El nombre de Jessica Hernández Agüero sonó durante muchos años en los alrededores de la zona roja, en el centro de San José.
Las calles, las aceras y los lotes baldíos era donde acomodaba los cartones para dormir y pasar los fríos y ventosos días. Los basureros eran la despensa diaria que tenía a mano para comer algo.
“Durante 20 años pasé penas, frío, hambre, indiferencia social y rechazo humano”, dijo la valiente mujer que ahora motiva a otras a dejar las drogas.
Jessica dio su testimonio al periodista Henry Segura, del Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA) y él lo publicó en el Facebook de la institución.
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Ella contó que el usar drogas fue la puerta al infierno.
“Me convertí en una persona policonsumidora, es decir, le hacía al alcohol, al tabaco, a la cocaína, a la marihuana, al crack. Cuanta droga tuviera al frente la probaba. Era el modo de escape a mi realidad”, relató.
Jessica despilfarró 20 años, dejó de vivir su vida y perdió el norte de lo que buscaba y soñaba.
“Por mucho tiempo tiré a la borda mis años mozos, no tenía la voluntad para levantarme e iniciar una nueva vida. Cuando me le acercaba a una persona, deseosa de ser escuchada y recibir una palabra motivadora, lo que me decía era ‘¡Quítese, borracha, indigente, drogadicta!’, y demás etiquetas que hacen daño. Pero hubo un día que Dios me miró con misericordia y pude ver su gracia a través de ángeles terrenales e instituciones como el IAFA y Casa Esperanza, que me escucharon y ayudaron”, aseguró.
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Se aferró a la vida
En ese momento Jessica se aferró a la vida y logró dejar las drogas, varias personas que creyeron en ella y las instituciones que le tendieron la mano, le dieron la motivación y fuerza de voluntad que necesitaba.
Pero eso no es todo, también retomó los estudios de secundaria y solo le falta matemática para graduarse de bachiller en Educación Media. Además, tiene un trabajo formal donde se siente plena, útil y, ante todo, persona.
“Cada vez que tengo la oportunidad le cuento a la gente mi historia para que quizá despierten o se motiven a cesar el consumo problemático de tabaco, alcohol, marihuana, cocaína y otras drogas”.
La vecina de Desamparados trabaja en Renacer, una ONG que funciona como centro de rehabilitación para personas menores de edad consumidoras de drogas.
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Algo que valora y reconoce la decidida mujer es que Dios le permitió recuperar a su familia y sigue soñando en grande.
“No descansaré hasta convertirme en funcionaria del IAFA. Yo, Jessica Hernández, seré terapeuta ocupacional o física y un día, cercano, estaré al servicio de los costarricenses, apoyando a personas que, como yo, tuvieron decisiones equivocadas”, expresó.
“Tengo un pasado que le pone los pelos de punta a las personas, no quiero traer a mi mente aquellos momentos de impotencia y maltrato, pero hay momentos en que vale recordarlos como manera de decir que salí del abismo y no quiero volver al infierno que es la calle y las drogas. De verdad, de corazón, quiero motivar a las personas, en especial a las mujeres, para que dejen ese mundo inhumano que no merecen las y los hijos de Dios”, agregó la valiente.
En su proceso de rehabilitación, Jessica llevó cursos de inglés, computación y otras disciplinas que le permitieron aprender y poder conseguir trabajo.
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Tuvo recaídas
No todo es perfecto, en el camino ha tenido tres recaídas, pero ya lleva ocho años desde que dejó atrás las drogas y está a punto de cumplir tres de haber dejado el tabaco.
“Uno de los cursos que recibí durante mi proceso de restauración fue el de emprendedurismo, logré empezar a vender ropa interior y aguacates, con eso tuve para entretenerme, motivarme y ganarme la vida de una manera distinta. Esto me llevó a acercarme a mi familia y reconciliarme con ella, durante los primeros meses no faltaba ni un domingo al encuentro en el hogar que yo dejé”, relató.
La sobreviviente aprovechó este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, para mandar un mensaje a quienes luchan contra los vicios.
“Les digo que insistan, persistan y no desistan. Escuchen, abran la mente y dejen que las oportunidades fluyan. No permitan que una sustancia les robe la paz, las ilusiones y la familia. La lucha debe mantenerse en el tiempo, no es solo de un día, pero la vida es así.
“Dios sí existe y las drogas solo llevan a tres caminos: hospitales, cárceles y muerte. Además, les aseguro que la vida en la calle vale muy poco o casi nada. La vida es una, así que vívanla con respeto, tolerancia y valoren lo que tienen en su hogar”.