Vino al mundo en un cuarto de la casa de sus papás, en Sarchí Sur y contó con una partera muy especial, pues su abuela lo recibió en este mundo. El destino de Ronald Alpízar Campos no podía ser otro, pues literalmente nació en cuna sarchiseña.
Por eso, hoy cuenta orgulloso los cuarenta y cinco años dedicados a la pintura de carretas, yugos y artesanías, trabajo que comenzó cuando apenas tenía 16 años.
Su gran experiencia le permitió ser el encargado de restaurar la pintura de un ícono de su cantón: la carreta que lleva el título como la más grande del mundo. Sus nuevos colores, dibujos y colochos salieron del talento de este sarchiseño de corazón, quien tiene 62 años.
Sus primeros pincelazos dejaron claro su don, cuando apenas era un adolescente. Por su sangre corría esa pasión y su historia comenzó en un taller a la par de la misma casa donde nació.
“Era el taller de José Valverde. Un hermano mío trabajaba ahí y me llevaba a rellenar lo básico y me iba a travesear ahí”, cuenta este artista, quien también recuerda lo fácil que le resultó aprender, porque su papá toda la vida se dedicó a eso.
“El dueño del taller me ofreció trabajo y le dije que sí. Así inició todo esto”, relata.
Orgullo sarchiseño
Bien se podría decir que la enorme carreta es como su hija, pues Ronald afirma que esta se convirtió en la tercera ocasión que le asignan la tarea de restaurar su pintura, aunque esta vez resultó diferente: la intervención fue total, por eso tardó cerca de dos meses.
“Le dediqué once horas al día, de lunes a sábado. Se nos fueron tres cubetas de pintura y gastamos como quince pinceles”, recuerda el pintor.
“Se raspó toda y se dejó por completo en madera. Además, se usaron tres galones de removedor, se lijó y se le dieron las manos de pinturas necesarias para comenzar la decoración.
“En ninguna parte del mundo se encontrará una carreta igual, mucho menos con esos dibujos que son colochos únicos sarchiseños, con nuestro estilo propio. Trabajar en ella me llena de orgullo, más cuando la carreta típica es un homenaje a los boyeros de nuestro país”, relata este padre de dos hijas y abuelo de tres mujeres.
Ese orgullo no es para menos. Cuando la hermosa carreta permanece en su casa habitual, al costado del parque de Sarchí, él experimenta lo que viven los famosos con los paparazzi.
A este sarchiseño le toca posar con las familias que pasan a ver la carretota.
“A veces voy por el parque y veo una familia tomándose fotos y les digo que si yo les puedo tomar una. Les cuento que yo la pinté y siempre recibo muchos halagos muy bonitos. Al final, terminamos sacándonos fotos todos juntos”.
Eso sí, en los últimos cinco meses esas fotos quedaron en baño maría, ya que desde marzo anterior trasladaron la carreta del parque hacia el taller, precisamente para restaurarla. Ese trabajo lo asumió la empresa Fábrica de Carretas Eloy Alfaro, donde bretea Ronald.
Detallitos pendientes
En cuanto a la pintura, bien se podría decir que Ronald se convirtió en el médico de cuidados intensivos de la carreta, a la cual ya le dieron de alta médica, pero en cuestión de días deberá volver al hospital, o mejor dicho, al taller donde recuperaron su color y viveza.
Del 12 al 20 de agosto, la estructura permanece en exhibición en la Feria del Mueble y Artesanías, en el campo ferial de Sarchí, pero tan pronto termine la guardarán de nuevo, pues aún faltan unos retoques para dejarla totalmente chaneada.
Por supuesto, ¿quién más que Ronald para terminar la tarea?, ya que en una parte del timón los dibujos quedaron sin sombra y sin delineados, mientras que el cajón quedó con áreas donde faltan unos colochos pequeños.
“Como la feria estaba encima se la llevaron así, para que la gente la pudiera ver de nuevo. A simple vista se ve terminada, pero los que somos pintores notamos esos detalles que faltan”, confiesa.
Dejando herencia
Este pintor afirma que su hija mayor heredó también el talento y con orgullo nos dijo que pintaron juntos durante dos años y aunque ella no pudo seguir, sí aprendió mucho del arte y decora artesanías pequeñas, como toda una profesional.
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Además, le ilusiona que dos de sus nietas sigan algún día sus pasos.
“Mi nieta mayor dibuja muy bien a lápiz. La menor tiene siete años y hace unos dibujos increíbles, con mente fotográfica para las caricaturas”.
Pero eso solo el tiempo lo dirá. Por ahora, Ronald se prepara para tomar de nuevo el pincel, tal cual un bisturí, para cerrar la restauración de su chineada. Lo que queda es casi que una cirugía menor, cuya recuperación podría tardar algunas semanas. Cuando la paciente salga sana por completo, su curador extrañará tenerla tan cerca.
“Ya prácticamente quedó nueva, con colores tan vivos y llamativos, pero quedan esas cositas por hacerle. Me honra que pronto los turistas nacionales y extranjeros puedan observarla de nuevo y llevarse un recuerdo de mi Sarchí para todas partes del mundo”.