Tammy Pinzón Campos es una tica que vive en Estados Unidos desde 1989 y en los últimos años ha impuesto una tremenda moda por los tamales en ese país.
Cuando se fue de Tiquicia tenía 19 años y mientras vivió aquí nunca hizo tamales, pero le gustaban mucho. Cuando se fue a vivir a Gringolandia sintió la necesidad de comerse un tamalito y decidió ponerse a hacer.
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“Cuando llegué a Estados Unidos empecé a trabajar en un supermercado, en California, y ahí conocí a una señora que se llama Luz María, estuvimos conversando y me contó que sabía hacer tamales, así que un día llegó a mi casa y me enseñó a hacer.
“Luego, en una de las ocasiones que fui a Costa Rica, una amiga me dio su receta para hacer tamales y con las dos experiencias hice mi propia receta”, contó.
En un principio Tammy solo hacía tamales para su familia, pero luego se fue a vivir a Texas y como todo el mundo le decía que los tamales le quedaban riquísimos decidió tirarse al agua y ponerse a vender. El 2012 fue el primer año en el que hizo negocio con los tamalitos y desde ahí todos los años le piden.
La fama de la tica por su buena cuchara fue creciendo y en el 2014 la invitaron a un concurso de tamales. Ella confesó que al principio le dio miedo ir porque había muchos mexicanos y ellos son famosos por los tamales que hacen, pero aún así se atrevió y ganó el concurso, algo que la impulsó aun más con su negocito.
¿Qué les pone?
La tica dice que se las ha ingeniado para conseguir todos los ingredientes necesarios para hacer los tamales exactamente igual que como si estuviera en Costa Rica.
“No me puede faltar la salsa inglesa y aquí la puedo encontrar, le pongo varios condimentos, entre ellos comino. Consigo la manteca de cerdo para arreglar la masa, le pongo papa; los tamales pueden ser de cerdo o de pollo, según los quiera la gente.
“Yo los hago al estilo tradicional, no les pongo pasas, aceitunas, ciruelas, huevo, o cosas así, pero hay clientes que me piden que les pongan cosas de esas y con gusto lo hago, también me han pedido tamales sin carne, solo con vegetales y también los hago”, contó.
Tammy dice que entre noviembre y diciembre es cuando más le piden tamales, pero reconoce que hay personas que le encarga en otras épocas porque les gusta comer tamales todo el año.
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La cocinera asegura que gran parte de sus clientes son ticos, pero con el pasar de los años otras personas, tanto de Estados Unidos como de otros países, se han ido enamorando de su comida.
Y es que la pulseadora no solo vende tamales, sino que los fines de semana hace comida típica costarricense para vender.
Casi ni duerme
Tammy trabaja en un hospital y en sus ratos libres aprovecha para hacer las comidas que vende.
Ella contó que diciembre es una época durísima porque gracias a Dios tiene bastante trabajo.
“Ahorita ando casi que sin dormir por la alta demanda de tamales, entre mediados de noviembre y ahorita he hecho más de 1500 tamales y todavía tengo más encargos, calculo que cerraré la semana como con 2000.
“Estoy pensando en extender la temporada para hacer más tamales la otra semana porque mucha gente me ha pedido. Las personas me piden una docena, dos docenas o hasta cincuenta piñas en un solo pedido, por eso tengo que hacer tandas más grandes”, relató.
Tammy dice que el esposo le ayuda un montón con el tema de los tamales, mientras ella trabaja él va alistando todo, las hojas, los ingredientes y las otras cosas.
La pareja pasa visitando los supermercados hispanos que tienen cerca y ahí consiguen todo lo necesario para armar los platillos ticos.
“Para mí es una satisfacción hacer tamales aquí porque me llegan muchos clientes ticos que tal vez están solos, que no pueden ir a Costa Rica a pasar la Navidad, que no saben hacer tamales, pero añoran uno y cuando los prueban me agradecen, se les ve la felicidad. Me siento muy bien sabiendo que puedo compartir un poquito de lo nuestro, más que todo en esta temporada tan especial”, expresó la tica.
Tammy dice que otros platillos que vende un montón son el arroz con pollo, el chifrijo, enyucados, gallo pinto para los desayunos y los casados que nunca pueden faltar.
La cocinera comenta que ese don de la buena cuchara es algo muy de ella, porque nunca recibió un curso de cocina, tampoco tuvo una guía en la casa que le enseñara a preparar platillos, pero aun así cada vez que cocina todos los que comen se chupan los dedos y eso la llena mucho de satisfacción.