A Juan Pablo II se le conocía como el Papa viajero porque vivía recorriendo el mundo y ahora doña Floribeth Mora, la mujer a la que él le hizo el milagro por el que fue elevado a santo, sigue sus pasos, pues nos contó que después de esa experiencia pasa visitando otros países y compartiendo su testimonio.
La Teja conversó con doña Floribeth y su esposo Edwin Arce en su casa ubicada en Dulce Nombre de La Unión, Cartago, y nos contaron cómo ha cambiado su vida desde junio del 2013, cuando comenzó a sonar su nombre como la beneficiaria del milagro.
Hoy, seis años después, aún hay muchos fieles católicos de todo el mundo interesados en conocerla, en preguntarle sobre su vida y escuchar su testimonio, por eso la invitan con frecuencia a participar en actividades religiosas.
“Es impresionante el recibimiento que tengo cuando llego a otro país, me bajo del avión y me están esperando con rótulos de bienvenida y son superamables.
"En las actividades no puedo ni comer porque la gente aprovecha hasta esos espacios para preguntarme sobre el milagro, pero a mí me gusta compartir con las personas”, explicó doña Flori.
Eso sí, como nadie es profeta en su tierra, aquí en nuestro país se encuentra con algunas personas que por no ser creyentes comienzan a murmurar a sus espaldas cuando la ven o hay hasta quienes se levantan de misa y se van, cuando algún padre la invita a contar su testimonio al darse cuenta que está entre los asistentes.
“Uno no entiende, es tan fácil criticar, pero hay que estar en los zapatos de un enfermo para entender lo que vive. Sin embargo, nunca he sentido rencor hacia ese montón de personas que han dudado de lo que Dios hizo en mi vida (el 1° de mayo del 2011).
"Yo les digo, si me miran con el amor de Dios y dejan de verme como la mujer que soy. Miren a la mujer que después de una parálisis total ahora camina, no tiene ningún defecto físico y le sirvo a Dios”, contó doña Flory.
Justamente por eso es que prefieren asistir a diferentes misas, pero en algunas el sacerdote la reconoce y la invita a pasar al frente, lo que pone muy nerviosa a doña Flory, de 55 años.
A su casa, en la que tiene en el corredor un altarcito con la imagen de san Juan Pablo II, el Divino Niño, la virgen y otras imágenes, sigue llegando mucha gente a visitarla de acá y otros países a compartir con ella.
“Vienen muchas personas de Guatemala y El Salvador que pertenecen a Movimientos en Victoria o a Lumen, que son emisoras católicas en esos países respectivamente, me entrevistan y llevan un pequeño mensaje”, explicó la empresaria.
Recientemente ha estado en Guatemala, El Salvador y Argentina, en este último país fue invitada por la fundación “Tras las huellas de Juan Pablo II”, donde tuvo la oportunidad de estar en varios de los lugares que recorrió del santo y hasta le mostraron cómo era la vida del papa Francisco.
También tenía una cita con María Elena Bergoglio, hermana del pontífice argentino, pero por un quebranto de salud, tuvieron que suspenderla.
Regalos no paran
Por muchos de los rincones de su casa se observan parte de los regalos que le han hecho en algunos de los países: adornos, fotos, rosarios y cuadros con la imagen de san Juan Pablo II son solo algunos de ellos.
Uno de ellos es el cuadro que le hizo una niña con asperger en la basílica de Luján, en Argentina. Lo puso guindado en el comedor de la casa.
Las paredes de la sala de la casa lucen las fotos del 27 de abril del 2014, el día que se elevó al papa viajero a los altares. Las fotos se las regalaron en un viaje a Chicago, Estados Unidos, cuando le preguntaron si tenía imágenes de ese día y dijo que no.
Tiene un montón rosarios que le han regalado visitantes polacos, mexicanos y de otros países, acostumbra andar siempre uno con ella y se lo obsequia a quien su corazón le dicte.
Mantiene amistades de Polonia, Argentina, Estados Unidos, Guatemala, El Salvador, Nicaragua y España. Con ellos comparte cada día una predicación de su amigo, el predicador católico Alex Sánchez, vía WhatsApp, cuyo propósito es llenarlos de motivación.
Emotivo momento
De ese inolvidable 27 de abril nos contó que recuerda la gran cantidad de ticos que la saludaban a su paso y cómo lloraba de la emoción al verlos.
“Era una emoción estar ahí y ver las banderas de Costa Rica a mi paso. Tener tan cerca al papa emérito Benedicto XVI, hablar con él en un perfecto español mientras me decía ‘tu vida cambió’ y le respondí que sí, mucho.
"También me pidió compartir su bendición. ‘Donde quiera que vayas, donde quiera que estés, dile al mundo que los amo y que los bendigo en el nombre del padre, del hijo y del Espíritu Santo’, me dijo”, recordó la madre de cinco hijos y abuela de siete.
También confesó que el recorrido se le hizo larguísimo y que solo le pedía a Dios no caerse frente a los miles de millones de personas que la estaban viendo, ni quebrar la reliquia con la sangre del nuevo santo que llevaba en su mano.
“Cuando regresé a mi lugar rompí en llanto ante el abrazo de mis hijos. Y exclamé: ‘Dios mío, hace años vi a sor Mary llevando la reliquia y me estaba muriendo, ahora sor Mary está aquí conmigo’. La misma monja que vi pasar con esa reliquia donde le pedí a Dios que me ayudara porque me estaba muriendo y no quería dejar a mis hijos. Ahora Dios me tenía con vida en ese lugar”
Doña Flori no se cansa de darle gracias al Señor y asegura que morirá de cualquier cosa, menos de un daño cerebral porque su cerebro está totalmente sano, incluso, cree que la formatearon porque tiene excelente memoria.
Intermediaria
En la parroquia de san Juan Pablo II en Dulce Nombre de La Unión hay una reliquia de Karol Wojtyla que se trajo de Polonia por intermediación suya. A los guatemaltecos también les ayudó a conseguir otra reliquia, esta vez del Vaticano y actualmente esta gestionando para llevar una a Cuba que le pidieron unas monjas que conoció en Guatemala. y otra a El Salvador.