Víctor Cisneros, de 56 años, está como chiquito con juguete nuevo porque hace apenas dos semanas la electricidad llegó por fin a su casa.
La emoción de tener una refrigeradora para guardar la carnita y que la comida no se les ponga mala es algo nuevo para él y su esposa, María Cecilia Esquivel, por lo que están disfrutando al máximo esta bendición, tanto así que ya están pensando en comprar un televisor.
Él compró la propiedad en la que vive con su esposa hace 33 años y desde hace diez empezó la lucha, junto a otros lugareños, para que les pusieran la luz.
Luego de muchos intentos y de pedir ayudar en distintas instituciones, hace dos años un funcionario del ICE movió piezas estratégicas y logró que se llevara a cabo el proyecto.
“Aquí hay dos pueblitos separados por un río, Bajo Pérez y Bajo Arias de Acosta que es dónde vivo yo. Las calles estaban muy malas, hasta con caballo costaba entrar, eso fue uno de los factores que complicó tanto el traer la luz”, recordó el lugareño.
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Inexplicable emoción
El acosteño contó con emoción como ha sido la experiencia de vivir con electricidad.
“El día que nos pusieron la corriente fue algo increíble, vimos cumplido nuestro sueño. Ese día llamamos del celular a todos los familiares y amigos para decirles que ya teníamos luz, hasta se nos gastó el saldo del teléfono del montón de llamadas que hicimos.
“Lo primero que compramos fue una refrigeradora porque se nos complicaba mucho el tema de conservar la comida, si comprábamos carne teníamos que calcular que fuera solo para el día porque si la dejábamos para el día siguiente ya se ponía mala, a menos de que la secáramos al sol. Lo mismo pasaba con el arroz, las verduras y todo; los frijoles teníamos que hervirlos dos veces al día, en cambio ahora los congelamos y vamos usando los que necesitamos”, explicó.
Víctor trabaja el campo y dice que ahora llegar a la casa y tomarse un vaso de agua fría es una experiencia nueva que disfruta montones.
Además, el tener luz hasta les da seguridad en las noches, ya que antes no se podían despegar del foco por aquello que de les apareciera una sincejas.
“A las seis de la tarde encendíamos las candelas y tratábamos de no tenerlas mucho prendidas porque la pulpería queda largo, entonces no podíamos estar yendo. También teníamos que estar comprando pilas para los focos porque no podíamos salir de noche sin uno, ni tampoco caminar dentro de la casa. Una vez me levanté para ir al baño y me encontré una terciopelo enrollada en la sala, viera que susto, no podía uno confiarse para nada, siempre había que andar con el foco en la mano.
“Está uno tan acostumbrado a ese estilo de vida que todavía cuando me levanto en la noche busco el foco en lugar del apagador, pero poco a poco nos iremos acostumbrando a esta nueva vida que nos tiene tan contentos”, expresó.
Hasta cargar el celular era toda una odisea porque tenía que ir de día de por medio donde un vecino que tenía en su casa paneles solares y él le hacía el favor de cargárselo. Pero tenía que estar apagando el celular para que le rindiera la batería.
Víctor dice que espera empezar a ahorrar para ir comprando electrodomésticos, lo siguiente que llevará a su casa será una lavadora, después quizá compre un televisor y una radio porque nunca han tenido.
Una salvada
Mayela Esquivel Bermúdez, otra de las vecinas beneficiadas, comentó que para ella este proyecto representa mucho.
“Recuerdo que antes, cuando los niños se enfermaban y había que salir en la noche, no se veía nada, porque con una candela era muy difícil alumbrarse. Fueron años muy difíciles. Ahora que está la luz es otra cosa... Hoy por hoy tenemos luz y ya no se lo debemos envidiar a otras comunidades”, contó la mujer.
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Por su parte Anthony Cascante, cuenta que hasta para su trabajo el tener luz ha sido una bendición. A él le llegó la electricidad en una de las primeras etapas entonces disfruta del servicio desde hace varios meses.
“Tenemos un proyecto de pollos de engorde. Iniciamos este proyecto en la época sin luz y hemos visto mucho el cambio. Antes los pollitos duraban tres meses para empollar ahora con luz en mes y medio ya están casi para la venta. También vivimos en una zona muy caliente y ahora con la electricidad podemos tomarnos un refresco o agua fría y no caliente como teníamos que hacer antes.
“Esta inversión representa mucho, más para un pueblo como nosotros que estamos tan alejados del centro del cantón”, afirmó Cascante, quien vive a unos 90 minutos del centro de Acosta.
El proyecto fue inaugurado el pasado 5 de abril y tuvo un costo de ¢126 millones, gracias al aporte económico de Coopesantos R.L., INDER, y la Municipalidad de Acosta.
El mantenimiento general de la red seguirá a cargo de Coopesantos, compañía que da electricidad a los cantones de Dota, Tarrazú, León Cortés, Acosta, Mora, Aserrí, Desamparados, Cartago Central y El Guarco.