El gallo pinto, una de nuestras delicias más criollas, se pasea por Madrid como Pedro por su casa.
Llegó hasta la capital de España después de salir de una alameda de Hatillo 8, donde hace 32 años don Marco Ortega Jiménez se animó a vender repostería entre vecinos, amigos y quien quisiera comprarle, negocito que bautizó: “Con el sabor de Yamil”.
Don Marco es un breteador y con su ejemplo le enseñó a sus hijos a ganarse la platica honestamente. De carajillo le tocó desde coger café hasta vender empanadas de puerta en puerta, nunca le afloja al brete.
En su negocio vende gallo pinto para el desayuno, también enchiladas, empanadas, arreglados, sándwiches y almuerzos. No tiene un local, trabaja con los pedidos que le hacen a diario la gente o empresas que ya conocen su cuchara.
“No soy chef profesional, aprendí cocina por pasión, por amor, porque me encanta cocinar, si no sé hacer algo lo experimento. Siempre digo que yo no trabajo porque me divierto demasiado cocinando, es pasión con diversión”, nos explica.
El negocio año con año fue creciendo y le permitió sacar adelante a sus cinco hijos: Amparo que es doctora, Gianninna es comunicadora, Yomuel estudia Imagenología, Karla es educadora y Susi que está en el cole), siempre haciendo yunta con su esposa, doña Suzie Vega.
Al día de hoy su negocio de Hatillo 8 está consolidado, de lunes a jueves vende entre desayunos y almuerzos unos 70 platos, los viernes le sube a 130 o 150. Los fines de quincena y de mes puede llegar a 160 platillos vendidos y ni qué decir de las dos épocas de más venta para él, setiembre y diciembre.
“Gracias a Dios me va bien, incluso mis hijos han podido estudiar. Vea usted, mi hija Nina se fue para España becada y lo que solo era un viaje de estudios ahora es la sucursal de mi negocio en España, algo que jamás me imaginé”, explica don Marco.
Cuchara tica
Gianninna, Nina para sus amigos, tiene 30 años y casi dos de haberse ido para España a estudiar Comunicación corporativa y responsabilidad social. Anteriormente trabajaba en el 9-1-1, pero solicitó un permiso sin goce de salario y se fue; sin embargo, dos años después renunció porque la sucursal de “Con el sabor de Yamil” en Madrid va puras tejas.
“En España no hay un lugar que venda comidas de Costa Rica, lo más parecido son locales colombianos y nicaragüenses. Normalmente cocinaba comidas ticas: arroz, picadillos, sopas, olla de carne. Le cocinaba a mis amigos que viven en Madrid que estudiaban conmigo.
“Se logró la posibilidad de quedarnos (comparte el negocio con una colombiana llamada Angela León), porque solicité residencia por búsqueda de trabajo y emprendimiento. Un día Ángela estaba de cumpleaños y yo hice la comida. Ángela siempre me decía que yo cocinaba muy rico, que debía vender comida, lo mismo me dijeron los que llegaron a la fiesta”, explica Nina desde España.
Heredó la cuchara y lo empunchada
El tema de cocinar no es nuevo para Nina, conoce bien el oficio porque le ayudaba a su papá por las noches, salía del 9-1-1 y llegaba a preparar gallo pinto, pan, trenzas, enchiladas y empanadas.
Es normal para ella el trabajo duro, cuando estaba en la universidad estudiando Periodismo, también estaba aprendiendo inglés en el INA, por las noches salía de clase y llegaba a ayudar en la cocina, nunca se quejó porque entendía que ese negocito es el que sacó adelante a la familia.
Por un chifrijo
Aunque Nina siempre ayudó a su papá, nunca se imaginó que se dedicaría a la cocina, empezó más empujada por sus amigos y gustó tanto que se tiró al agua.
“Comenzamos vendiendo chifrijo, fueron doce, a la gente le gustó y comenzó a conocernos, así corrió la voz y los doce chifrijos pasaron a quince, luego a veinte, después a treinta y llegó hasta setenta en un fin de semana”, aseguró.
Ya le ha cocinado a la comunidad tica en Madrid olla de carne, tacos, tamales, empanadas, picadillos, el amado chifrijo y el infaltable gallo pinto con huevos.
Nina cocina y de acuerdo a los pedidos de los clientes, en su mayoría ticos, entrega en ciertos puntos de Madrid, por ejemplo, en la calle José de Abascal o las paradas del metro en la plaza de Castilla y la avenida América y Atocha.
El asunto no queda ahí, como a la sucursal en Madrid le está yendo tan puras tejas, ya Nina y su compa se van a tirar al agua en un local que de lunes a viernes es de comida tradicional española y pertenece a empresarios españoles, pero como cierran fin de semana, ellas pagarán para abrir sábado y domingo con la comida típica costarricense.