Diego Arturo Oviedo Alpízar, de 58 años, es un costarricense que vivió un milagro con su salud y no descarta que quien haya ayudado para intercerder por él fuera la Virgen de Guadalupe.
Este vecino de San Vicente de Moravia fue uno de los 70 ticos que andaban en la excursión que organizó la agencia DM Viajes para el Día de Muertos, pero el motivo de su visita al país azteca no nació únicamente para ver en vivo la hermosa y colorida tradición, sino por una deuda que tenía pendiente desde hace años, esa era conocer en vivo a la Patrona de México.
Oviedo es muy devoto de esta virgen desde hace años, así se lo inculcaron en su familia y una circunstancia que le ocurrió hizo que su fe y devoción por ella, crecieran aún más.
“Cuando me enfermé hace un tiempo, me diagnosticaron cáncer, una compañera de trabajo me regaló un rosario, precisamente de la Virgen de Guadalupe y tenía ese aroma a rosas, no solo por eso, sino porque ella lo hizo sin saber que yo era devoto a esta virgen, entonces, como que me cayó aún más fuerte la fe”, inició contando Oviedo.
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Fue en el 2020, o sea, en época de la pandemia, cuando a este moraviano le diagnosticaron un cáncer de glótida, que es una glándula que está entre las cuerdas vocales.
A partir del dictamen, inició un proceso médico que terminó en una peligrosa operación, pero lo que ocurriría después de eso es lo que tiene a este devoto con una fe aún más inquebrantable.
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“Yo tengo toda la documentación (de su caso médico), pero nunca la he presentado porque ese es un tema más científico que otra cosa, pero los médicos nunca se dieron cuenta cómo (se curó)”, argumenta.
A él le hicieron una intervención quirúrgica muy peligrosa, en la que incluso podía perder la vida.
“Tenían que intubarme para llegar al cáncer, cuando el médico que me tenía que hacer la cirugía llega, después de toda la preparación que me habían hecho, me dice: ‘No, aquí no había nada’.
“incluso, me quitaron todos los tubos que le ponen a uno para la operación, él me dice que revisa de forma física y no encuentra nada, entonces hacen una junta médica y los médicos dicen que no (tenía nada), había un par de médicos que no estaban muy a gusto (con el dictamen), pero se dan cuenta que el cáncer no está, entonces en esa junta médica me dan de alta”, relata.
Milagro
Por supuesto que don Diego, después de semejante experiencia, considera que lo que le pasó a él es un milagro.
“Yo no pedí el milagro, sino que la misma fe (lo hace posible), posiblemente la Virgen pudo interceder porque uno tiene fe, el respeto hacia la figura de la virgen como la madre de Jesús.
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“La gente me dice que debo mencionarlo porque solo quien lo vive, lo siente, porque cuando me diagnosticaron cáncer me dio una angustia muy grande, porque yo no quiero morirme todavía, la vida es muy linda para vivirla, yo jamás quería morirme en esa época y luego de que pasa eso, me fortalece aún más la fe y aquí estamos...”, dijo a los pies de la basílica.
Bellísima
La basílica de la Virgen de Guadalupe está en Ciudad de México, es una moderna iglesia que se construyó a la par de otros dos antiguos templos que también habían sido construidos en honor de la virgen.
La nueva casa de la Patrona de México es tan grande que le caben unas 8 mil personas sentadas, casi la misma capacidad que tenía el antiguo estadio Eladio Rosabal Cordero, del Herediano, para que se haga una idea del tamaño.
En su interior tiene unas hermosas luces muy distintas a las de otros templos que la hacen única, un altar enorme y bello y en el centro, como la gran figura, la imagen de la Virgen.
Como la iglesia es tan enorme, detrás del altar hicieron un paso con cintas eléctricas (como las que hay en los aeropuertos) para que los feligreses puedan ver más de cerca la aparición, que dicho sea de paso, su historia es impresionante (ver recuadro).
Dentro también hay un museo y hasta una tienda de souvenirs, mientras que afuera hay una enorme plazoleta lindísima donde, además de las otras iglesias, hay una enorme figura del papa Juan Pablo II, quien se declaró fiel seguidor de la Virgencita de Guadalupe, tanto que visitó México cinco veces durante su papado.
Increíble
— La Virgen de Guadalupe se le apareció a un indígena mexicano llamado Juan Diego en cuatro oportunidades, pero fue hasta en la última que María le dijo que se llevara unas flores que habían florecido en el árido lugar. Juan Diego se llevó unas rosas castellanas, que no son nativas de México y mucho menos florecen en diciembre en Ciudad de México. Él se las lleva en el poncho que andaba puesto y cuando se las entrega al obispo, queda expuesta, en el poncho, la imagen de la Virgen. Dicho manto tiene 493 años y sigue en excelente estado, lo que ha provocado que científicos e incluso la NASA lo hayan investigado múltiples veces, encontrando en él detalles impresionantes.