Doña Aida Sandí es una escazuceña que ama tanto la agricultura y los bueyes que se ha convertido en un simbolo del boyeo tico.
Incluso está representada en una escultura, un honor que pocos tienen.
Ha recibido comentarios negativos y críticas en los cuales le dicen que andar entre bueyes y carretas es un asunto de hombres, pero a ella le entran por un oído y le salen por otro.
Cuenta que atesora bellos recuerdos de los años en los que ha guiado yuntas tanto en el campo como en desfiles, dos cosas que le encantan.
Ahorita tiene 61 años y explica que esa pasión por las yuntas y las carretas le empezó a los nueve porque se la inculcó su papá, Miguel Sandí Jiménez.
“Yo era la mayor en mi casa y mi papá necesitaba que alguien le ayudara en el campo, entonces me iba con él. Me enseñó a sembrar café, a aporrear frijoles, a sembrar y limpiar la caña porque mi abuelo y él tuvieron trapiche, también sé sembrar maíz”, explica.
“En todas esas labores los bueyes eran muy útiles porque ayudaban a jalar la carga, a arar. Todo eso me gusta mucho y hasta hace poco tuve mi propia yunta, pero por la pandemia tuve que venderla. En el lugar donde la tenía van a hacer una construcción. Me dolió mucho, pero conservo la carreta, el yugo y todo lo demás”.
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Un ejemplo
Aida ayudó a su papá hasta que tenía unos 20 años, luego empezó a hacer cosas por su cuenta y además se dedicó a la familia que formó con José Lucas Pérez.
“A mi esposo también le gustaban mucho las carretas y los bueyes; él ya murió, pero en vida siempre me apoyó en lo que pudo. Hace poco más de once años, cuando hacían desfiles de boyeros, me invitaban de madrina y me vestía típico para andar subida en una carreta, pero eso no me gustaba: lo que quería era andar con mi propia yunta jalando una carreta. Se lo dije a mi esposo y entonces él me compró los bueyes y todo”.
La primera vez que participó sola en un desfile fue en su propia tierra, San Antonio de Escazú.
“Mucha gente se extrañó, lo común es que fueran los hombres lo que andaban con las carretas, pero a mí me gustaba y por eso lo hacía”.
El qué dirán no la desvelaba antes ni lo hace ahora.
“Días después, mujeres que me veían en la calle me decían que cómo era que me atrevía a hacer eso, que a ellas les gustaría pero no tenían bueyes ni nada. Yo les decía que les pidieran a los esposos que les compraran, como había hecho yo. Tiempo después otras mujeres empezaron a participar en los desfiles”.
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Para los comentarios machistas --tanto de hombres como de mujeres-- tiene la medicina a la mano y es contar con apoyo de su familia. “Eso es lo único que me importa”, dice con razón.
“Un día un hombre se dejó decir en un desfile que esa tradición no era para mujeres, que se necesita mucha fuerza y yo sé que es así, pero cuando una se ha dedicado al campo adquiere la fuerza que se necesita para esas cosas”, asegura.
Ha hecho historia
Es tan conocida en ese bello mundo que siempre la invitan a desfiles. Incluso le han dedicado un montón tanto en su natal Escazú como en otras partes del país, entre estas la capital.
“Hace un tiempo un escultor que se llama Mario Parra dijo que iba a hacer un monumento para los boyeros y una vez que me lo topé me contó que me iba a hacer a mí en esa obra porque quería que quedara representada.
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Y dicho y hecho. La obra artística en la cual podemos verla está frente a la iglesia de San Antonio de Escazú. “Siempre que la veo me siento muy bien”, cuenta Aida.
“Para mí es un gran honor, mucha gente me dice que represento a las mujeres boyeras del país y eso me hace sentir muy orgullosa porque esa tradición me encanta”.
En los últimos meses, debido a la pandemia, no ha podido ir a desfiles, que se cancelaron, pero invierte muy bien el tiempo.
“Alquilo una finca en Escazú y todos los días, cuando termino de hacer el oficio de la casa, me pongo las botas de hule y me voy para allá a sembrar y a trabajar la tierra. Eso me encanta y me entretiene, en estos tiempos tan duros hay que estar ocupado.
“Siembro frijoles, maiz y otras cosas que consumimos en la casa. Con las lluvias de los últimos días se me perdieron las matas de frijol, ahora estoy limpiando y ya en enero vuelvo a sembrar, si Dios quiere”, dijo.
Sus tres hijos la apoyan en todo, la respetan y la incentivan a seguir en el mundo del boyeo. Y hoy, como todos, espera que la pandemia pase pronto para ver en qué momento regresan los desfiles de boyeros.