El 11 de setiembre del 2001, la tica Pilar Madrigal llegó a Manhattan y cuando iba camino a la Torre Gemela sur, donde estaba su trabajo, la vida le cambió para siempre.
Trabajaba, y aún lo hace, en la Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo (Cinde), que promueve la llegada de inversión extranjera al país.
A las 9:03 a. m. de aquel día inolvidable, acababa de salir del subterráneo y vio una explosión en uno de los rascacielos del World Trade Center. Creyó que se trataba de un fogonazo por gas o algo parecido y siguió caminando hacia el edificio con la intención de sacar la computadora para ir a trabajar a la casa porque pensó que, debido a la explosión, iban a cerrar la torre.
De pronto un amigo la llamó y le dijo que lo que estaba pasando era un ataque terrorista y lo que ella había visto poco antes era el segundo avión al chocar contra la torre sur.
“En ese momento me preocupé, vi el pánico de la gente que corría por la calle y me metí a un café donde había un televisor. Recuerdo que había un hombre ahí, gritando que iban a bombardear Manhattan. Pensé que era el último día de mi vida y me persigné, pensé en mis papás que un día antes se habían venido de Nueva York porque me fueron a visitar. Pensé en que iba a morir y en que eso les iba a causar un gran dolor”, narra veinte años después y en Costa Rica, donde pasó algunos días.
“Salí (del restaurante) y empecé a caminar hacia el norte, hacia mi casa y volvía a ver las torres. Vi cómo las personas se tiraban de los pisos más altos y eso me impactó tanto que entré en shock. Fue como si me desconectara, no recuerdo que más pasó después, no sé cómo llegué a mi casa, no recuerdo nada”.
Mientras iba de camino cayó la primera torre (a las 9:59 a. m.). Pilar vio el derrumbe, no lo podía creer.
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Al llegar a la casa trató de llamar a sus papás --que ya habían perdido una hija-- pero las líneas telefónicas no servían. Poco después le entró una llamada de una periodista de La Nación, ella no entendió cómo ocurrió si el servicio de telefonía estaba fuera, pero le dijo a la periodista que no podía atenderla porque su prioridad era hablar con sus papás para decirles que estaba bien. La comunicadora más bien enlazó la llamada de Pilar con sus padres.
“En ese momento salí del shock y empecé a llorar, hablé con mis papás y les dije todo lo que había pasado, ellos me dijeron que me viniera para Costa Rica, pero yo no quise, me quedé. Yo trabajo para Cinde y me propuse reabrir la oficina lo antes posible, así que me puse con eso de inmediato”, recuerda.
“Quizá fue la adrenalina, pero en un mes ya estaba la oficina lista de nuevo. Recuerdo que en Navidad (del 2001) no fui a Costa Rica porque sabía que los sentimientos iban a estar muy fuertes, pero sí fui en enero; pasó lo que me temía, cuando vi a mi familia y me sentí en casa lloré y lloré como una semana seguida por todo lo que había vivido meses atrás”.
Doble milagro
Pilar dice que la vida para ella es un milagro, siempre ha sido una mujer de fe, pero luego de que lo vivió aquel setiembre en Manhattan siente que su vida es un doble milagro.
“Vivir el atentado me cambió la vida absolutamente, me convirtió en una persona más positiva, agradecida, me enseñó a tener empatía con los demás. Me hizo tener presente siempre que hoy estamos y mañana no sabemos.
“En aquel momento yo estaba soltera y aún no tenía hijos, ahora tengo una familia, estoy casada y tengo una parejita de mellizos de once años y un chiquito de seis. No hay día en el que me vaya a dormir sin antes decirles cuánto los quiero porque la experiencia que viví me enseñó a no guardarme nada con las personas que quiero”, aseguró.
Dice que la mayor enseñanza que le dejó el 11 de setiembre del 2001 fue estar en paz consigo misma siempre porque aquel día, pese a que creyó que iba a morir, nunca sintió miedo.
“Antes me preocupaba por cosas que no eran tan importantes, pero ahora es distinto, tengo otras prioridades”.
Pilar dice que durante un año prefirió no acercarse al lugar donde estaban las Torres Gemelas porque los recuerdos la agobiaban. Las imágenes de las personas que se lanzaban de los edificios por las ventanas las tiene presentes todavía.