En Palmares de Alajuela hay una zona alejada, muy rural, que se llama Candelaria, pues de ahí es el actual viceministro de Planificación y Coordinación Regional del Ministerio de Educación (MEP), José Leonardo Sánchez Hernández, quien es un orgulloso campesino, y en sus mejores momentos, estando en el colegio nocturno, llegó a coger hasta 45 cajuelas de café en un solo día.
Ahorita tiene 42 años, los cumplió el pasado 3 de diciembre. Cuando uno habla con él, de inmediato, están presentes don Leonel Sánchez y doña Marta Hernández, sus papás. Don Leonel le enseñó a amar la tierra y a agradecerle por todo lo que les da. También a aporrear frijoles, coger café, sembrar maíz, tomate y lo que se pudiera. Doña Marta lo llenó de amor, de sabrosísimas tortillitas palmeadas y de un profundo amor a Dios.
Nos pareció muy particular tener un viceministro de Educación que se graduó de un colegio nocturno. Eso se ve muy poco, por eso lo buscamos.
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Recordó que su vida fue y es de agricultor, porque eso jamás se pierde, seguro ya no coja 45 cajuelas de café, pero si usted lo lleva al cerco y le da una cajuela hoy día, sabe perfectamente cómo capearse los gusanos, cuidarse de las culebras lora --que asustan tanto--, y agarrarse de una mata de café para coger con una mano y en la otra un barranco que asusta a cualquiera. Por eso sigue siendo campesino, aunque ahora “se esconda” detrás de un saco y una corbata en el viceministerio de Educación.
Siempre trabajó
Desde antes de entrar al kínder ya ayudaba en la agricultura y se levantaba a las 4:30 de la mañana para beber café e irse con don Leonel. Desde que tiene uso de razón siempre trabajó en las vacaciones y con la platica que se ganaba se compraba sus uniformes para estudiar, los juguetes de Navidad y las dos mudadas más importantes del año: la del 25 de diciembre y el 1° de enero.
Es el segundo de cinco hijos (hay una mujer). Ama la agricultura, el levantarse antes de que salga el sol y desayunarse la tortillita palmeada de su mamita. Jamás olvidará los almuerzos fríos a las 9:30 a.m. en medio del cafetal, el tomatal o el maizal. “Arrocito, frijoles y un pedacito de salchichón saben a gloria en el campo”, dice con tremenda alegría y orgullo.
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Cuando comenzó a coger café, estando en el kínder, la cajuela la pagaban a 50 colones. Por ahí del 2004, al terminar el cole, ya la pagaban a 500 colones.
“La gente no me cree, pero yo era superrápido cogiendo café. Llegué a coger entre 40 y 50 cajuelas al día, pongamos que 45. Eso sí, cuando estaba bueno, en el pico de la época de recolección”, cuenta sin olvidar que era bien difícil coger café en medio de los aguaceros de octubre, pero nunca se arrugó.
Colegio nocturno
Es graduado de la Escuela de Candelaria, la Jacinto Ávila Araya, la viejita que se derrumbó. El colegio lo hizo en el Nocturno de Palmares.
“Es que tuvo que ser así porque soy agricultor. En el día pasaba trabajando en el campo y en la noche iba a estudiar. Durísimo.
“Fue muy diferente el colegio porque era un niño de 13 años que llegaba a clases con compañeros que ya tenían hasta hijos. Agarraba el bus de Candelaria a Palmares a las 5 p.m. porque a las 6 p.m. eran las clases. De 6 de la mañana a eso de las 2 de la tarde me tocaba el campo”, recodó.
Siempre fue buen estudiante y pegó una buena nota en el examen de admisión de la UCR, lo cual le permitió entrar directo a la carrera de Economía y sacó una licenciatura. Actualmente, tiene tres maestrías en Neuromarketing, Banca y Finanzas, y Mercado de Valores. Ahora casi no le toca ser agricultor.
“La semana pasada (el 13 de diciembre) estuve en la graduación de colegio de más de 11 mil personas en el Estadio Nacional y me alegré demasiado. Fue gente que por algún motivo dejó de luchar por el título de bachiller y me encantó ver tanta alegría. Sí se puede estudiar y trabajar, cuesta el doble y hasta el triple, pero se puede. El estudio es fundamental en la vida.
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“Amo el campo”
“Yo amo el campo, pero es durísimo y se gana apenas para ir comiendo el día a día. A nosotros no nos faltó nunca la comida, eso es una bendición, pero había que trabajar de sol a sol. Gracias al campo me eduqué, lógico, gracias a mis papás y mi familia completa, pero fue complicado”, reconoció.
¿Qué tal el viceministerio de Educación? “Cuando uno no tiene contactos ni familia de plata, hay que empezar de cero. Es difícil también este tipo de labor, más de lo que uno cree. Solo estando en la silla se comprende; no obstante, aprendí del campo a servir con humildad y eso estoy haciendo, buscando ayudar a la gente que más o cupa, a nuestra educación porque tengo muy claro que la educación es la principal puerta para el crecimiento social.
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“Digo que es difícil ser viceministro, pero definitivamente es más difícil la agricultura de sol a sol, así que estoy metido de cabeza con el amor y la disciplina que aprendí desde siempre al levantarme a las 4:30 de la madrugada para ir a trabajar”, asegura.