Así como el reloj del Apocalipsis avanza hacia la fatal hora cero, el médico costarricense Carlos Umaña lucha desde el 2013 para atrasarlo desde su trinchera: la copresidencia de la Asociación Internacional de Médicos para desarme nuclear.
Y es que por las armas nucleares y lo que pasa entre Rusia y Ucrania estamos más cerca de una guerra nuclear y, por lo tanto, del fin de la humanidad.
El llamado “reloj del Apocalipsis” cuenta de forma simbólica el tiempo que faltaría para que el mundo se destruya. Surgió en 1947, después de finalizada la Segunda Guerra Mundial.
Hechos distintos han hecho avanzar las manecillas (no solo guerras), según los científicos atómicos que tienen a cargo ajustarlo en enero de cada año. En cada crisis los minutos se acercan más a la hora cero.
Con la guerra en Europa y la alerta nuclear decretada por Vladimir Putin solo faltan 100 segundos (un minuto y 40 segundos) para que el planeta encuentre su fin.
“Si antes de esta crisis estábamos ya bastante cerca de la posibilidad de una guerra nuclear a gran escala, con ella y estas amenazas de (Vladimir) Putin, estamos increíblemente cerca; de hecho es lo más cerca que hemos estado en la historia, incluso más que en la crisis de los misiles″, explicó Umaña, quien trabajó en el ministerio de Salud y en la Caja antes de dedicarse de lleno a su lucha.
La crisis de los misiles a la que se refiere se inició en octubre de 1962, cuando Estados Unidos descubrió que la entonces Unión Soviética había instalado misiles nucleares en Cuba.
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Un peligro enorme
Umaña es copresidente de la Asociación Internacional de Médicos para el Desarme Nuclear (IPPNW) y miembro de la Campaña Internacional contra las Armas Nucleares (ICAN, grupo que en el 2017 recibió el premio Nobel de la Paz).
“Según el reloj de los científicos atómicos, este riesgo (de una guerra nuclear) es tan alto en parte por los liderazgos tan inestables e irresponsables de los países nuclearmente armados y, por otro lado, la crisis climática, que ya está empezando a generar conflictos bélicos por recursos y terreno. Pero lo más importante (para el riesgo tan elevado) es la alta y creciente dependencia de los sistemas de alerta máxima en sistemas automatizados”, dijo.
Actualmente hay 13 mil armas nucleares y 1.800 de estas se encuentran en alerta máxima, es decir, listas para ser usadas.
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Los sistemas de alerta máxima de los que habla el tico pueden pasar a la fase siguiente --la del uso-- por errores técnicos, humanos o ataques de “hackers”.
A veces se han activado por nubes de tormenta, bandadas de gansos, aviones o globos meteorológicos.
“Se han interpretado estas señales como ataques nucleares a gran escala y hay personas detrás de estos sistemas de alerta que ven que se activan las alarmas y deben interpretarlas y responder en seis minutos, antes de que lleguen los misiles intercontinentales, porque si no lo hacen, sus propios arsenales serán destruidos”, explicó Umaña.
Agregó que ante una crisis como la que se vive en Ucrania, es posible que una señal errónea sea interpretada como un ataque de verdad, que se hagan mal los cálculos y se usen armas nucleares.
Si eso llega a ocurrir, las posibilidades de una guerra nuclear a gran escala son altísimas.
Llega hasta Tiquicia
Tal vez usted piense “pero esa crisis es en Europa, lejos de aquí, qué va a estar afectando a Costa Rica”.
Umaña aclara que el hecho de que Tiquicia no sea un blanco probable, no significa que salgamos bien librados de las consecuencias de una guerra atómica.
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“Además de las ojivas nucleares, están las armas nucleares que se pueden llevar en un salveque”, explicó.
Una sola de estas armas nucleares que explote en una ciudad como Washington o Moscú matará de inmediato a cientos de miles de personas y dejará heridas a muchas más que fallecerán por la radiación.
“Eso significa que habrá una destrucción masiva en el mundo e implica una contaminación que llegará a Costa Rica, los escombros y el humo que suben a la atmósfera por la destrucción generarían un cambio climático súbito que causaría un invierno nuclear al que no sobreviviría nadie.
“Serían temperaturas en nuestro país de -25 grados centígrados y una escasez inmediata de alimentos por muchísimos años que provocaría la extinción de nuestra especie”.
Marcha atrás
Mientras no estalle la guerra nuclear las manecillas del “reloj del Apocalipsis” podrían andar hacia atrás.
“Lo primero que se puede hacer es hablar sobre los riesgos, condenar enérgicamente las armas nucleares. Existe en el mundo el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, que estigmatiza (les da muy mala fama) a dichas armas (químicas, biológicas, minas terrestres y las nucleares) para que sea políticamente incorrecto tenerlas”.
El costarricense y su organización hacen presión para que la gente en los países democráticos logre que sus gobiernos apoyen y firmen la prohibición y condenen a quienes poseen armas nucleares.
La idea de esto es correr lo más lejos posible de la “medianoche” --el fin del mundo-- la aguja del reloj.
Las armas nucleares son espantosas, un riesgo para la vida sobre el planeta; lo mínimo que podemos hacer todos es condenarlas”.
— Carlos Umaña, médico
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