Por sexto año consecutivo, Marcelino Arce Díaz es el encargado principal de una muy linda, noble y amorosa misión, adornar con más de 20 mil bombillitos el arbolote de Navidad natural más grande del país, el del Hospital Nacional de Niños (HNN), que se ilumina oficialmente este jueves 7 de diciembre a las 6 de la tarde.
Marcelino trabaja con la Compañía Nacional de Fuerza y Luz (CNFL) y durante dos semanas pasó de arriba abajo poniendo las luces, una misión que espera con demasiado amor durante todo el año.
Este vecino de Tres Ríos tiene 35 años, vivió hasta los 14 años en Santa Marta de Puriscal y muy sinceramente nos confiesa que adornar el árbol del HNN no es un trabajo para él, lo ve como un privilegio, como una gran dicha que la vida le está regalando hace seis años.
“Estudié electricidad en el Colegio Universitario de Cartago. Jamás imaginé que me iba a tocar este trabajo tan lindísimo. Siempre uno pasa por la calle y lo ve iluminado y ya solo eso alegra el corazón, pero nunca creí que la vida me daría la oportunidad de ser yo el que pusiera las lucecitas.
“Le puedo garantizar que cada bombillita es puesta con mucho amor. Yo no soy el único, hay muchos compañeros que ayudan en esto y todos le metemos demasiado amor. Todo el año espero que llegue el momento de iluminar el arbolito porque paso dos semanas demasiado feliz, ya que entiendo lo alegres que se pondrán muchos niños y sus familias”, comenta.
Antes de entrar a trabajar a la CNFL don Marcelino breteó para varias empresas eléctricas y el trabajo era muy diferente. El propio día que entró a Fuerza y Luz lo mandaron a la sección de decoración, un mundo totalmente nuevo para él, a pesar de que desde chiquillo le gustó la electricidad.
Tremenda alegría
Muy presente en su corazón tiene cuando hace seis años le dijeron que iba a ayudar en esa decoración, sobre todo cuando llegó a su casa y se lo dijo a su esposa y toda la familia.
“Fue una alegría tremenda en la casa. Mi esposa, Alejandra, se puso muy feliz y toda mi familia también. Es que este arbolito es demasiado querido. Uno siempre le dice arbolito a pesar de que es enorme (es el árbol de Navidad natural más grande del país, mide 20 metros), es por ese cariño.
“En casa nos alegramos porque uno sabe que es formar parte de un equipo de trabajo que le dará una tremenda alegría a los niños que están en el hospital y a todos los que no están porque a los niños les encanta y muchas familias vienen a verlo y disfrutarlo”, comentó.
Sobre esas alegrías familiares que tiene don Marcelino, reconoce que su hijo de cuatro añitos, Declan, sabía, el pasado martes 4 de diciembre, que papá iba para el arbolito del Hospital de Niños, ya que todavía estaba en las últimas pruebas, y quería irse con él porque ya lo vio en fotos, entonces le pasó diciendo: “Papá vamos, papá vamos”.
Emoción enorme
“Todos los compañeros que estamos en esto vivimos una emoción enorme a la hora de poner las luces. Generalmente hay niños internados que se asoman por las ventanas y nos saludan y eso nos provoca una emoción tan grande, en verdad que nos toca el corazón.
“En ocasiones a uno lo saludan chiquitos desde las ventanas, tal vez con las manitas vendaditas y ahí es cuando uno hasta llora de la felicidad porque Dios le está dando el privilegio, el honor de ser parte de un poquitico de alegría para esos niños.
“Por eso digo que no es trabajo, esas dos semanas uno se levanta y de inmediato siente algo rico en el pecho de tanta alegría. Llega uno al arbolito y pone cada bombillita con paciencia, con el espíritu cargado de emoción porque es un trabajo para dar sonrisas. Yo no me cambio por nadie esas dos semanas”.
Así de alegre se pone don Marcelino cada vez que habla sobre el trabajo, perdón, la alegría de dos semanas que vive al decorarlo. “Hay días que uno va poniendo las lucecitas y va llorando de la emoción… ya estoy deseando que sea 7 de diciembre para verlo iluminado”, dice.
“Comprendemos en la CNFL que ese instante, ese arbolito encendido, une un poquitico más a las familias, sirve para olvidar por un instante cualquier tema de salud y la alegría llena el corazón de los chiquitos. Es un privilegio ser parte de esto.
“Claro, siempre hay un sustillo antes de la iluminación oficial. Es el susto de que todo salga bien, por eso estamos aquí reacomodando todo, incluso la estrella, para reconfirmar que todo salga bien”, comenta.
Le toca prenderlo
A don Marcelino le toca, además, prenderlo este jueves, algo que es una ola de sentimientos, sobre todo en los últimos 10 segundos, la cuenta final que hacen a coro los niños presentes en el tradicional acto.
Fiesta de iluminación. Este 7 de diciembre, a partir de las 6 de la tarde, se ilumina el arbolito del Hospital de Niños, actividad que se hace desde 1964. Desde las 3:30 se abrirán las puertas para 350 personas. El Hospital espera que las familias lleguen con niños mayores de 2 años porque tendrán varias actividades antes y después del encendido. Se debe llevar un regalito sin envolver para donarlo al hospital.
“Ver el árbol encendido hasta lágrimas se me vienen. Cuando salgo del lugar del encendido y me quito los guantes, veo las lágrimas de emoción de las personas y eso contagia.
“Me ha pasado que mamás se me acercan y me agradecen por la alegría que le estoy dando al hijo, me lo dicen entre lágrimas y lo que menos saben ellas es que yo soy el que más bien debo agradecerles por permitirme ser parte de esa alegría”, concluye.