El asesinato ocurrió en plena vía pública, hubo testigos, fue espantoso. La víctima tenía minutos corriendo por su vida, el presunto victimario lo perseguía para aniquilarlo, pudo haberse detenido, reflexionado, pero no, siguió intentando cazar a su presa.
El que estaba a minutos de ser difunto no había asaltado a nadie, tampoco se había metido a robar a ninguna casa, no había atacado...pero corría angustiado. Raúl Zambrana tenía 36 años, era casado y papá de una chiquita de dos añitos.
Cuando el supuesto atacante lo alcanzó no le disparó, su arma no era una pistola, mucho menos una AK 47, pero sí era una arma potente, usó su carro para botar al angustiado motociclista y pasarle por encima "como si hubiera majado una bolsa plástica", dijo el jefe policial de Santa Bárbara de Heredia, Douglas Sandí.
El pecado del motociclista fue haberle reclamado al chofer del carro, de apellidos Cordero Vega, de 71 años, por brincarse una señal de Alto. Y ya sabemos quien lleva las de perder cuando el chofer de un carro se brinca un alto o la luz del semáforo, y el que tiene la vía es un motocicilista.
La gran lección, en mis años como chofer tanto de moto como de carro, es que si uno está alterado o molesto, no debe manejar ni un triciclo.
Por eso los ralitos exámenes para sacar licencia deben ser más rudos, tanto en la parte física como mental, y si bien este aspecto está contemplado, todos los que hemos sacado licencia o renovado sabemos que son pura paja.
Un carro y una moto son armas, así de sencillo, y si para tener una revólver o una pistola hay un montón de trámites, con las licencias para manejar debería ser igual, porque esta tragedia no es la primera, ya hemos visto asesinatos entre choferes por una discusión en carretera.