El 11 de setiembre del 2001 el terrorismo golpeó Estados Unidos y mató a más de 3000 personas.
El mundo vio cómo caían las Torres Gemelas, en Nueva York, donde la tica Pilar Madrigal era testigo de la tragedia.
“Estoy viva porque Dios no me tenía en la lista”, nos dijo cuando conversamos con ella días atrás.
Este domingo se cumplen 21 años de los ataques terroristas que incluyeron el Pentágono (en Washington D.C.) y probablemente tenían en la mira también la Casa Blanca. Cuatro aviones comerciales fueron secuestrados y usados por los terroristas para ejecutar su malvado plan.
Pilar vive en Estados Unidos, desde donde nos atendió.
“Conforme pasan los años la herida va sanando, sobre todo sana porque como católica y creyente en Dios entiendo que si Él no me tenía en su lista para morir ese día es por algo, para que disfrute cada mañana y viva feliz.
“Claro que conforme se acerca el once de setiembre uno empieza a tener sentimientos encontrados: alegría y agradecimiento porque entiendo perfectamente lo que gané al ser sobreviviente, al poder respirar cada mañana; hay dolor por toda la tragedia y todo lo que viví aquella mañana″, nos comenta la costarricense, quien nació hace 52 años en San Rafael de Escazú.
Pilar se casó, tiene tres hijos, sigue realizándose como profesional.
“La herida va sanando porque el bálsamo es que ninguno de mis tres hijos estaría, no tendría hogar y no sería tan feliz con mi familia; sin embargo, es imposible que el recuerdo se vaya y eso sí provoca una gran tristeza porque fue un día muy duro y en el cual llegó un momento en que me le entregué completa a Dios y le dije ‘ok, hoy es ese día en que me vas a llevar, que se haga tu voluntad’”, recordó.
Recuerdos tristes
Asegura esta devota de la Negrita de los Ángeles, que hay diferentes momentos a lo largo del año en los cuales los recuerdos salen a flote.
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“Me hace recordar el atentado cuando veo los altos niveles de seguridad que hay para entrar a muchos lugares, en los aeropuertos, por ejemplo, y uno sabe perfectamente que toda esa seguridad aumentó desde aquel día”.
Cuenta que todos los 11 de setiembre llora, es algo que no ha podido detener desde el 2001. Presenciar cómo se apagaba la vida de muchas personas, estar tan cerca de las Torres Gemelas cuando los aviones se estrellaron contra ellas le causan un llanto muy doloroso.
“Me reconforto en la Negrita, ella sufrió mucho al ver a su hijo en la cruz. También en Dios, quien es el que da las fuerzas que uno necesita para transformar algo tan duro y negativo en energía positiva para poder todas las mañanas levantarse, ser agradecido y entender que existen miles de razones para ser muy feliz”, comentó.
Eran las 9:03 a.m.
En 2001, Pilar trabajaba, y aún lo hace, con la Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo (Cinde), que promueve la llegada de inversión extranjera al país. Cinde tenía su oficina en el piso 9 de la Torre 2.
A las 9:03 a. m. de aquel día inolvidable, recién salía del tren subterráneo y vio una explosión en uno de las Torres Gemelas. Creyó que se trataba de una explosión por una fuga de gas y siguió caminando hacia el edificio con la intención de sacar la computadora para ir a trabajar a la casa.
Pensó que, debido a la explosión, iban a cerrar las torres.
Mientras iba rumbo a las torres, un amigo la llamó y le explicó lo que estaba sucediendo, le dijo sin vacilar que estaba en proceso un ataque terrorista y que la explosión que acababa de ver no se debía a una fuga de gas.
Lo que Pilar había presenciado era el segundo avión chocando contra la torre sur; minutos antes los terroristas habían estrellado el otro, también lleno de pasajeros, contra la torre norte.
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“En ese momento me preocupé, vi el pánico de la gente que corría por la calle y me metí a un café donde había un televisor. Recuerdo que había un hombre ahí, gritando que iban a bombardear Manhattan.
“Pensé que era el último día de mi vida y me persigné, pensé en mis papás que un día antes se habían venido de Nueva York a Costa Rica porque me fueron a visitar. Pensé en que iba a morir y en que eso les iba a causar un gran dolor.
“Salí (de la cafetería) y comencé a caminar hacia el norte, hacia mi casa y volvía a ver las torres. Vi cómo las personas se tiraban de los pisos más altos y eso me impactó tanto que entré en shock. Fue como si me desconectara, no recuerdo que más pasó después, no sé cómo llegué a mi casa, no recuerdo nada”, recordó.
Mientras iba de camino a su casa cayó la primera torre (la norte, a las 9:59 a. m.). Pilar vio el derrumbe, no lo podía creer.
“Vivir el atentado me cambió la vida, me convirtió en una persona más positiva, agradecida, me enseñó a tener empatía con los demás. Me hizo tener presente siempre que hoy estamos y mañana no sabemos”.