Poco a poco comienzan a aparecer ticos que vivieron su experiencia de cariño con Tomás Tevelán Calel, el niño indígena de Guatemala que enamora a los costarricenses que llegan hasta Panajachel porque conoce muchísimo de nuestro país.
Silvia Lara López y sus papás –Juan Carlos Lara y Rosibel López– fueron de paseo por primera vez a Guatemala hace un mes.
El viaje lo planificaron con bastante tiempo y disfrutaron cada lugar que visitaron, pero Tomás fue quien les robó el corazón y es de quien más se acuerdan y más hablan cuando se les pregunta por la experiencia.
El paseo incluyó una visita al volcán Pacaya, a la zona de Semuc Champey (que encanta porque un río se esconde bajo las piedras), a Antigua –la vieja capital del país– y al que algunos llaman el lago más lindo del mundo, el Atitlán, donde Tomasito y su mamá se ganan la vida vendiendo cositas.
“Cuando estábamos en una sodita, esperando para ir al baño, antes de montarnos a una lancha para andar por el lago Atitlán, él aparece y nos pregunta ‘¿de dónde vienen?’, ese es su enganche de mercadeo, y de una vez al decirle Costa Rica te tira las siete provincias de memoria, claro, inmediatamente usted se engancha, es un niño que te conquista el corazón al instante", cuenta Silvia.
Atrapados al instante
La sorpresa de los ticos es total...
"Qué se va a imaginar uno que un niño vendedor va a saberse las siete provincias de tu país, por eso uno le pone inmediata y total atención. Eso significa que él logró su objetivo, te enganchó y ya no se suelta uno de ninguna forma, él es demasiado inteligente”, dice Silvia.
Cuando estaba de regreso en Costa Rica Silvia entendió que las herramientas de mercadeo que usó Tomás fueron finas y efectivas, porque además de engancharlos a la primera, no los soltó y los puso donde él quería para lograr su objetivo: una buena venta.
“Hay muchos niños vendiendo, todos son muy insistentes, entonces uno les va diciendo ‘no, gracias; no, gracias’, pero Tomás no llega a ofrecer nada. Anda vendiendo, pero no ofrece nada, lo primero que hace es preguntar ‘¿de dónde son?’ y ahí comienza todo".
“Uno se ríe mucho con los equipos de fútbol, porque se sabe un poquito de varios como de Cartaginés, Saprissa y Alajuelense. Ya cuando va por ahí uno está totalmente atrapado por él, es demasiado bueno en su estrategia. Es muy noble y humilde al mismo tiempo, por eso nosotros (ella y los papás) no parábamos de reírnos y de sorprendernos", cuenta la fotógrafa.
Les dejó mercadería
Es tan bueno en lo que hace que –explica Silvia– ella llegó al punto de querer montarlo en la lancha que les daría el recorrido por el lago Atitlán.
“ Yo le decía a mami ‘quiero llevármelo’, pero después pensamos que había situaciones, como pedirle permiso a la mamá. El viaje es peligroso y desistimos, el tema es que a ese punto de conquista llega Tomás, uno quiere llevárselo”, recordó.
Pero la experiencia con Tomás no quedó ahí.
Resulta que la estrategia de mercadeo del niño de once años es tan efectiva que Silvia y sus papás, que a nadie más le habían comprado nada en la calle, terminaron por comprarle un montón de recuerdos y necesitaban tres más de los que él tenía.
“Al final nos convenció totalmente y queríamos comprarle cosas, pero le hacían faltaban tres abrelatas, entonces nos dejó toda la mercadería que andaba vendiendo sin conocernos. Salió soplado y como a los tres minutos apareció con los abrelatas que necesitábamos, tiene un forma de convencer que cualquiera le compra. Imagínese, le pudimos haber robado y no le importó, confió en nosotros… y más que nos enamoramos”.
La última forma de convencerlos del chapintico se dio antitos de que Silvia y sus papás agarraran la lancha.
“Nos tomamos unas fotos con él y, bueno, me convenció una vez más y le regalé el chonete que yo andaba. Es que tiene un carisma especial, recuerdo cada una de las palabras de Tomás, nos atrapó completamente, por eso me encantaría tenerlo en Costa Rica".