En su época de colegial, Iván Leitón Zuñiga, en medio de la rutina de décimo año, sintió un llamado inesperado. Un anhelo surgió como un susurro en su conciencia: ser guardaparques. Según él, no fue un deseo pensado, sino una revelación espontánea. Su sueño lo proclamó a sus compañeros y se trazó el camino de que su destino era cumplir esa misión en el majestuoso Parque Nacional Corcovado.
El tiempo, a menudo generoso con los sueños bien sembrados, le permitió cumplir esa visión con una rapidez que, a sus ojos, parecía casi mágica. Trabajó en Corcovado y en otros parques nacionales, navegando entre la verde inmensidad de la naturaleza. Pero, en un giro digno de un cuento, tras más de doce años metido en el Sistema Nacional de Áreas de Conservación, el destino le reservó una tarea aún más grandiosa: custodiar el cerro Chirripó, el punto más alto del país.
Este oriundo de La Fortuna de San Pedro, en Pérez Zeledón, quien está casado con Mariany Martínez Vargas y es el papá de Emma y Lisa, de seis años y un añito, nos habló de muchas cosas, incluido lo más bonito y lo más difícil de ser guardaparques.
¿Por qué decidió ser guardaparques?
Es un sentimiento que me nació estando cursaba décimo del Liceo de San Pedro. Me acuerdo que yo le decía a los compañeros: ‘Yo quiero ser guardaparques de Corcovado’. Tenía una vecina que se dedicaba precisamente a eso, en ese mismo lugar, entonces siendo estudiante de colegio yo le preguntaba que si había una oportunidad de trabajo para mi. Luego, cuando salí de secundaria, le seguía consultando lo mismo, hasta que me dijo que estaban recibiendo currículum en el Parque Nacional Marino Ballena. Al otro día, a las seis de la mañana, me fui soplado, tomé un bus, saqué copias en San Isidro y luego fui a entregar mi hoja de vida.
¿Qué lo inspiró?
Me nació de forma espontánea y precisamente por el parque de Corcovado.
¿Lo más lindo de ser guardaparques?
Poder ir a lugares de un parque nacional que para un turista u otra persona no están permitidos. Aunque uno está familiarizado con este ambiente natural, uno llega a sitios que lo sorprenden. Por ejemplo, solamente en la cordillera de Talamanca existan 50 aves endémicas, o sea, que son aves que solamente son de aquí. Eso es demasiado, demasiado sorprendente.
¿Y lo más difícil?
Bueno, posiblemente lo más difícil fue cuando mi hija mayor tenía como cuatro años y en el momento de despedirme ella lloraba mucho, porque no se quería separar de mi. Eso sí ha sido un poquito difícil. Pero ya ella lo superó y entiende de este rol y yo también. Llega el momento en el cual te llegás a acostumbrar.
LEA MÁS: De repartidor de comidas a ser el fisioterapeuta “oficial” del Chirripó
¿Y cómo es esa dinámica con su familia?
Hoy es más fácil en comparación con los colegas de antes, pues no estaban los celulares. Hoy en día sé que puedo estar acá diez días, pero tengo la ventaja de hacer videollamadas a mi familia y hablamos un rato. Y aparte que, bueno, del centro de San Gerardo, que es donde yo estoy destacado, a mi casa hay como 30 kilómetros y en carro duro 50 minutos en llegar, a una velocidad moderada, o sea, es cerca en comparación a cuando trabajaba en Corcovado. Nosotros como Guardaparques breteamos por roles y el mínimo son 10 días y luego tenemos cinco días libres. Si trabajás 12 días, librás 6 días.
¿Qué pensó cuando supo que trabajaría en el Chirripó?
Sabía que iba a llegar a un lugar muy visitado, en donde es menos dinámico en cuanto a delitos ambientales, es menos movido que en otros parques, pero sí sabía que iba a pasar a un lugar que es visitado todos los años. Era venir a trabajar al punto más alto del país y a adaptarse poco a poco al frío.
