elecciones como guías. Mi mamá me ponía camisetas de liberación y mi abuela paterna era dirigente de la Unidad Social Cristiana, pero ella siempre respetó que yo me inclinaba por Liberación Nacional.
Ya cuando cumplimos los 18 años vino la segunda candidatura de don Óscar Arias y mi amigo y yo participamos en el proceso interno. Después vino el proceso de Laura Chinchilla; en la campaña de Antonio Álvarez fui presidenta de la Juventud y ahora en este proceso fui de Movimiento Mujer.
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— ¿Cómo se dio la oportunidad de ser diputada?
Me llamaron y me dijeron que tenía una entrevista con don José María Figueres, la entrevista fue el 15 de setiembre, pero yo no respondí de una vez, lo pensé durante dos días, hablé con el párroco antes de la entrevista y con el obispo después, lo que más pesó en mi decisión fue el querer llevar un cambio a la Asamblea Legislativa y demostrar que una mujer si puede trabajar por el bienestar de la provincia.
Había una precandidata vinculada al narcotráfico y ella decía que me iba a mandar a matar y me tuve que esconder tres días para llegar viva a la Asamblea Nacional, me vine en avioneta y me metieron a un hotel en San José.
— ¿Que significa para usted ser representante de su provincia en el Congreso?
Un compromiso, quisiera poder hacer de todo y mejorar la condición en la que vive la gente. Es un reto porque a veces quiero resolver las cosas ya, en Limoncito, por ejemplo, hace siete años no hay escuela y la gente me decía que esperaba que cuando yo fuera diputada construyera una, pero llegar aquí, estudiar el caso y ver que no es así de fácil, es complicado.
— ¿Qué es lo que más le gusta de la política?
El contacto con la gente
— ¿Qué no le gusta?
Los ataques.
— ¿Para usted que significan las críticas como las que ha recibido recientemente en las que hasta le dijeron que mejor regresara a servir desayunos y almuerzos?
Hay muchas personas que no me hieren, que me digan Fiona, por ejemplo, porque me gusta ver las fábulas y por lo menos los chiquitos me quieren. Lo que sí me molesta es que se refieran a mi mamá, a mí que me digan lo que sea, pero me incomoda que se metan con mi mamá que es lo más sagrado.
Cuando me dicen que siga sirviendo desayunos y casados no me duele, porque así hay ahorita un montón de gente y cuando voy los fines de semana a ver a mi mamá más de una vez le sirvo café a alguien, o le llevo la comida, eso para mí no es nada nuevo. El trabajo es lo más digno que uno puede tener, a mí eso nunca me ha dado vergüenza.