Hoy hace 50 años el hombre pisó por primera vez la Luna. Y aunque la misión era tripulada por tres astronautas: Edwin “Buzz" Aldrin, Neil Armstrong y Michael Collins, según los datos oficiales, fueron 400 mil personas las que participaron en el programa Apollo y dos fueron los encargados de lanzarlo.
En 1961, John Fitzgerald Kennedy preguntó a su vicepresidente, Lyndon Johnson, cómo superar a los soviéticos en la carrera espacial.
"Si un hombre entra en la órbita terrestre este año, se llamará Iván (nombre muy usado Rusia) ”, había lamentado el mandatario un año antes.
Johnson consultó al diseñador de cohetes de la Nasa, el alemán Wernher von Braun. El ingeniero había inventado los cohetes V2 que bombardearon Londres durante la Segunda Guerra Mundial.
Hacia el final de la guerra, Wernher ofreció sus servicios a los estadounidenses que lo llevaron junto con un centenar de sus mejores ingenieros a Alabama, fundando lo que se conoce desde entonces como “Rocket City” (la ciudad de los cohetes).
El alemán respondió con entusiasmo a Johnson que el envío de hombres a la Luna era el único proyecto en el que se podía derrotar a Moscú, porque ninguno de los cohetes soviéticos tenía la potencia necesaria para llegar al satélite terrestre.
Ocho años después, Richard Nixon estaba al frente de Estados Unidos. Para anticipar una posible tragedia, el mandatario hizo preparar un homenaje: “El destino dictó que los hombres que fueron a explorar la Luna en paz, descansarán en la Luna en paz".
Pero el enorme esfuerzo dio sus frutos. Todo fue muy rápido, gracias a los fondos aprobados por el Congreso.
Se lanzaron cuatro misiones Apollo exploratorias entre octubre de 1968 y mayo de 1969. En diciembre de 1968, se eligió a Armstrong como comandante de la undécima misión Apollo, con lo que eso conllevaba: sería el primer hombre en pisar la Luna.
“Me quedé callado durante días mientras luchaba por no enojarme con Neil. Después de todo, era el comandante y, por tanto, el jefe", confió Aldrin al relatar sus memorias muchos años después.
Cuando el enorme cohete de Von Braun despegó con la cápsula de Apollo 11 en su cima, el miércoles 16 de julio de 1969, un millón de personas asistieron al espectáculo desde las playas de Florida, cerca de Cabo Cañaveral.
Pero muchos dudaban que los hombres lograran su objetivo.
“Nos daban al menos un noventa por ciento de posibilidades de regresar con vida y un cincuenta de conseguir alunizar", dijo Armstrong tras la misión.
Para los estadounidenses, el descenso ocurrió un domingo por la tarde. En Europa ya era de noche. Pero en todas partes la gente siguió la hazaña, solo con comunicaciones de radio crepitantes, hasta que Armstrong instaló una cámara antes de pisar la Luna.
“Los pies del módulo lunar LEM sólo están hundidos en la superficie como una o dos pulgadas, aunque la superficie parece ser muy, muy fina, cuando te acercas. Es casi como polvo", explicó Armstrong.
“Ahora voy a bajar del LEM”, anunció el comandante.
Tras una pausa, pronunció la frase por la que siempre se le recordaría: “Es un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad". Eran las 22:56 horas en Houston.
"Pensé en ello tras haber aterrizado", recordó Armstrong en una larga entrevista en 2001. En realidad, el astronauta se equivocó, quería decir "para un hombre".
Más de 1.400 fotos
Durante dos horas y media, Armstrong recogió kilos de rocas y sacó fotos. Aldrin instaló un sismómetro y otros dos instrumentos científicos. Plantaron una bandera estadounidense, dejaron una placa y varios recuerdos, incluida una medalla para Yuri Gagarin, el primer humano en viajar al espacio.
De las 857 fotos en blanco y negro y 550 en color que se sacaron en la Luna, Armstrong solo aparece en cuatro. La mayoría muestran a Aldrin. “Es mucho más fotogénico que yo", bromeó Armstrong en 2001.
Cuando llegó la hora de marcharse, los astronautas estaban cubiertos de polvo. En el módulo olía a “ceniza mojada en una chimenea”, describió Armstrong.
Collins llevaba 22 horas esperándolos en órbita.
“Mi miedo secreto desde hace seis meses ha sido dejarlos en la Luna y regresar solo a la Tierra. Si no consiguen despegar o se estrellan, no voy a suicidarme. Volveré a casa, pero seré un hombre señalado durante el resto de mis días, lo sé", escribió Collins después.
No tuvo que volver solo. El único motor del LEM se encendió, el acoplamiento funcionó y los tres hombres regresaron a la Tierra.
Al final, la cápsula, de la que se habían desprendido los módulos inútiles, pesaba 12 toneladas, un peso ínfimo si se compara con las 3.000 toneladas iniciales.
El 24 de julio, atravesó la atmósfera envuelta en una bola de fuego para caer como una piedra en el Pacífico, frenada por tres grandes paracaídas.
Estados Unidos envió un portaviones para recuperarlos. Richard Nixon estaba a bordo de la embarcación.
Unos buzos de élite sacaron a los hombres de la cápsula y los llevaron en helicóptero al barco, donde se les puso en cuarentena por temor a una contaminación de posibles microorganismos extraterrestres.
En su primera rueda de prensa, tres semanas después, los reporteros les preguntaron si pensaban regresar a la Luna.
Ninguno de ellos volvió al espacio. El programa Apollo terminó en 1972, y hubo que esperar la llegada de Donald Trump para que Estados Unidos decidiera lanzar la hermana de Apollo, la misión Artemisa.
500 millones vieron alunizaje
Más de 500 millones de personas siguieron hace 50 años por tele los primeros pasos del hombre en la Luna, batiendo un récord mundial de audiencia, gracias al dispositivo desplegado por la NASA y los medios.
Dividida en episodios como una serie (preparativos, despegue, viaje, aterrizaje, regreso), la misión lunar movilizó durante ocho días a las televisiones del mundo entero, con 3.500 periodistas acreditados y 36 cadenas presentes en Houston (Texas).
Para el momento culminante, el en vivo duró 31 horas en la televisión estadounidense. Los primeros pasos de Neil Armstrong fueron retransmitidos en el mundo entero, menos en China y en el bloque soviético.
Aunque el primer evento televisado en vivo en varios países fue la coronación de la reina Isabel II en 1953, este momento único en la historia de la humanidad registró una audiencia mundial récord, según estimaciones de la American Broadcasting Company (ABC).
Los montos invertidos por las TV y radios estadounidenses rozaron los $13 millones, equivalentes a lo que costó la noche electoral en 1968, según la revista Variety.