“Me decían el dueño del mundo y no sabe lo que yo disfrutaba cuando escuchaba eso, porque sí, realmente era el dueño del mundo, podía hacer, comprar, comer y vivir como me diera la gana. El dinero todo lo puede.
“Fui muy fiel a ese apodo de dueño del mundo y me compré el mundo entero: un carro BMW convertible del año que valía miles de dólares, pagué de contado. En la mano del dueño del mundo no podía estar nada menos que un reloj bien caro, por eso compré un Cartier de casi tres millones de colones, alquilé un penhouse que era todo el piso de un edificio y, por supuesto, comía solo en restaurantes cinco estrellas… ¡era la vida que siempre había soñado!”.
Federico Ramos es un tico que nació en Chepe y en 1991, siendo un hacker (ladrón por Internet) desde su apartamento en Nueva York, Estados Unidos, logró robarle a uno de los bancos más poderosos de Norteamérica nada menos y nada más que 5.575.000 dólares (son un poco más de tres mil millones de colones). En aquella época, eso era toda la plata del mundo y, siendo sinceros, también lo es ahora.
A manos llenas
Con don Federico conversamos el lunes 9 de diciembre en el puro corazón de San José, nos tomamos un café para que nos hablara del libro que escribió: “Memorias secretas de un hacker tico. Más allá de la historia”, en el que cuenta todos los detalles del millonario robo, de su vida y de cómo terminó encarcelado por nueve años cuando los gringos le echaron garra en Brasil.
A la semana de cometer el robo jaló para Brasil y ahí empezó a gastar plata a lo loco. Durante un año jamás se midió: caviar, langosta, botellas de champán Don Pérignon (una de las bebidas más caras del mundo), propinas altísimas para quien le servía.
“Si algo me gustaba pagaba lo que me pidieran”, explica.
“Fui un niño que creció con poco amor de familia, no me faltó nada material, pero sí sentimental. No era de grandes lujos, tenía lo básico, por eso siempre soñé con tener dinero, con poder darme mis gustos, por eso cuando aprendí a ser hacker, después de haberme graduado en Estados Unidos gracias a una beca que me dieron ellos, se me ocurrió la genial idea de robarle a un banco.
“Un buen día me decidí a concretar el robo y duré mes y medio luchando por romper todas las barreras de seguridad de ese banco. Yo me dije, ‘si lo hago que sea en grande, no quiero un banquito, quiero un gran banco para pegar duro’”, recordó.
De Uruguay a Suiza
Jamás se le olvidará el baile de celebración cuando logró violar la seguridad de ese banco, estaba solo en un apartamento en una de las zonas más lujosas de Nueva York, flaco y desnutrido porque casi no comía y medio dormía por lograr su robo.
Ya adentro de las cuentas del banco no se volvió loco, sabía que debía dejar muy poca huella, por eso comenzó a sacar que 300 dólares a una cuenta, que otros 400 a otra, y así, hasta que ajustó la millonada y la trasladó a una cuenta en Uruguay, donde tres amigas que tenía habladas, le ayudaron a sacar el platal de un banco uruguayo y lo mandaron a un banco en Gran Caimán y otro en Suiza. Todo eso se hizo en menos de una semana, cinco días para ser exactos. De ahí se fue a Brasil a disfrutar lo robado.
Traicionado
Pero la vida de lujos si acaso le duró el año. El FBI, Seguridad Nacional de Estados Unidos, con esfuerzos unidos de CIA e Interpol, lo comenzaron a buscar por todo el mundo… los gringos tarde o temprano se vengarían de Federico Ramos y sus días de millonario en Brasil estaban contados.
Las compinches lo traicionaron en 1992, casi un año después de iniciar la vida soñada de lujos y excesos y la justicia estadounidense lo atrapó porque le tendieron una trampa, luego de que lo ubicaron en Brasil y lo que siguió fueron 9 años, 3 meses y 17 días de prisión (dos años de esos en cárceles brasileñas, el resto en gringolandia).
“Un año después del robo me entró el amor y llamé a una exnovia en Estados Unidos...así me ubicó la justicia gringa, le tenían el teléfono intervenido”, respondió don Federico cuando le preguntamos cómo lo encontraron.
“¿Cómo robé? ¿Cómo pasé de Uruguay a Brasil con una maleta cargada de medio millón de dólares? ¿Cómo abrí un negocio en Sao Paulo? ¿Y qué ha sido de mi vida? Son respuestas que están en el libro. Lo único que puedo decirles es que aprendí mi lección, la cárcel me cambió y ahora más bien trabajo para empresas dedicadas a luchar contra los hackers”, dijo don Federico Ramos, que por cierto ese es su seudónimo porque el nombre verdadero mejor lo mantiene en secreto.