¿Es usted de esas personas a las que desde noviembre le comienzan a decir “Grinch? ¿Como aquel personaje de una película al que no le gusta para nada la Navidad? Pues tranquilo, porque usted tiene todo el derecho a que no le guste esta época del año, según lo explica la sicóloga de familia, María Ester Flores, ya que no todos vivimos diciembre de la misma manera.
“Uno no sabe la historia personal que cada uno tiene sobre lo que le enseñaron, las experiencias o los traumas, que le provocan que todo lo relacionado con la alegría navideña más bien lo haga sentirse mal y hasta con dolor”, reconoce la sicóloga.
Lo importante ante una persona que no le gusta la Navidad es el respeto porque, según la sicóloga, se desconoce si esa lejanía con la alegría de diciembre tiene que ver con que odia todo lo que tiene que ver con lo comercial de una época en la cual por estos días el consumismo nos consume y un regalo es más importante que un abrazo.
“Podemos estar ante una persona con limitaciones económicas que el tema de los gastos en regalos y en actividades lo ponen estresado y por eso se distancia de la alegría navideña. También, puede ser una persona poco tolerante a la hipocresía y no le gusta ver que la familia se reúna muy feliz en diciembre cuando los otros once meses del año pasan agarrados y tratándose mal. No comparten eso de andarse poniendo una cara bonita en Navidad solo porque la sociedad lo dice”, advierte María Ester.
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Hay otras personas que por alguna razón están peleados con sus creencias religiosas y no quieren hacer rituales alrededor de religión solo porque la sociedad obliga, entonces para muchos puede parecer esa persona un Grinch cuando en realidad es que atraviesan un proceso interno y ese proceso debe ser muy respetado.
Así como a quien no le gustan los villancicos, la tamaleada o las reuniones familiares de diciembre, se les debe todo el respeto, explica la sicóloga que esa persona también debe respetar que el resto de la familia sí se reúna y comparta en Navidad, vaya a la misa de gallo y se pongan a hacer el portal, entre otras tradiciones.
“Podemos con delicadeza invitar a esa persona a comerse el tamalito a ir a la misa de gallo o a que sea parte de los que arman el portal, siempre es bueno participarlo, pero si definitivamente dice que no, hay que respetarle su decisión”, concluye la especialista.