Emma Gabriela Castro llegó al país con su esposo, Daniel, su hija de cuatro años, María Daniela, dos maletas llenas de sueños y un bolso con las muñecas de su chiquita.
La difícil situación que se vivía en su natal Venezuela la hizo tomar la difícil decisión de abandonar su país para buscar un mejor futuro para su familia.
Llegó a Costa Rica el 9 de setiembre de 2019 y al darse cuenta de que ese día se celebra en el país el Día del Niño sintió como una señal de Dios que estaba haciendo lo correcto para el bien de su pequeña.
Emma y su esposo son periodistas y al llegar al país él buscó trabajo y ella se quedó en la casa cuidando a María Daniela. A inicios del 2020, cuando la pandemia llegó a Costa Rica, la vida se les complicó aún más, pero la valentía de Emma la hizo surgir en medio de las dificultades.
“Empezamos el proceso legal para solicitar refugio y para solicitar los permisos de trabajo y eso lleva su tiempo. Cuando llegó la pandemia mi esposo salía a trabajar y yo me quedaba en la casa cuidando a mi hija, pero en un momento me dije: ‘yo necesito hacer algo que me genere dinero’, mi familia necesitaba sostenerse económicamente.
“Me puse a pensar qué hacía y tenía que ser algo que se pudiera hacer desde la casa porque no tenía quien me cuidara a mi niña, entonces empecé a cocinar platillos venezolanos que sé hacer: tequeños, empanadas, almuerzos, entre otras cosas. Recuerdo que en ese momento mi mamá estaba de visita aquí y yo le pregunté si creía que vender comida podía ser un buen negocio y ella me dijo que no sabía, pero que si no lo intentaba nunca lo sabría, así que me arriesgué”, relató la pulseadora.
Paso a paso
Emma empezó a ofrecer sus productos por medio de las redes sociales y recibió el apoyo de sus vecinos de La Aurora de Heredia. Poco a poco eran más las personas que le pedían comida y ya luego empezó a vender por medio de plataformas digitales como Uber Eats y DiDi Food, eso le dio un gran empujón.
La venezolana dijo que los platillos que más vende son las empanadas y los tequeños, las arepas también son muy gustadas. Se pueden encargar almuerzos con un día de anticipación.
A Emma le compran dos tipos de clientes, los venezolanos que viven en Costa Rica y cada vez que prueban uno de sus platos se llenan de recuerdos de su amada tierra y también los ticos que por curiosidad prueban su cuchara y quedan enamorados.
Poco a poco, por medio de fundaciones, la cocinera fue aprendiendo cómo llevar su negocio, cómo calcular los precios, cómo administrar sus finanzas de la mejor manera y todo eso ha hecho que el negocito crezca.
La pulseadora cuenta que su esposo dedica el tiempo libre de su trabajo a ayudarle en el negocio de las comidas que se llama La Cocina de Emma y hasta la pequeña María Daniela colabora porque siempre acompaña a su mamá a hacer vueltas y entregas.
El ver su negocio crecer la llena de felicidad y de ilusión y le permite soñar en grande. Ella prepara la comida en su casa, pero su gran meta es poner su propio local, uno que sea como una pequeña “embajada venezolana” en Costa Rica.
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“La necesidad fue la que me impulsó a hacer algo, a intentarlo, no podés quedarte viendo al techo mientras tu familia necesita, hay que atreverse. Si tu tienes un miedo tienes que picarlo en pedacitos y ver cómo superarlo.
“En mi caso tenía miedo por el futuro, por la pandemia, por el futuro de mi hija y decidí enfrentarlo cocinando que sé que es algo que hago bien y me dio resultados positivos. Pensé en comida porque todo el mundo necesita comer y porque si hay algo que a los ticos les gusta es comer, y eso está muy bien”, aseguró.
Emma reconoce que ha enfrentado muchos obstáculos en su camino como empresaria, pero se siente feliz de saber que con esfuerzo y superación los ha ido superando y que ahora su emprendimiento da un ingreso económico importante a su hogar.
Si usted quiere probar las delicias venezolanas que hace esta valiente, puede contactarla al WhatsApp 8474-3759. También puede ingresar a su página de Facebook La Cocina de Emma o al Instagram @cocinadeemma.