Apenas Estados Unidos abrió sus puertas para que cualquier persona del mundo pudiera entrar a vacunarse contra el covid-19, la protagonista de esta historia alistó un maletín, le echó la computadora y tres chunches más, se fue para Nueva York y hasta el sol de hoy no ha parado de conocer países mientras trabaja.
España, Portugal, Italia, Croacia, Bosnia, regresó a Croacia, Montenegro, Albania, Kosovo, Macedonia del Norte, Albania otra vez, Montenegro otra vez para agarrar un vuelo a Tenerife (España), Malta, Jordania, Bulgaria, otra vez Jordania, de nuevo a Croacia, de vuelta a Albania, Egipto, Suecia, por cuarta vez a Croacia, Eslovenia y Turquía.
Fue en Turquía donde la encontramos esta semana, hablamos con ella el pasado 15 de noviembre. Andaba en carreras porque se estaba pasando de lugar para vivir, pero con gran alegría nos abrió un campo en su agenda diaria, que se la llena de sus dos grandes pasiones: conocer el mundo y trabajar como periodista para los clientes que tiene en Costa Rica.
Ivannia Meza Pérez es tica de nacimiento y crianza, pero ahora es del mundo. Hubo una época en la cual chiroteaba de chiquilla por las calles de Belén, pero Belén de Heredia. Tiene 41 años y cuando analiza cómo le nació esa pasión por vivir en cualquier lugar, conocer a cualquier persona y disfrutar el mar de cualquier país, se acuerda de su papá.
El doctor José María Meza trabajó como médico deportivo, eso lo obligó a salir del país constantemente con diferentes delegaciones deportivas. Cada vez que volvía a casa traía algún recuerdo de la parte del mundo que conoció.
Además, como en cada país visitado hacía nuevas amistades, en la casa de Ivannia era normal la presencia de personas de otras naciones cuando los eventos deportivos tenían a Costa Rica como sede. Con el papá la familia hizo algunos viajes fuera del país. Sin proponérselo, el doctor Meza sembró la semilla de trotamundos en su hija.
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“Desde niña tuve dos cosas claras, que amaba el periodismo y viajar. El periodismo es bonito porque siempre se quiere conocer más, se busca el contacto con la gente. Siempre busco ese contacto con los pueblos para entender realmente por qué pasan las cosas. Me encanta conocer historias”, nos cuenta.
Pero no crean. También fue una trabajadora de oficina de cuatro paredes y horario de ocho horas. Devolvámonos poco más de 10 años en el tiempo, cuando fue periodista en la revista Giros de Repretel y sintió que ya había llegado su momento de ser independiente, trabajar para ella y no para otros, por eso renunció.
Con tremenda ilusión arrancó su proyecto personal de asesorías periodísticas y consiguió una oficina en barrio México. Como a los dos meses se dio cuenta que no ocupaba la oficina para nada porque ni a los clientes la veían ahí, porque ella era quien los visitaba.
Cerró la oficina y comenzó a trabajar en la casa. Allí comprendió que gracias a Internet podía atenderlos desde Pérez Zeledón o Manzanillo en Guanacaste y no había ninguna diferencia.
Sin boleto de regreso
Aún estábamos en tiempos antes de la pandemia y casi ni se hablaba de nómadas digitales, que son esos trabajadores que no tienen problemas en atender clientes por Internet sin necesitar estar pegados ocho horas seguidas a una computadora, pero sí responder con resultados positivos.
Probando y probando se fue a vivir al Caribe tico y de vez en cuando iba a reuniones a San José. Ya había descubierto completamente que sí podía trabajar, conocer y disfrutar la vida a su estilo y al máximo.
“El viaje que le dio un giro a mi vida fue el que hice a India en el 2018. Fui a hacer un entrenamiento de profesorado en Yoga, ese era mi objetivo, ir tres meses y nada más. Ese viaje fue mi prueba de fuego porque al ser la diferencia horaria de más de 11 horas, tuve que coordinar muy bien con mis clientes. Cuando en Costa Rica todos dormían yo en India estaba despierta y al revés.
“Me decía, si logro acomodarme entonces ya la hice. Claro, también tengo otros compañeros periodistas que me colaboran, pero en India me demostré que podía acomodarme con el trabajo y fue donde me convencí de que entonces podía viajar sin boleto de regreso”, reconoce.
Inició la trotamundos
Las puertas que le abrió ese viaje a India las aprovechó al máximo. Comprendió que una compu con Internet era su mejor amiga y, ahora sí, le dio rienda suelta a su sueño de viajar, viajar y viajar.
Volvió de India al Caribe tico, pero solo por dos meses, ya llena de sueños se montó en una Combi (es la camioneta de la marca Volkswagen) con un amigo y se fue rondando a México. Después de un tiempo se topó con tiquetes baratos de México a Cuba y pasó a la isla, de ahí agarró otra oferta en boletos y salió disparada para Alemania. La Combi la dejó en México.
Ya nadie la podía detener. Un maletín, la compu, Internet y sus sueños de viajar. No hablamos de que por ser la hija de doctor tiene todo el huevo para viajar porque el papá le manda miles de dólares. No. Jamás.
“Uno solo necesita amar lo que hace. Sí se ocupa dinero, claro, pero no tantísimo como muchos se imaginan. También hay que ser abierto de mente, por ejemplo, recorrí sola la carretera Austral (1.240 kilómetros en Chile) pidiendo ride (que lo lleven a uno en carro sin pagar un cinco). Fue mi primera experiencia pidiendo ride. Simplemente me animé y no me arrepiento fue una experiencia lindísima”, dice la tica.
