Doña Marta Delgado Espinoza es una tomadora de café 24/7, por lo que cuando le preguntamos cuál es su relación con el nuevo símbolo nacional una sonrisa pícara la delata.
Esa alegría se la originó el dipu liberacionista Wagner Jiménez, quien presentó un proyecto de ley que fue aporbado por 42 diputados en segundo debate el pasado 27 de febrero.
“Yo perfectamente puedo vivir sin arroz, no me hace falta, también sin frijoles, pero sin mi cafecito, ¡jamás! Me muero. No veo mi vida sin café, lo he tomado desde siempre.
“Antitos de irme a dormir me tomo un vaso de café… ¡todas las noches!”, asegura.
¿Y no se desvela? Le preguntamos. Por lo que ella respondió de una y muerta de risa: “No, para nada, lo que me desvela es no tomar café”.
Lo que no pudo respondernos esta cafetera de tiempo completo es cuántos kilos al mes usa en la casa, pero dice que deben ser más de diez.
Esta señora, de 61 años, confirma que toma su cafecito a cualquier hora del día. Incluso, a ella le encanta almorzar con café porque la comida le sabe más rica.
“Vieran como me alegra que el café sea declarado símbolo nacional, pero quiere que le diga algo, la verdad yo creo que ya tenía muchos años de serlo. Ser tico significa café, eso ha sido así siempre, este país se creó sobre las bases del café, por eso siempre ha sido un símbolo y lo mejor es que es un símbolo muy sabroso”, aseguró.
“Fue mi mamá (doña María Isabel Espinoza, q.d.D.g.) la que me enseñó a tomar café a cualquier hora del día y también a hacerlo de una forma especial y diferente, se llama café tapado. Es café chorreado, pero antes de chorrearlo echo el café en polvo en una jarra a la que le pongo agua hirviendo, lo muevo con una cuchara y todo eso lo meto en la bolsa y a partir de ahí sigo el proceso normal de chorreado.
“Me decía mamá que es mejor hacer así el café porque el café larga (suelta) más y entonces se disfruta el verdadero sabor, o sea, no se pierde nada de ese rico saborcito”, nos explica esta señora con 40 años de casada, que vive en Guachipelín de Escazú.
Doña Marta es madre de cinco hijos (Laura, Maribel, Stephanie, Federico y Katherine), todos toman yodito. Además tiene ocho nietos y poco a poco los va metiendo el gusto por el café, tanto así que el 30 de enero, cuando la visitamos nos recibió con tamalitos, tortillitas palmeadas, tortas de huevo y el agua hirviendo para la tercera chorreada de café de la mañana… ¡Qué sabrosera!
Pudimos comprobar que es tan supercafera, que no reparte fresquitos o chocolates en su casa, ella solo reparte vasos de café tieso y parejo.
Y si con doña Marta no le alcanza, también está don Delio Vargas, el esposo, quien es otro cafetero de hueso colorado. Don Delio nos contó que en las madrugadas que no puede dormir se levanta y se hace un vaso de café para dormir como un bebé.
Ni muy fuerte ni muy ralo, doña Marta y don Delio son de café medio fuerte, eso sí, tiene que ser chorreado, no les sabe igual el que hacen en máquinas, porque como siempre han vivido relacionados con este grano, saben cómo sabe más rico. Sin duda se las saben todas, ya que cuando ambos eran jovencillos les tocó realizar todo el proceso cafetero cogerlo, secarlo, molerlo y chorrearlo.
“Es muy difícil que alguien me meta diez con hueco en temas cafeteros, porque conozco el café. De hecho, venga para que vea (nos dijo don Delio quien nos mostró un balde bien tapadito y supercuidado, en el que tiene café de Las Vueltas de Potrero Grande de San Vito de Coto Brus.
Explica el abuelo que ese café es de una zona privilegiada, por eso es buenísimo.
"Ya van casi diez años de que lo tengo en semilla, cada vez que hay un momento especial pongo a secar un poco y lo muelo para toma café de gran calidad. Si uno lo tiene bien cuidado y seco no se pone malo, de hecho, con cada día que pasa se pone mejor”, nos contó don Delio lleno de orgullo.