El acoso callejero es un tipo de violencia que puede definirse como un conjunto repetido de gestos, miradas insistentes, tocamientos, palabras, comentarios groseros, rumores con una connotación sexual hacia una persona de forma no consentida. Algunos ejemplos son: contacto físico deliberado, no solicitado e innecesario como: tocamientos, besos, roces, palmadas o pellizcos.
•Acercamiento físico innecesario y excesivo.
•Búsqueda reiterada y deliberada de encuentros a solas.
• Comentarios y observaciones insinuantes y comprometedoras acerca de la apariencia, o por las ideas o manifestaciones de la persona acosada.
• Miradas o gestos de carácter sexual que incomoden a la víctima.
• Chistes de carácter sexual dirigidos específicamente a una persona.
• Invitaciones extraclase o extralaborales no solicitadas que puedan interpretarse que tienen el objetivo de intimar.
¿Quiénes sufren de acoso?
Aunque la mayoría de las investigaciones apuntan a que son las mujeres, los hombres también son víctimas.
Los grupos más vulnerables son: la mujer joven, económicamente dependiente, soltera o divorciada y con estatus de inmigrante. Los hombres jóvenes, homosexuales y miembros de minorías étnicas.
Sin embargo, nadie está exento al acoso. A pesar de que el mayor porcentaje de mujeres acosadas se encuentra en el rango entre los 18 y 29 años, un 17,7% de mujeres mayores de 60 años afirmó haber sufrido acoso. En el caso masculino, la mayoría se encuentra en el grupo entre los 18 y 39 años de edad, con un 89,5%.
Las principales consecuencias son efectos físicos y sicológicos, algunas veces irreversibles.
Ubica a la víctima en una situación de vulnerabilidad e indefensión laboral tal que corre el riesgo de limitar su desarrollo profesional o de perder el empleo.
Produce que una de cada cuatro mujeres sea despedida y cuatro de cada diez renuncien al trabajo.