Don Rodrigo Solís Durán iba conduciendo su taxi 1463, cuando de repente un muchachillo, Douglas Brenes, un instructor de aeróbicos, le hizo parada en las afueras de la terminal de buses a Cartago, en San José, diciéndole que lo llevara a La Sabana. Fue un 23 de noviembre del 2001.
Jamás imaginó que menos de 3 kilómetros después, los dos estarían conversando con la muerte.
“Yo vi por el retrovisor la buseta de Heredia donde venía a toda velocidad, pero no pensé que no pararía, de un pronto a otro sentí el bombazo y perdí el conocimiento. Me desperté segundos después debajo del camión de Gas Zeta, con el techo del taxi en la cara y el motor en las piernas, el motor me quemó un pie.
“Al despertarme vi que había gasolina en el piso, que el taxi estaba chispeando y que el camión de Gas Zeta estaba cargado de cilindros, entonces pensé que mejor me hubiese muerto del choque porque ahora me iba a morir consciente de la explosión, esperaba la muerte de un pronto a otro”, nos contó don Rodrigo a quien visitamos en su casa en Santo Domingo de Heredia.
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Ese accidente del 2001 lo marcó y de por vida, después de 12 años de ser taxista dijo no más y dejó las carreteras. Le fue bien feo también porque su cráneo, del lado derecho, se abrió varios centímetros, también la frente, por eso recibió más de 60 puntadas, los codos le quedaron expuestos y perdió para siempre parte de la visión del ojo derecho.
“Mientras pensaba en la explosión y prensado por mi taxi, me desmayé y me desperté en la ambulancia rumbo al hospital San Juan de Dios, pero antitos de llegar me volví a desmayar. Me desperté ya todo cosido, sin saber qué había pasado con el pasajero, bueno, sin saber nada y lleno de dolor”, recordó.
Se vinieron muchos meses de terapias y visitas al médico para poder salir adelante. Toda su familia lo apoyó al máximo, tanto así que son los hermanos quienes cada 23 de noviembre le recuerdan el día en que volvió a nacer.
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“Para mi familia yo tengo solo 17 añitos (tiene actualmente 63 años), porque el accidente fue tan duro que yo tuve que haber muerto ese día y la verdad, la vi bien fea, realmente creí que me iba a morir… pero aquí estoy gracias a Dios, ya pensionado y demostrando que los milagros sí existen”, dice con gran emoción este sobreviviente, quien después del 2001 trabajo varios años manejando para empresas, pero ya no con tanto ajetreo como el que vive un taxista en nuestras calles.