“Le voy a explicar, me acabo de casar frente al mar, rodeada de flores, con la arena bajo mis pies, el sol del atardecer fue perfecto cuando dijimos ‘¡sí, acepto!’… escogimos el mejor lugar del mundo para casarnos, el paraíso.
“No le puedo decir que fue la boda con la que siempre soñé porque yo jamás soñé con una boda tan perfecta, tan natural, tan sencillamente bella. Costa Rica me regaló una boda más allá de la perfección”.
Esas fueron las primeras palabras de doña Sandra Noy, nacida en Barcelona, España y quien se quedó “encerrada” en Costa Rica con su pareja, Kevin Sullivan, nativo de Inglaterra, por culpa del coronavirus.
Ambos llegaron el pasado 24 de febrero a pasar tres semanas y media de vacaciones en Tiquicia, pero la pandemia los dejó encerrados en Limón, lugar que sería testigo de un matrimonio que no estaba planeado.
Atrapados en el paraíso
El pasado domingazo 24 de mayo les presentamos la historia de lo que llamamos “Cuarentena en el paraíso”, en la cual estos novios (en aquel momento), tuvieron que ingeniárselas para vivir la pandemia en nuestro país por el cierre de fronteras.
La pareja estaba hospedada en el hotel Banana Azul, en Puerto Viejo de Limón, y sencillamente se enamoró de la zona, por lo que estaba superfeliz de haberse varado en un país como el nuestro.
Claro, no fue un asunto tan sencillo de digerir a la primera.
“Cuando nos cancelaron el vuelo de regreso a España me puse demasiado nerviosa, en verdad me estresé. Los primeros días fueron muy difíciles porque estaba aterrada, deseaba con todo mi corazón estar en mi país. Yo me regresaba el 18 de marzo.
“Pero, conforme fueron pasando los días y fui viendo cómo Costa Rica y España se enfrentaban al coronavirus, fui entendiendo que estaba en el mejor lugar que podía estar ante esta pandemia mundial".
Envidiados
Según doña Sandra, ella comenzó a pasar fotos de cómo la estaba pasando en Costa Rica y la familia no podía creer la suerte que tuvieron.
"Con este mar de lujo, esta arena especial, fotos disfrutando la vida a más no poder, fotos de una mujer sana con su pareja sana y después nadie me creía que aquí había llegado el coronavirus… toda mi familia, mis amigos y mis compañeros de trabajo se quieren venir para Costa Rica.
“Desde que comenzó abril no dejan de decirme desde España que yo me quedé encerrada en el paraíso. No terminan de creerme cuando les digo que el país entero solo registra 10 fallecidos. Ahora soy la envidia de todos.
La española asegura que haberse quedado varada en Costa Rica fue lo mejor que le pudo pasar en la vida.
Al 7 de junio España registra mas de 240 mil contagiados y más de 27 mil fallecidos. Mientras que en Barcelona hay 59 mil contagiados y más de 5.500 fallecidos.
Campanas de boda
La pareja había planeado pasar a la vida seria en el verano europeo de este año (por ahí de julio), pero en el viejo continente, por lo que al quedarse acá encerrados estaban valorando adelantar ese momento.
“Le cuento que ya he consultado como a tres abogados, estoy afinando detalles para tomar la gran decisión de casarme antes de julio aquí en Costa Rica, es que la estamos pasando tan bien, estamos tan felices que Kevin y yo hemos coincidido que tantos días de felicidad deberían sellarse con la boda.
"¡Me casaré aquí! Y ya se los dije a todos allá (en España e Inglaterra) y les parece lo más lógico en estos tiempos de pandemia”, dijo Sandra hace dos semanas.
Puerto Viejo como testigo
Pero los tortolitos no se esperaron a julio y el pasado martes 2 de junio, a las 3:30 p. m. se casaron frente al mar de Puerto Viejo de Limón.
“Fue una boda estupenda, perfecta, la organizó en poco tiempo mi hija (Claudia Figueras) con ayuda de mi otro hijo (Joan). Ya en dos días tenían todo listo. Me quedé asombrada: flores, mar, un caminito de arena, el atardecer que estuvo perfecto.
