Hay momentos en la vida en los que uno necesita un pequeño empujón del destino para comenzar a convertir los sueños en realidad.
Eso fue, precisamente, lo que le pasó a don Antonio Padilla Madriz, más conocido como Toño, quien fue despedido al puritico inicio de la pandemia y, en vez de echarse a morir, aprovechó la oportunidad para cumplir una meta que siempre tuvo: tener su propio negocito.
Toño, quien vive en La Fortuna de San Carlos, trabajaba en uno de los muchos hoteles que tiene esa hermosa zona turísticas.
En el 2020 cumplió 13 años de ser empleado de aquel hotel, pero llegó el covid-19 y pasó lo inevitable: en octubre de ese año lo despidieron porque el hotel no tenía huéspedes.
Al inicio era un cierre de tres meses, “mientras pasaba el virus” y como todos saben, el covid-19 aún sigue entre nosotros.
“Fueron días muy duros aquellos del 2020. Recuerdo que incluso apliqué para que me dieran el Bono Proteger, porque en verdad la estábamos pasando difícil en casa y, para que se muera de la risa, le cuento que en mayo pasado, un año y resto después, me llegó un mensaje para confirmarme que no había sido aprobada mi solicitud.
“Pasé un tiempo sin trabajo, o sea, sin ningún ingreso. En la zona de La Fortuna lo que se mueve es el turismo y todo el mundo estaba parado, no había fuentes de empleo, todavía hoy es difícil”, recordó don Antonio.
Luz
En medio de aquella desesperación económica, apareció un señor que vende copos, que necesitaba un ayudante y le dio una chambita a Toño.
Como la pandemia seguía en lo más y mejor, entendieron que las ganacias apenas daban solo para el copero, por lo que el asistente renunció, aunque le quedó un gusanillo.
“Un primo tenía guardado un carrito de copos y me dijo que me lo vendía. Hablé con mi esposa (doña Emilse Sandoval) y entre los dos lo compramos. En mi vida había tocado un carrito de copos, pero estaba decidido a echarme al agua... lo hice con mucha fe.
“Cuando compramos ese carrito copero me acordé que desde muy niño siempre tuve el sueño de trabajar en lo propio, de emprender, lo que fuera, pero ser mi patrón y poder ayudar a los demás. Vi la oportunidad de lograr ese sueño”, aseguró.
Hace año y medio Toño salió por primera vez a vender copos y le fue bien, vendió varios, de los sencillos, a 500 colones, y los especiales a un rojito.
El segundo día le fue como un quebrado, no vendió casi nada, pero no se desanimó.
“Le puedo confirmar que año y medio después de haber comenzado a vender copos soy muy feliz, me siento bendecido, por eso mi emprendimiento se llama Copos Pura Vida.
“Estoy haciendo lo que me gusta, hablar, compartir y servirle a la gente. Lo mío siempre ha sido el servicio al cliente, estoy convencido que eso no se aprende, hay que traerlo en el corazón y yo lo traigo, es lo mío.
Original
Toño cree que a él le ha ido tan bien porque se ha sabido diferenciar.
“Si un chiquito me llega con 300 colones, igual le doy el copo, si a alguien le faltan cien colones, no tengo problema de dárselo. A mí me interesa que se coma un copo mío para que se dé cuenta de la diferencia y así lo convierto en cliente.
“Sabía que debía diferenciarme, por eso pinté mi carrito de blanco e inventé dos copos, uno de piña y otro de maracuyá, ambos llevan partecitas de la fruta. ¡Han sido un pegue! A los turistas de Estados Unidos les encanta el de piña porque también le agrego un poquitico de coco”.
Este empunchado fortunero dice que con el paso del tiempo también ha ido puliendo algunas cosillas para brindar un mejor servicio.
“Al principio compraba el hielo ya molido, ahora me compré una máquina y lo muelo directamente frente al cliente. Es que el cliente se fija en todo, en el aseo, en cómo anda uno vestido, en los productos que se usan, en todo, por eso hay que ser muy cuidadoso”.
A Toño le consultamos si volvería a trabajar para alguien y la respuesta que nos dio habla no solo de lo bien que le va, sino de lo feliz que se siente.
“Vea usted hoy, 1 de julio del 2022, por esto de la onda tropical ni salí a trabajar, en otro momento habría tenido que ir a trabajar para otro y debajo del agua”, aclaró.
Toñito
— Toño tiene 50 años, junto con doña Emilse tienen dos hijos, Keylor y Dennis. Vive en barrio Dora de La Fortuna. “Cuando uno emprende le debe poner fe. Sí se puede, cuesta mucho, pero se puede”, aseguró el copero más feliz del mundo.