Marcela Rocha, una tica de 44 años, vive momentos de mucha angustia en Argentina de donde todavía no ha podido venirse porque no hay vuelos por el cierre de fronteras.
Además de guardar un aislamiento estricto en un país extraño, estando allá recibió la noticia de que su esposo, Andrés Carmiol, quien está en Costa Rica, fue diagnosticado con cáncer.
Rocha viajó a ese país sudamericano a inicios de marzo con su hija Maricruz Carmiol, para buscar un apartamento y dejar todo el papeleo respectivo de la universidad, pues la joven estudiará allá Producción de Moda.
La idea era quedarse 17 días y, tras tener el tema del apartamento resuelto y los papeles listos, disfrutar de unos días en Palermo, uno de los barrios más lindos de Buenos Aires.
Luego regresaría a Costa Rica y a los días volvería a ese país con su esposo, su hijo Marcelo y la esposa de él (quien es argentina) para pasar la Semana Santa en Argentina. Pero el coronavirus les mató los planes.
Y para empeorar todo, le llegó la noticia del cáncer de su esposo, uno muy agresivo, ya en un nivel cuatro.
“Lo peor de todo es perder el control de la situación, eso de perder la libertad es complicado. No soporto el encierro, me da miedo y angustia, hay que soltar el control de muchas cosas de la familia. Siempre he visto todas las cosas de mi esposo, pero verlo llevando quimioterapia por medio de una videollamada no puede ser. Lo diagnosticaron y debía recibir tratamiento inmediato”, explicó la angustiada esposa.
Ella será parte de los 111 costarricenses que el 21 de mayo, a las 8:30 p.m., llegarán a Costa Rica en un vuelo humanitario, patrocinado por la Cámara Costarricense Norteamericana de Comercio (Amcham), la Alianza Empresarial para el Desarrollo (AED) y por la marca de cerveza Pilsen.
El vuelo saldrá de Argentina con 86 pasajeros que están en ese país y en Uruguay. Hará una escala en Bogotá, Colombia, donde subirán 25 más.
Doña Marcela dice que lo único que pudo hacer, más allá de buscar apartamento y dejar arreglado lo de la universidad, fue tomarse una foto en el obelisco de Buenos Aires.
Después ha debido estar aislada en el apartamento con su hija, pues en Argentina no se puede salir, excepto con un permiso y solo para ir a la farmacia o a comprar comida.
“Conozco los 200 metros que están por el apartamento. Hay una farmacia, una verdulería, una carnicería. Cuando llegamos no había casos en América, pero estando acá se empezaron a dar. Luego no pudimos salir”, contó.
Pese a la ansiedad que tiene por poder estar con su esposo, doña Marcela deberá cumplir la cuarentena obligatoria de 14 días a la que todo tico debe someterse cuando viene del extranjero y no la podrá hacer en la casa, al lado de su marido, por el riesgo que implica.
“Mi hijo y su esposa están en la casa con él y yo haré la cuarentena en el apartamento de ellos”, dijo.
Sin platica
Otro tico varado en Argentina y con ansias de volver al país es Alonso Varela, joven de 19 años de Pérez Zeledón, quien ha tenido dificultades para subsistir.
“Ahora paso una situación preocupante. Lo más difícil ha sido cubrir los gastos de alimentación y hospedaje, ya que estoy con cero ingresos. Me hace falta mi familia y no puedo creer que Pilsen me de esta oportunidad de volver a Costa Rica”, dijo agradecido.