“Todos los lunes teníamos que madrugar porque a las siete de la mañana abrían el estanco que nos quedaba más cerca, estaba en San Rafael Arriba de Desamparados. Mi mamá nos llevaba a mí y a varios de mis hermanos y nos ponía a hacer fila distanciados porque era la única forma de conseguir lo que necesitábamos, pero a veces no lográbamos comprar todo porque se agotaba.
“Hacíamos unos filones de unos doscientos metros y a veces cuando llegábamos ya se había acabado el arroz, los frijoles o la manteca, entonces teníamos que ir a otro estanco o ver dónde conseguíamos lo que nos hacía falta para llevar a la casa”.
Así recordó María Luisa Morales la angustia que vivieron a inicios de la década de los 80 por la crisis económica que se sacudió al país.
Los estancos eran los locales del Consejo Nacional de Producción, administrados por el Estado.
Ella tenía 14 años en 1978 cuando su familia decidió dejar Puriscal y mudarse a Desamparados en busca de un mejor futuro, ya que en su pueblo natal no había posibilidades de sacar ni la secundaria.
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“La idea de mis seis hermanos y mía era buscar un trabajo y meternos a estudiar en el colegio nocturno, así lo hicimos, aunque algunos no terminamos de estudiar. Apenas llegamos a la nueva casa me puse a trabajar con una prima en una soda del mercado Borbón, luego aprendí a coser y así fue aprendiendo como defenderme”, narró.
Carlos Morales, papá de María Luisa, recordó que desde que llegó a Desamparados empezó a trabajar como guarda de seguridad en una empresa en San Francisco de Dos Ríos, con eso y lo que aportaban sus hijos mayores iban haciendo frente a la situación.
“Gracias a Dios salíamos adelante con lo que ganaba en mi trabajo, a veces también trabajaba chapeando y así para ganar algo más, pero aunque tuviéramos platica para comprar el arroz y los frijoles, la escasez lo ponía a uno en apuros para conseguir la comida”, expresó.
La crisis estalló en el gobierno de Rodrigo Carazo (1978-1982), quien se negó a acatar los programas económicos que proponía el Fondo Monetario Internacional (FMI). “El país no se puede vender por migajas”, llegó a decir.
Carazo echó del país a la representación del FMI y eso ocasionó un bloqueo financiero internacional que agravó los efectos de una crisis económica que ya estaba debido a los altos precios del petróleo y a que las exportaciones del país cayeron un montón.
Con solo dos meses en la silla presidencial, Carazo enfrentó la primera huelga, de los bananeros, que duró 35 días. Después las autoridades revelaron que el financiamiento de la Caja estaba en riesgo, así como otras instituciones del Estado, por lo que urgía una intervención.
El dolár subió
Paulino Sandí, vecino de Escazú, recuerda que en esa época el precio del dólar se disparó y que eso fue aprovechado por muchas personas que compraban los billetes verdes para luego revenderlos y ganarse alguito.
“Una de las cosas que ayudó mucho en ese tiempo es que las costumbres eran otras, se daban mucho los intercambios porque todos teníamos algo sembrado en la casa. Uno iba donde el vecino a llevarle chayotes y regresaba con una bolsita de yuca. Además, muchos tenían sus gallinitas, entonces en sus casas producían los huevos que necesitaban y hasta vendían, así iban saliendo”, recordó.
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Oscar Sandí, hermano de Paulino, contó que en 1980, cuando le tocaba ir al estanco, le costaba un mundo comprar manteca, que era lo que se usaba en aquel tiempo para cocinar.
“Yo trabajaba en el hospital de Niños y recuerdo que un día le dije al proveedor que llevaba la manteca ahí que si él me podía vender también a mí y por dicha me dijo que sí, así pude resolver el problema y compraba manteca para mi casa y también para mi mamá”, narró.
José Nájera creció en Pacayitas de Turrialba y recuerda que en su pueblo también escasearon los alimentos.
“Nos afectó porque nos costaba conseguir los granos básicos, entonces teníamos que viajar hasta La Suiza de Turrialba, teníamos que agarrar un bus que solo salía los lunes y viernes a las 7 de la mañana y volvía al pueblo a la 1 de la tarde, era la única forma de salir del pueblo, de lo contrario había que caminar con la carga”, recordó Nájera, quien ahora es policía.
Carlos Oconitrillo es siquirreño y también se vio afectado por la crisis de los 80, hasta tuvo que sacrificar su estudio.
“Recuerdo que el precio del petróleo subió mucho y el del café bajó, por toda esa situación no pude ir a la universidad, porque tuve que trabajar para hacerme cargo de mis gastos, pese a eso mi familia salió bien librada de la crisis porque nunca nos faltó la comida en la mesa”, dijo.
Crisis muy diferentes
En aquel momento, un préstamos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) ayudó a luchar contra la crisis. Luis Alberto Monge lo firmó apenas llegó al poder en 1982, aunque muchos se oponían.
El economista Leiner Vargas, de la Universidad Nacional, dijo que aunque actualmente el país también está en crisis y el Gobierno apuesta a un nuevo préstamo con el FMI para superarla, ambas situaciones se dieron por cosas muy distintas.
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“Cuando se dio la crisis de los ochenta, el turismo en el país era muy bajo, Costa Rica no estaba posicionado como un destino turístico que atrae extranjeros como lo está ahora. También le costaba mucho atraer inversión extranjera, no había zonas francas ni nada de eso, la entrada de dólares al país dependía más que todo de la exportación de unos cuantos productos como el café, el banano.
“Cuando empieza a subir el petróleo, casi todos los países del mundo empiezan a sufrir, se dio una inflación muy grande y los trabajadores del país pasaron a ganar menos, mientras que el costo de la vida subió, ese fue el principal problema. Aunque la crisis la vivieron todos los ticos, las familias con menos ingresos fueron las que la pasaron peor porque en aquel momento el jefe de hogar era el que llevaba el sustento, las familias eran muy numerosas y por la crisis muchos hijos tuvieron que dejar de estudiar para empezar a trabajar y así meter el hombro en el hogar”, explicó el economista.
Vargas dice que durante el gobierno de Monge, Estados Unidos dio a Costa Rica un millón de dólares diarios, lo que ayudó mucho al país; sin embargo, se tardó uno 10 años para superar los problemas.
“La crisis actual es muy distinta, en aquel momento la deuda que tenía el país era externa, pero la actual es interna, el Gobierno no puede hacer frente a los gastos de pensiones, de préstamos internos y eso de debe a que, aunque desde hace mucho tiempo se sabía que era necesaria una reforma fiscal, de forma irresponsable los presidentes fueron evadiendo la situación para no enfrentar el descontento de la población.
“Se necesita un préstamo con el FMI, al crédito no hay que tenerle miedo, el problema aquí es lo que tiene que hacer el Estado para poder acceder al préstamo.
“La reducción del gasto público, el aumento en los impuestos, la venta de empresas son parte de las opciones que tiene el Gobierno para acceder al préstamo, pero todo eso debe pensarse con mucho cuidado porque cualquier cosa que haga tendrá un impacto para un sector de la población. Si se aumenta el IVA, por ejemplo, los afectados serán los que tienen menos recursos, si se aumenta la renta probablemente sean los que más tienen, otro tipo de impuestos afectaría a los empresarios”, aseguró.
El especialista dice que el peso político de tomar decisiones importantes en la economía es muy grande, por lo que muchas veces los presidentes le huyen, como en el caso de Carazo; además, mientras siga pasando el tiempo, más difícil será para el país reponerse de la crisis.