En el 2019 volvió a Costa Rica, pero fue como de escala. Más rápido que ligero se montó en Combi y se fue para el sur de Chile y Argentina. En el 2020, cuando el planeta se detuvo por el covid-19, Ivannia andaba, literalmente, en el fin del mundo, estaba Ushuaia, Argentina.
“¿Ahora qué hago? Fue lo que me pregunté. Donde no había restricción seguí viajando. Como estaba al fondo de América no comprendía muy bien la dimensión de la pandemia, eso sí, comencé a ver cruceros en Ushuaia, bajando con turistas que ya traían mascarilla.
“Estando en Argentina, en El Bolsón (al norte de la Patagonia), jamás olvidaré eso, comiéndome una empanadita argentina sabrosísima, vi en las noticias que las fronteras se iban a cerrar, entonces antes de que sucediera eso pasé a Chile y de ahí me devolví a Costa Rica. Viajé un viernes y las fronteras se cerraron el domingo. Recibí orden sanitaria por 14 días”, comentó.
De vuelta al mundo
Conforme nuestro país comenzó a permitir que saliéramos de las casas, ella empezó a viajar aquí adentro y en el 2021 encontró la excusa perfecta para volver a empacar su maletín: Estados Unidos abrió sus fronteras para que quien quisiera viajar a ponerse la vacuna contra el covid-19 lo hiciera. Fue la primera en la fila. Sí, por la vacuna, pero más por lo trotamundos.
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Ya no ha vuelto a Costa Rica. En el 2021 desembarcó en Nueva York y solo compró el tiquete de ida. Viaja sola. Tuvo novio un tiempo cuando viajó por Chile y Argentina, pero lo desempacó hace rato…digamos que se le venció la visa.
Asegura que disfruta cada día de su vida y le encanta no saber en dónde vivirá mañana, pasado, la otra semana. Es más, no tiene ni idea de dónde pasará Navidad ni Año Nuevo ¿Puede ser Costa Rica? Tal vez, igual puede ser Egipto o algún país de África.
“Viajar tanto me ha enseñado a soltar el control. Si me preguntan qué voy a hacer mañana, realmente no lo sé, no tengo ni idea. Es una lección de crecimiento, de confiar siempre en que todo estará bien.
“En ocasiones nos preocupamos mucho por las cosas que no suceden y desatendemos las que sí suceden. Aprendí a viajar con poco porque aprendí que en la vida no se necesita de mucho para ser feliz”, analiza la tica.
Ella lo disfruta todo: un tecito caliente en Croacia, caminar por un bosque en Kosovo, sorprenderse con el amanecer de Montenegro, ver y escuchar los pájaros cantando en Bulgaria.
“Es que tengo la bendición de combinar mis dos pasiones: periodismo y viajar. Para esta época de fin de año es cuando me agarra un poquito de nostalgia, de mal de patria, pero rapidito se me pasa. Trato siempre de pasar mi cumpleaños frente al mar y hablo constantemente con mi familia. Eso es de lo bueno de la tecnología que nos mantiene cerquita”.
¿Consejos?
“Mi primer consejo para quien sienta deseos de irse de viaje por el mundo es dejar el miedo de lado. Todos tenemos miedos. Si algo he aprendido es que el miedo está para protegernos y no para frenarnos. Hay que decirle al miedo: ‘Muchas gracias, pero voy a seguir adelante con mi plan’”.
“Hay muchas formas de viajar económicamente, algunos deciden hacer voluntariado, de hecho lo hice un par de veces, se ahorra mucho dinero en hospedaje y alimentación. Otros aprenden a hacer artesanías para vender o aprenden a hacer trucos de circo para pedir dinero en las calles y vieran que se logra tamaño poco de dinero, me he quedado sorprendida. No lo hice yo, pero sí conocidos”, explica.
Para Ivannia es fundamental que quien quiera viajar sea muy disciplinado con el ahorro y con presupuesto, porque no se puede andar en modo turista todo el tiempo, eso de andar paseando y paseando dentro de un país sale bastante caro, por eso deben medirse.
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También recomienda usar buses y pedir ride. No comer solo en restaurantes sino aprender a cocinar para ahorrar. No hospedarse en hoteles sino en casas con gente local, para eso debe buscar la mejor aplicación para encontrar esos lugares o cuando ya esté en la zona les pregunta a los lugareños. Incluso para más consejos puede contactar a Ivannia en su Instagram: https://www.instagram.com/vieneiva_/
¿Sustos?
Nunca me han asaltado. Nunca he vivido un susto, así como grande. Sí tuve un susto con mi salud y fue que me tuvieron que operar en Camboya (Asia) por culpa de una bacteria en la nalga, pero por dicha sanó bien.
“También me caí en moto y me lesioné el hombro izquierdo. Eso fue en Bosnia. En Jordania di un paso mal y me jodí el tobillo derecho. Aprovecho para dar otro consejo, hay que tener seguro médico, es una super salvada”, advierte.
Para finalizar, ¿lo más lindo de viajar y viajar? “Cada día es hermoso porque comparto con mucha gente nueva que se abre con uno y le cuenta sus vidas. La libertad que tengo es impagable. Todos los días abro los ojos, tengo salud, puedo decidir dónde voy.
“La gente de cada país, el pueblo, eso es lindísimo. Me encanta conversar con cualquiera, comer con quien sea mientras hablamos. Cuando recuerdo mis viajes no recuerdo un monumento o un edificio, recuerdo toda la gente con la que compartí, toda la gente que me abrió las puertas de su casa para almorzar o simplemente para hablar. Yo no me detengo ya. Viajar es mi vida”, concluye.