¿Ya había llegado a la cumbre?
Sí, solo una vez. Siendo funcionario de Corcovado vine como turista. Ahora ya no sé cuántas veces he subido a Base Crestones, pero a la cumbre, contando la de turista, he llegado tres veces. Ya estando aquí, sé que en cualquier momento voy a tener que ir, en una situación como mañana (que acompañó al equipo de La Teja a la parte más alta de Costa Rica).
¿Cómo son los días libres?
Antes de salir uno trata de ir sacando los pendientes, porque nosotros no solo cuidamos un puesto o atendemos turismo, hay que atender denuncias ambientales, a veces toca manejar mucho para trasladar personal, miembros de comunidades o de brigadas biológicas. El día que uno tiene libre, sale por ahí de las dos o tres de la tarde y entonces me voy para la casa. A veces estando en mi hogar hay que enviar algún informe. Ya en esos días hay que dedicarle tiempo a la familia, aprovechar al máximo cada salida que podamos hacer, ir a la playa o a los museos con mis hijas, dejar y recoger a mi hija mayor en la escuela y colaborar en todas las labores domésticas.
Y ya el día antes de regresar, le digo a mi hija: “Ya mañana entro a trabajar, tengo que ir a cuidar a los animalitos”, y ya ella va comprendiendo eso, pues ha crecido así. Y más que en mi caso mis hijas van a crecer con un mensaje de educación ambiental.
¿Y los días de trabajo cómo son?
Es variado, por ejemplo en setiembre me toca estar dos veces acá (en Base Crestones), pero no todas las entradas laborales se viene acá, entre todos los funcionarios del Chirripó nos turnamos, pero sí es la asignación que todos más disfrutamos. Aunque cuando uno está en el puesto (en San Gerardo) la pasamos muy bien, el convivio con los compañeros es un vacilón, somos como otra familia.
La falta de personal es una realidad a nivel nacional, al menos aquí en el Chirripó, en este momento, ¿saben cuántos guardaparques hay? Solamente yo, mis compañeros más cercanos están prácticamente a 17 kilómetros, en el puesto de San Gerardo.
Un día acá se dedica mucho a la revisión de mochilas, a hacer cumplir las leyes de parques nacionales y los reglamentos de uso público. Se revisan los bultos porque es prohibido ingresar con bebidas alcohólicas, cigarros, vaporizadores, armas, tanto en las habitaciones del albergue como en los senderos. También velar porque todos vengan con su permiso para entrar, que no se salgan de los senderos (que podría provocar que alguien se pierda) y que no se bañen en los ríos (es prohibido).
¿Qué ha sido lo más amenazante que le ha tocado vivir?
Mucha gente no sabe que los guardaparques somos autoridad policial, podemos hacer decomisos y arrestar como cualquier policía. Tuve varias escenas de acción, en las que uno primero se encomienda a Dios y luego es confiar en mis capacidades, en los entrenamientos y en el compañero de la par. He tenido situaciones de riesgo, con gente armada o con machetes y debí decomisar armas de fuego, siempre usando la técnica policial.
¿Qué errores ve en la gente que sube el Chirripó?
Hay muchas personas que vienen la primera vez, no se informan lo suficiente y creen que es agarrar una mochila y subir, esos son los que se arratonan y se acalambran, son los que les falta el aire o vienen mal preparados porque no se hidrataron los días antes de venir. Cuando la gente no se prepara viene a sufrir. Nos ha tocado a las 8 o 9 de la noche bajar a la cuesta de Los Arrepentidos porque hay gente que no lo ha logrado y uno está pendiente de que todos lleguen bien. Yo les recomiendo que se preparen de la major manera.
¿Por qué cree que tantas personas visitan el parque en más de una ocasión?
Por la belleza escénica y claro, por ser el punto más alto, llegar a la cumbre. Aunque muchos dejan de lado otras atracciones, formas de vida y biodiversidad que hay en el lugar. Uno los entiende porque cuando está en la cumbre, la belleza escénica es impresionante.