“Me encantó que fue sencilla. Ya Kevin y yo habíamos hablado de hasta alquilar un salón en España para casarnos, por eso, estar en medio del paraíso, donde el salón fue una playa entera, no tiene comparación. La perfecta sencillez la amé, no fue un asunto pomposo, sino de amorosa sencillez… ¡Sin ingredientes artificiales! Como dicen ustedes del país, exactamente igual”, comentó.
Antes de casarse, la pareja hizo las consultas respectivas a las embajadas de España e Inglaterra para estar bien claros en cada paso que darían, porque si tenían algo claro es que su matrimonio tenía que ser legal en Costa Rica y en el resto del mundo.
“Hay bodas en otros lugares del mundo donde usted se casa solo ahí, como por la alegría del momento y nosotros no queríamos eso. Nos asesoramos y la abogada que escogimos nos dará un documento oficial que se llevará a Europa para inscribir también allá nuestro matrimonio. Fue una boda seria con todo lo legal en orden”, aclaró la europea.
Boda tropical
Doña Sandra y su hija Claudia coincidieron en la temática de la boda no podía ser otro que el sabor tropical de la zona, por eso las flores que usaron eran exóticas y nativas de Tiquicia.
“Nosotros somos muy sencillos en nuestras vidas, nada complicados, por eso también queríamos casarnos de la misma forma. Nos quedó perfecto entrar a Samoa Boutique aquí en Puerto Viejo, ahí encontré ese traje de novia igualito a mí, sencillo, fue amor a primera vista, un poco estilo hippie, un poco mostrando delicadeza femenina y perfección en la tela para el clima. Lo amé.
“En el caso de Kevin, también apostó por Samoa Boutique y escogió una camisa tropical hermosa, me encantó verlo con esa frescura caribeña encima. Nuestra gente en Europa también quedó encantada con lo que vestimos”, comentó.
Sabroso calipso
Otro de los momentos que se quedarán en la memoria de los novios fue la fiesta después del matrimonio, en el restaurante Spicy Coconut del hotel Villas del Caribe, donde se mezclaron los sabores de Europa, Costa Rica y del Caribe a la perfección en las manos del hijo de doña Sandra, quien ama la cocina e hizo una combinación sabrosísima de ingredientes para alegrar la comida.
El baile de los novios no fue un vals, sino un sabroso calipso.
“Ese baile nos marcó para el resto de la vida, fue un momento mágico, fue como una película, en verdad que nuestro gran amor se merecía una boda así”, aseguró doña Sandra.
Inquilino perfecto
Devolvámonos unos cuatro años, a un pueblito de Barcelona que se llama San Pedro de Ribas (Sant Pere de Ribes, en catalán) y está en una zona costera. Ahí llegó de vacaciones un inglés, Kevin, buscando pasar unos días bien pura vida frente al mar.
Le comentaron que había una casa para alquilar y se fue a preguntar, la dueña, Sandra, le informó el precio y lograron un acuerdo. Así nació una linda amistad, al principio, que se fue consolidando durante dos años y después pasó a noviazgo.
Y volver, volver...
Para doña Sandra, casarse frente a las olas era algo que tenía que ocurrir sí o sí, pues siempre han sido testigas de su gran amor.
“El mar ha estado con nosotros desde que nos conocimos, de eso me acordé en medio de la boda, eso me llenó mucho. Yo creo que ya estábamos destinados a casarnos frente al mar y también creo que Kevin y yo estamos destinados a vivir en Costa Rica.
“Tal vez no vivamos todos los días del año aquí, pero sí lo hemos hablado, que dentro de unos cuatro años, poder comprar por aquí, en Puerto Viejo, que es un paraíso y pasar varios meses del año disfrutando la vida y la naturaleza al máximo”, comenta la muy enamorada esposa.
La catalana entiende que en menos de un mes estarían volviendo a España, sin embargo, dice que Costa Rica jamás se irá de sus corazones porque van a volver, volver y volver.