El joven costarricense Ronald Cabezas llegó a Nicaragua el 23 de marzo de este año para visitar a su esposa, Griselda Tapia Gaitán, quien fue operada en el departamento de Masaya, pero no pudo regresar a Tiquicia debido al COVID-19.
“Traté de regresar al país el 27 de marzo, pero ya estaba cerrada la frontera a ambos lados y no pude. Incluso, en este tiempo, como no he llegado, el dueño de la casa en la que vivía en Heredia, me sacó todas las pertenencias. Por dicha mi hermano las fue a recoger”, explicó Cabezas, de 30 años.
Ronald se puso en contacto con las autoridades costarricenses mediante un correo electrónico y le respondieron que le ayudarían con un salvoconducto.
Además, le dieron una cita en el consulado tico para el miércoles 27 de mayo, pero cuando llegó no lo atendieron porque Elieth Mayorga, la persona que le mandó el correo, no estaba.
“Ni siquiera me mandaron un correo electrónico para no tener que salir a exponerme al contagio y me tocó viajar de Masaya a Managua ida y vuelta, lo cual es muy complicado. Ahora me dicen que tengo que regresar el dos de junio para que me atiendan”, contó Ronald todo agüevado.
La distancia entre ambas ciudades nicaragüenses es de 31 kilómetros, o sea, es como ir de Paraíso a San José, más o menos.
De momento se hospeda en la casa de sus suegros, pero asegura que da miedo estar en el vecino país.
“Muchos vecinos y amigos de mis suegros están muriendo. Todos los días anuncian un muerto. Aquí nadie sale, Masaya es una de las ciudades con más casos por lo que se escucha. Aquí al Gobierno no le importa que las personas mueran”, sentenció Cabezas.
Aunque le gustaría regresar al país junto a su esposa y su hija de tres años, sabe que es difícil que les den la visa de salida y tienen el inconveniente de que a su llegada, deberá buscar dónde vivir.
Afortunado
Ronald lleva dos meses en esa situación y por la crisis económica que vive el mundo en general, sus jefes debieron suspenderle el contrato, aunque su jefe ha sido muy comprensivo.
Él trabaja para una compañía que comercializa zapatos a asociaciones de empresas como Gollo, El Colono, Dole y el Banco Nacional, entre otras.
Obviamente, con todo lo que se habla sobre Nicaragua, sus familiares en Costa Rica están con la peluca parada por el temor de que él se llegue a contagiar allá, debido a las escasas medidas sanitarias de los pinoleros.
Y no es para menos, allá ya se está viviendo lo que tanto nos ha dicho el ministro de Salud, Daniel Salas, que debemos evitar, que lleguemos a un hospital y nos digan que no hay campo para atendernos, como les pasó a los periodistas del país vecino del norte, Alvaro Navarro y Emiliano Chamorro.
Él sabe que las cifras más cercanas a la realidad nicaragüense son las que ha suministrado el Observatorio Ciudadano, que para el 29 de mayo reportaba 3.725 contagiados y 805 muertes por causa del COVID-19, aunque las autoridades del Ministerio de Salud de ese país informan sobre 759 casos positivos y 35 muertes.
“Son el triple de los casos que tenemos en Costa Rica y a como es la gente aquí van a seguir subiendo los casos. Ese es mi miedo, por eso quiero regresar y ojalá poder hacerlo con mi familia”, comentó Cabezas.
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Durante el tiempo que tiene de estar allá, él joven ha tratado de llegar a la frontera tres veces, pero las autoridades pinoleras no lo dejan pasar.
“Mucha gente anda hablando de los entierros exprés que se hacen durante las noches, aunque yo no he visto ninguno porque ni salgo de la casa”, dijo.
La Teja consultó a la Cancillería sobre el caso de este joven y mediante un correo electrónico respondieron a nivel general que el Consulado General de Costa Rica en Managua no ha cerrado en ningún momento durante la pandemia.
"El horario de atención a los costarricenses es de lunes a viernes de 8 a. m. a mediodía y sin cita. Siempre hay funcionarios consulares brindando atención presencial”, dice el correo.
Añadieron que el Consulado no tiene noticias oficiales con respecto al impedimento de salida de costarricenses que se dirigen a Costa Rica.
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